Feliciano - Origenes

Si bien la historia conocida parece haber nacido hace relativamente poco tiempo, nuestros espacios, antes de la invasión, estaban poblados de aventura y desplazamientos.

La población de San José de Feliciano, luego villa, después municipio y hoy cabecera departamental de nuestro norte, fue víctima de los tironeos políticos del país, llegando a ser arrasada durante las pujas entre unitarios y federales. Pero movimiento hubo siempre, y lo testimonia la memoria de la tierra. Quedaron piezas de piedra en punta o multiformes que, mudas, hablan de aquellos entonces que preceden a lo escrito. Quienes saben oír y ver, recuerdan por nosotros lo no vivido.
“Al momento de la llegada de los españoles, el corredor fluvial paranaense era escenario de desplazamientos y movimientos migratorios inclusivos, como el que lleva a los guaraníes a la ocupación del delta e islas inferiores” (1), que también afectaron en sus devenires al norte entrerriano.
Los guayquirarós, una parcialidad de los caingang, que desde tiempos muy remotos deambularon por Entre Ríos y Corrientes, fueron desplazados de la costa por los patagónidos, quienes conformaban los “pueblos del litoral”. Las comillas se admiten en tanto no existía el concepto “pueblo”.
Aquellos originarios precharrúas, llamados a sí mismo cainaroes y denominados chanás salvajes por los cronistas, para diferenciarlos de los chanás que habían conocido en la parte meridional de Entre Ríos, ya venían desde Brasil, así que la Mesopotamia estaba por demás transitada y en estado de agitación constante. Como si fuera poco, tenían por enemigos y vecinos a los mocoretás, ribereños del Paraná, a comienzos de la invasión europea, entre el norte del río Guayquiraró y el sur del Feliciano. En el mapa de distribución de los antiguos habitantes de Entre Ríos, Antonio Serrano (2) identifica para 1650 a mepenes y caxas en la desembocadura del río Guayquiraró y a los tocaguas y mocoretás en el tramo final del Feliciano. En el centro del departamento, a los yaros en 1726. En el sur, a los charrúas entre 1706 y 1749, cazadores y pescadores nómades llegados desde la Banda Oriental, áspera y brava para el combate con los blancos. Compitieron por la posesión de montes y arroyos durante dos siglos, terminando en el doblegamiento y la desaparición de los rebeldes.
Los enfrentamientos por el dominio del espacio culminaron en traslaciones o esclavitud; en cualquier caso, con el consecuente mestizaje que fue forjando rostros e identidades.
A medida que la trashumancia en la búsqueda del buen alimento y el refugio o de la huida fue aquietándose o tomando nuevas formas, nacieron otros lugares, con otros nombres, como San José de Feli-ciano, ya en otro tiempo y casi el mismo espacio, por donde anduvieron diferentes grupos étnicos, antes de la colonia y durante, hasta su desaparición o fusión.
Así, se alcanza a consignar sintéticamente a los primeros cainaroes, chanás salvajes y guayquirarós, descendientes de los caingang, hasta los grupos charrúas y yaros, pasando por los mocoretas, mepenes y caletones. Probablemente dice Miguel Fernandes - los ultimos en llegar fueron los guaranies, como trabajadores en las misiones jesuiticas primero y escapando de los esclavistas portugueses en los finales del siglo XVIII. Hoy, por otras razones que hacen a su caracter fronterizo, Feliciano sigue siendo un lugar de transito; una especie de pequeña estacion terminal, cargada de memoria y teatro de operaciones del constante movimiento de lo que es y sera historia. Mucha agua corrio y correra entre el Guayquiraro y el Arroyo Carpinchori, Las Mulas y San Victor.
Tal vez para seguir renaciendo, viva y cambiante, de los pequeños holocaustos provocados por "civilizados" y "salvajes".

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