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Historias de Gualeguaychu - El Castillo de la Isla Libertad


EL CASTILLO DE LA ISLA LIBERTAD 

Gualeguaychu, Entre Rios

 El castillo de la isla Libertad, se convirtiĂ³ en una de las postales de la ciudad por su belleza arquitectĂ³nica y natural. Pero ¿por quĂ© se generĂ³ un velo de misterio sobre su historia?
Un paseo por la ciudad, un encuentro con el rĂ­o y la inevitable mirada al castillo de la isla. GualeguaychĂº esconde miles de historias que hacen grande los lugares cotidianos, histĂ³ricos, donde habitamos a cada paso, tal vez sin conocerlas.
El castillo es una de las postales de la ciudad, pero no sĂ³lo por su arquitectura y su belleza, sino tambiĂ©n por una historia que naciĂ³ con una muerte dudosa.
Un viaje por el tiempo: ConcepciĂ³n del Uruguay, 6 de febrero de 1890. Nace MarĂ­a Eloisa D’ ElĂ­a, quien a los 21 años se radicarĂ­a en GualeguaychĂº. Profesora de francĂ©s, caligrafĂ­a, dibujo y pintura, se inspirĂ³ en los colores de la naturaleza ribereña donde quiso construir su chalet.
En 1916, comenzĂ³ a trabajar en el Colegio Nacional, donde conociĂ³ a Horacio RĂ©bori con quien construyĂ³ una fuerte amistad. Ya en 1917, RĂ©bori comprĂ³ la isla Libertad y tres años despuĂ©s le regalĂ³ a la joven profesora, el llamado peĂ±Ă³n del puerto donde levantarĂ­a el castillo.
Con la ayuda de David Angelini, quien habĂ­a realizado obras en el FrigorĂ­fico, comenzĂ³ a hacer los primeros dibujos de su casa en la isla con una impronta de fortaleza europea. El historiador Gustavo Rivas, relata en sus crĂ³nicas que “jugĂ³ con una armoniosa superposiciĂ³n de volĂºmenes, logrando amalgamar en bellos contornos las formas clĂ¡sicas de un castillo medieval, con la gracia de una casa de muñecas extraĂ­da de un cuento de hadas”.
AdemĂ¡s, se detalla que en la parte superior del castillo, se colocĂ³ un “clĂ¡sico reborde de almenas”. Para ocultar un gran tanque de agua, ubicado sobre una de las habitaciones, le colocĂ³ “otro reborde superior de almenas  logrando el sĂ­mil con una torre mas baja. En ambos lados de la torre-tanque dibujĂ³ unas hendiduras verticales”.
Para construir el castillo de ladrillos a la vista, se transportaron los materiales en botes que eran cargados en una escalera de piedra del viejo puerto. Rivas, relata que en esa Ă©poca, “no existĂ­a la gran explanada de hormigĂ³n y el viejo muelle de madera era mas bajo. Por eso el castillo se divisaba desde la calle del Tonelero (actual Del Valle) en todo su esplendor desde varias cuadras”.
Ya era una postal”, asegurĂ³ Gustavo Rivas quien comentĂ³ que “no estaba pavimentada la calle Del Valle, pero tampoco estaba hecha la costanera. Entonces era todo un bajo y desde muchas cuadras antes se veĂ­a a lo alto y prominente el castillo”.

Una familia y ¿un suicidio?
Ya construido el chalet de Eloisa, como se lo conocĂ­a en 1930, fue ocupado por la joven profesora y su marido JosĂ© Sala HernĂ¡ndez. El matrimonio tuvo dos hijos, uno de ellos padecĂ­a hidrocefalia y falleciĂ³ a los 14 años de edad.
SegĂºn relatan las crĂ³nicas del historiador Gustavo Rivas, el chalet de Eloisa sobresalĂ­a por su “decoraciĂ³n interior, el mobiliario, la carpinterĂ­a y cortinados que eran propias de un castillo por su fineza: pisos de pino tea, puertas con vitrales, camas de bronce y excelente mantelerĂ­a”.
Pepito y Rafael, los hijos de Eloisa y JosĂ© heredaron la inteligencia y cultura de su madre. Rafael hablaba varios idiomas y se recibiĂ³ de ingeniero Industrial, mientras que Pepito viviĂ³ casi toda su vida encerrado en el castillo, producto de su enfermedad.
En 1935, en una mañana de domingo apareciĂ³ degollada en una de las habitaciones, la empleada domĂ©stica del castillo. Su nombre era Blanca Sosa, de 25 años de edad. El macabro hallazgo lo tuvo como protagonista a un joven lechero: Lote Heredia, quien no encontrĂ³ el recipiente que diariamente Blanca dejaba.
Junto al encargado del chalet de Enrique Rossi, fueron hacia su habitaciĂ³n y treparon a una ventana donde se encontraron con el cadĂ¡ver de la empleada domĂ©stica.
Finalmente y con la colaboraciĂ³n del marinero Laratro, derribaron la puerta que estaba cerrada desde adentro. El cadĂ¡ver estaba vestido con ropa nueva y todo indicĂ³ en su momento, que se trataba de un suicidio.
Sin embargo, algunos indicios hacĂ­an sospechar que tal vez se trataba de un asesinato, debido a evidentes salpicaduras de sangre por toda la habitaciĂ³n.
Infaltables e innumerables fueron las historias que comenzaron a relatarse respecto a la aparente alma en pena de Blanca Sosa, sobre todo, cuando los propietarios abandonaron el castillo, quedando Ă©ste deshabitado.
Luego, una creciente en 1959 inundĂ³ totalmente el castillo de MarĂ­a Eloisa, por lo que sus habitantes lo abandonaron para siempre. El 3 de julio de 1983, la mujer que soĂ±Ă³, diseĂ±Ă³ y habitĂ³ el castillo de la isla, muriĂ³. Sus restos descansan en GualeguaychĂº.

El historiador Gustavo Rivas, relatĂ³ con entusiasmo la historia del castillo. El chalet de Maria Eloisa y luego “el castillo de la isla” fue, es y serĂ¡ una postal de la ciudad: por su belleza, por su misterio y por un suicidio que terminĂ³ con la vida de una joven.
Al respecto, Rivas expresĂ³ que “al percatarse de que Blanca Sosa no abrĂ­a la puerta, siguieron golpeando. Entonces se arriman y se asoman a una ventana; alcanzaron a ver desde la ventana un cuadro horroroso, que era la chica tirada en la cama y toda ensangrentada”.
“HabĂ­a salpicones de sangre en la pared y en seguida llamaron a los dueños”, relatĂ³. Respecto a la muerte de la joven que trabajaba en el castillo, el historiador manifestĂ³ que “lo curioso de esto es la violencia del hecho. Es muy difĂ­cil que alguien se suicide degollĂ¡ndose. Estando al lado del rĂ­o lo mĂ¡s fĂ¡cil hubiera sido tirarse allĂ­ con una piedra”.
AdemĂ¡s, agregĂ³ que “daba la impresiĂ³n de ser una muerte violenta, un asesinato, pero resulta que todas las puertas y ventanas estaban cerradas del lado de adentro”. En la investigaciĂ³n, “no se agregar ningĂºn elemento de juicio como para caratularlo como asesinato. La causa se archivĂ³ como suicidio o muerte dudosa pero no hubo nunca un culpable de asesinato”.
Gustavo Rivas, relatĂ³ que “en esos tiempos, estĂ¡bamos muy lejos de tener policĂ­a cientĂ­fica. Eso obviamente tiene que haber influido porque ahĂ­ quedĂ³ el tema, aunque transcendiĂ³ en toda la ciudad”.
Luego, con el correr del tiempo, en la ciudad se decĂ­a que “se veĂ­a como una luz y se escuchaban ruidos de cadena”.
La muerte de Blanca Sosa fue conocida como un suicidio, aunque las historias populares hablan de un posible asesinato, mientras que el castillo de la isla, tal y como lo soĂ±Ă³ Maria Eloisa se renueva a travĂ©s del tiempo, casi inalcanzable y con su misterio Ăºnico.
Fuente: eldiaonline.com (por MĂ³nica Farabello)



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