Jesuitas en el Rio de la Plata
Introducción:
El siguiente
Es importante recalcar que el trabajo está hecho en
Así comienza el movimiento de la Iglesia y el Estado para evangelizar. Juntos llevarán la palabra de Dios a los indios, pero entre todos estos evangelizadores, hay un
Lo que busca el trabajo es obtener una respuesta a la hipótesis formulada, la cual recordemos era la siguiente: "Las misiones jesuíticas ayudaron al indígena a progresar en su vida, siendo de esta forma de mucha importancia de nivel cultural".
Lista Cronológica:
- Nacimiento de San Ignacio de Loyola
12 octubre 1492 Colón descubre América
3 mayo 1493 Bula Inter caetera I
3 de mayo de 1493 Bula Eximiae Devotionis
4 mayo 1493 Bula Inter caetera II
25 junio 1493 Bula Piis Fidelium
25 septiembre de 1493 Dudum Siquidem
- Llega "Vasco de Gama" a América
- Nacimiento de Francisco de Javier
1512 Nacimiento de Diego Laínez
- 5º Concilio de Letrán.
- Revolución de Lutero negando al Papa.
1534 Fundación de la Compañía de Jesús.
1536 1º Fundación de
- Concilio de Trento
- Muerte de Francisco de Javier
31 de julio de 1556 Muerte de San Ignacio de Loyola
1565 Muerte de Diego Laínez
- Asentamiento de la Diócesis de
Tucumán .
1580 2º Fundación de
27 de julio de 1609 beatificación de San Ignacio de Loyola por Paulo V.
- Asentamiento de la Diócesis de Buenos Aires
12 de marzo de 1622 canonización de San Ignacio de Loyola por Gregorio XV
- Culmina la Compañía de Jesús
Capítulo I
Las Bulas de Alejandro VI sobre las Indias.
esde la llegada de Colón de regreso de su
La bula Piis Fidelium fue solicitud por los reyes el 7 de junio de 1493 y expedida en la fecha que en ella aparece, de 25 de junio. El documento es una bula menor a título gracioso concedida por la vía ordinaria de la Cancillería Apostólica. Está dirigida a Bernardo Boyl, vicario de la orden de los Mínimos en España y en ella constan las preces de los reyes de Castilla y Aragón, su propósito de cooperar a la expansión de la fe en las tierras e islas hasta ahora desconocidas por todos y que por otros sean posteriormente descubiertas hacia las regiones orientales y el mar Océano…" el envío de fray Boíl por los reyes para que "…la palabra de Dios predicada y sembrada entre los naturales y habitantes de dichas tierras e islas que ahora no tienen conocimiento de la fe, para convertirles a nuestra fe y
La bula Inter caetera, segunda de este título, fue solicitada de la Santa Sede pocos días después del 28 de mayo para substituir a la primera Inter caetera y es una bula menor de carácter gracioso concedida por la Cámara Apostólica, vía extraordinaria. Contiene, al igual de su homónima, los mismos encabezados, preámbulo y relación de los hechos que la motivan con las siguientes adiciones: que los reyes habían decidido someter "…las tierras firmes e islas…";
La cuarta bula alejandrina sobre el Descubrimiento y la concesión de las tierras occidentales, es la Eximie devotionis cuyo contenido literal ya consta parcialmente en la primera Inter caetera y su carácter es el de bula menor a título gracioso por la vía extraordinaria secreta, mediante la que se conceden a los Reyes Católicos los indultos y privilegios otorgados a los reyes de Portugal en sus respectivos territorios ultramarinos. "Y como hoy dice –hemos donado, concedido y asignado, como más claramente se contiene en nuestras letras a tal fin redactadas, a vosotros, y a vuestros herederos y sucesores los Reyes de Castilla y León perpetuamente, motu proprio et ex certa scientia y con la plenitud de nuestro poder apostólico todas y cada una de las tierras firmes e islas remotas y desconocidas existentes hacia las regiones occidentales y en el mar Océano, descubiertas o que se descubrieren por vosotros o por vuestros enviados empleando grandes trabajos, peligros y gastos, siempre que no estén bajo el actual dominio temporal ni sometidas a alguno de los soberanos cristianos, con todos sus dominios, ciudades, campamentos, lugares, poblados y todos sus derechos y jurisdicciones; y porque también algunos Reyes de Portugal descubrieron y adquirieron en las regiones de Africa, Guinea y Mina de Oro otras islas , igualmente por apostólica concesión y donación hecha a ellos, y les fueron concedidos por la Sede Apostólica diversos privilegios, gracias, libertades, inmunidades, excensiones, facultades, descriptos, Nos, por existir conveniencia y honestidad en ellos y por desear que Vos y vuestros referidos herederos y sucesores no tengáis menores gracias, prerrogativas y favores… os concedemos… que en las islas y tierras descubiertas por vosotros o en vuestro nombre o que se descubran, podáis y debáis poseer y gozar libre y lícitamente de todas y cada una de las gracias […] concedidos hasta hoy a los reyes de Portugal…" las cuales gracias y privilegios son concedidos sin condición o limitación de ninguna especie. Termina el documento con las usuales cláusulas y a anteriormente repetidas de imposición de penas por incumplimiento y la validez de las copias debidamente legalizadas. La fecha la sitúa Giménez Fernández en 3 de julio, frente a la de 3 de mayor que aparece en la bula.
El quinto y último documento de Alejandro VI sobre el tema, es la bula Dudum siquidem de fecha
De todas estas letras Apostólicas, no eran conocidas en los años de la polémica sobre los títulos de dominio, la primera Inter caetera fechada en viernes 3 de mayo, ni la Piis Fidelium de 25 de junio; refiriéndose por lo tanto todas las argumentaciones a las otras tres restantes, de las cuales la segunda Inter caetera de fecha sábado 4 de mayo se hallaban contenida en su homónima a la sazón desconocida; y en cuanto a la Piis Fidelium no se concreta de modo fundamenta a la concesión pontificia de las Indias a los Reyes Católicos y a sus sucesores, sino que se refiere a fray Bernardo Boíl, su misión y sus atribuciones en las tierras descubiertas.
Dado a
La Cristianización del indio:
El hecho social y cultural más importante del siglo XVII
La cristianización de los indios es, sin duda, el hecho social y cultural más importante del siglo XVII, así como el máximo factor en la transformación de las culturas indígenas durante la época de dominio hispano. Hasta entonces los esfuerzos evangelizadores habían tenido resultados más bien pobres: limitado número de conversiones duraderas, resistencia frecuente de religiones y costumbres paganas y abundantes casos de sincretismo religioso, es decir, amalgamas incongruentes de conceptos religiosos prehispánicos a los que se mezclan y superponen otros de
El catolicismo llega entonces a ser una parte funcional de la vida indígena, pese a numerosas y tenaces supervivencias de ritos o prácticas prehispánicas y aun de errores y confusiones doctrinales. […]
Es muy importante reiterar qué a las filas del clero tuvieron acceso casi exclusivamente los blancos, criollos o chapetones. Vimos que los esfuerzos iniciales para preparar un clero indígena se consideraron prematuramente fracasados y se juzgaron peligrosos para la ortodoxia religiosa; el Vaticano mostró por este asunto un interés más bien tardío e insuficiente, o por lo menos, ineficaz; el Regio Patronato dificulta o veta de modo sistemático toda iniciativa sobre el particular, por razones políticas. No tuvieron así los indios otro papel en la Iglesia que el de modestos y dóciles fieles, el clero blanco no podía concebir hacia ellos más alto sentimiento que un
Hasta cierto punto, algo de ello le ocurre a toda la
Céspedes del Castillo. G. La sociedad colonial
Evangelización
La Iglesia en América
La obra espiritual de la colonización. Desde los momentos iniciales de la conquista, la difusión de la doctrina católica y el afán evangelizador constituyeron uno de los fines esenciales de la colonización. Recuérdese que la Bula Intercaetera dada por el Papa Alejandro VI en el año 1493, concedió a los monarcas de Castilla "todas las islas y tierra firme que descubriesen al occidente" con la obligación de "que al conquistarlas enviasen allí predicadores a convertir a los indios idólatras". Este compromiso fue asumido por la Corona con gran responsabilidad. A tal fin orientó su acción de
Tanto los reyes como los conquistadores estuvieron sinceramente imbuidos de la fe cristiana, y aunque no siempre los jefes de la hueste indiana estuvieron a la altura del
La Iglesia, como natural guardiana y ejecutora del dogma cristiano, constituyó un elemento de extraordinaria influencia en el medio americano. La religión obró no sólo como reguladora de las costumbres y de las normas morales sino también como fuente de la vida social y cultural.
Los reyes actuaron en consecuencia, ligando a la Iglesia a todos los acontecimientos relacionados con la conquista y la colonización, de ahí la importancia alcanzada por esta institución, cuya influencia se hizo sentir sobre los fieles, a veces por encima de los propios funcionarios gubernamentales. La Iglesia, pues, se hizo presente tanto en los grandes actos oficiales como en los pequeños de la vida cotidiana.
A partir del segundo viaje de Colón la influencia de sacerdotes y misioneros fue en constante
El Regio Patronato Indiano.
Se denomina patronato al
Mediante el pleno ejercicio del derecho de patronato, los Reyes Católicos se aseguraron, la administración sobre la Iglesia Católica. Tal derecho les fue reconocido expresamente por la bula del 3 de mayo de 1493 –Eximiae Devotionis – expedida por Alejandro VI y confirmada por otra resolución papal dictada por Julio II el 8 de junio de 1508.
Por la primera, el pontífice cedió a los Reyes el derecho de percibir el diezmo para el mantenimiento de la Iglesia y la evangelización de los indios; y por la segunda, los monarcas eran reconocidos como patronos de todas las iglesias del
- El erigir nuevas diócesis y cambiar los límites de las ya existentes.
- El percibir las
rentas de losbeneficios vacantes. - El autorizar la erección de nuevas iglesias o monasterios y la deposición de eclesiásticos por sus superiores.
- Además, todas las bulas papales y cualesquiera otras comunicaciones emanadas de la Santa Sede, destinadas a las iglesias de España y América debían, para poder ser publicadas y entrar en vigor, contar con el pase o autorización del Consejo de Indias, organismo que se reservaba asimismo el derecho de revisarlas, y en caso de no estar de acuerdo parcial o totalmente, de devolverlas a su lugar de origen, lo cual incluía su rechazo.
Ningún clérigo podía pasar a Indias sin la correspondiente autorización real y las altas dignidades de la Iglesia –obispos, arzobispos– resultaban de una terna elevada al pontífice por el Consejo de Indias.
Bajo la dinastía de los Borbones, y como consecuencia de las nuevas ideas liberales, surgió entre los juristas españoles una doctrina nueva: el patronato y la sumisión de la Iglesia al Estado no derivaban de una concesión de la Santa Sede, sino que era la resultante de un derecho inherente a la soberanía de los reyes. Esta doctrina, mantenida en España, fue invocada por algunos de los jóvenes Estados emancipados entre ellos la
El Ejercicio del Derecho de Patronato
"El Patronazgo de todas las indias pertenece al Rey"
Por cuanto el derecho de patronazgo eclesiástico nos pertenece en todo el estado de las Indias, así por haberse descubierto y adquirido aquel Nuevo Mundo, edificado y dotado en él las iglesias y monasterios, a nuestra
Ley dictada por Felipe II el 1º de junio de 1574
Organización Eclesiástica |
La organización eclesiástica hispanoamericana estaba dirigida por arzobispos, obispos y deanes. Subordinados a estas jerarquías se encontraban los párrocos, que realizaban su acción evangélica en las parroquias, y los doctrineros, que actuaban en las reducciones indígenas.
Cada diócesis, es decir, cada distrito donde ejercía su jurisdicción un prelado, contaba con un cabildo eclesiástico encargado de asesorar al obispo y de formar el tribunal que entendía en los asuntos relacionados con el fuero eclesiástico encargado de asesorar al obispo y de formar el tribunal que entendía en los asuntos relacionados con el fuero eclesiástico.
Los arzobispos y obispos se encargaban, además, de promover y proponer al monarca, de acuerdo con el derecho de patronato ejercido por éste, los candidatos a ocupar las altas dignidades eclesiásticas.
Los integrantes del clero regular, o sea los miembros de distintas órdenes religiosas, realizaban su labor misionera con cierta independencia de acción pues no dependían directamente de las jerarquías episcopales; peor su establecimiento en suelo americano estaba sujeto al correspondiente permiso emanado de la Corona. Con el avance de la colonización los miembros del clero regular, en general con mayor preparación. Fueron llamados a ocupar los más altos cargos de las jerarquías eclesiásticas.
Los primeros arzobispados americanos se crearon en Santo Domingo,
La diócesis del Río de la Plata.
En esta región, el asentamiento de la primera diócesis data de 1556 y tuvo su asiento en la
La Inquisición era un tribunal eclesiástico para castigar los delitos contra la fe, cuya fundación se remonta a 1218, a raíz de una resolución del papa Inocencio IV.
El tribunal de la Inquisición o Santo Oficio, como se lo llamaba vulgarmente, actuaba en secreto. Sus sentencias, ejecutadas por autoridades civiles, eran proclamadas en un acto de fe.
El inculpado era sancionado con penas de distinta índole y, en casos de reincidencia (relapsos), podía llegar a ser quemado vivo en la hoguera, aunque por lo general se le quitaba la vida primero y luego se incineraba el cadáver sujeto a un poste.
La Inquisición fue establecida en España por los Reyes Católicos y mediante una real cédula expedida por Felipe II (enero de 1569) se dispuso instituirla en las Indias.
La primera sede inquisitorial americana fue la ciudad de Lima, extendiéndose enseguida a México y Caracas. En su afán de bregar por la pureza de la fe, el Santo Oficio indiano se preocupó especialmente de evitar la infiltración de doctrinas consideradas heréticas así como la entrada de judíos y protestantes a quienes se persiguió. Igual rigurosidad se aplicó a los sacerdotes acusados de inconducta y a los blasfemos. Un delito bastante generalizado en América, que también mereció la persecución inquisitorial, fue la bigamia, pues muchos españoles alejados de sus hogares volvían a contraer nupcias en tierras indianas, con lo cual se hacían pasibles de las sanciones eclesiásticas y civiles.
Una de las más importantes preocupaciones del Santo Oficio americano fue la relacionada con la introducción de libros o publicaciones registradas en el IndexI , cuya entrada y lectura estaba estrictamente prohibida. No obstante, fueron abundantes los permisos especiales otorgados a particulares de notoria solvencia intelectual y moral para poder introducir lecturas vedadas.
En Indias, el Santo Oficio no aplicó con frecuencia la pena de la hoguera. Su actuación se hizo sentir obrando como elemento de presión ante determinadas circunstancias. Sus penas más frecuentes eran los confinamientos, destierros y azotes, realizados en medio de aparatosas ceremonias presididas por autoridades civiles y eclesiásticas.
La región del Río de la Plata dependió, en materia inquisitorial, del tribunal instalado en Lima. En 1754 se proyectó establecer un Tribunal del Santo Oficio en esta región, pero el Consejo de Indias no otorgó la correspondiente autorización. Por tal razón, los pocos casos sustanciados (no superaron el centenar) estuvieron a cargo de jueces inquisidores, llegados expresamente de Lima.
Capítulo II
Contrarreforma
a Contrarreforma fue un movimiento que tuvo lugar dentro de la Iglesia católica apostólica romana en los siglos XVI y XVII. Intentó revitalizar la Iglesia y oponerse al protestantismo. Algunos historiadores rechazan el término porque implica sólo los elementos negativos del movimiento y prefieren las denominaciones de Reforma o Restauración católica. Han resaltado la alta espiritualidad que animó a muchos de los que encabezaron el movimiento, que a veces no tenía relación directa con la Reforma protestante.
Peticiones para la Reforma
El siglo XV se caracterizó por las exigencias de una reforma de la Iglesia, como reacción al escándalo del Gran Cisma de Occidente y para corregir los abusos religiosos. El reformista religioso
Iniciativas para la Reforma
Sólo cuando Pablo III se convirtió en Papa en 1534 tuvo la Iglesia el liderazgo que necesitaba para orquestar esos impulsos en favor de la reforma y enfrentarse al reto que supuso la aparición de los protestantes. Una de las iniciativas más importantes de Pablo III fue nombrar reformadores sinceros como Gasparo Contarini y Reginald Pole e incorporarlos al colegio cardenalicio. También impulsó nuevas órdenes religiosas como los teatinos, capuchinos, ursulinas y en especial los jesuitas.
Este último grupo, bajo la dirección de san Ignacio de Loyola (1491-1556), estaba constituido por hombres muy instruidos, dedicados a renovar la piedad a través de la predicación, la instrucción catecumenal y el uso de los ejercicios espirituales establecidos por san Ignacio, donde debía profundizarse en la meditación personal.
Tal vez la más destacada actuación de Pablo III fue la convocatoria del Concilio de Trento en 1545 para tratar las cuestiones doctrinales y disciplinarias suscitadas por los protestantes. Actuando a menudo en una difícil alianza con el emperador Carlos V, Pablo III, como muchos de sus sucesores, no dudó en utilizar tanto medidas diplomáticas como militares contra los protestantes.
Instrumentos de la Contrarreforma
Una poderosa corriente represiva, que empezó hacia 1542, penetró en el propio catolicismo romano cuando se instituyeron el Índice de Libros Prohibidos y una nueva Inquisición. El pontificado de Pablo IV aportó el más vigoroso apoyo a estas medidas. En España la Inquisición se convirtió en un instrumento dependiente de la corona,
Hacia finales del siglo, en parte bajo la influencia del Concilio de Trento, apareció en
Evolución de la Contrarreforma
En
Debido a las guerras de Religión en
La espiritualidad de la Contrarreforma fue militante, encaminada a la evangelización de los nuevos territorios recién explorados en el Lejano Oriente y en el norte y sur de América. Semejante entusiasmo se desplegó en el establecimiento de escuelas confesionales, donde los jesuitas desempeñaron un
Concilio de Trento (1545-1563)
Es el decimonoveno concilio ecuménico de la Iglesia católica apostólica romana que, en respuesta a la Reforma protestante, inició una reorientación general de la Iglesia y definió con precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del concilio fueron confirmados por el papa Pío IV el 26 de enero de 1564, y fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX.
Todo el mundo consideraba necesario, a finales del siglo XV y principios del XVI, un concilio para reformar la Iglesia. El quinto concilio de Letrán (1512-1517) fracasó a este respecto y concluyó sus deliberaciones antes de que se plantearan las nuevas cuestiones suscitadas por Martín Lutero. Ya en 1520 Lutero subrayó la necesidad de celebrar un concilio para reformar la Iglesia y resolver las polémicas que habían surgido. Aunque numerosos dirigentes de ambos lados se hicieron eco de esta petición, el papa Clemente VII temía que una reunión de este tipo pudiera favorecer la idea de que los concilios, en lugar del pontífice, tenían la autoridad suprema de la Iglesia. Además, las dificultades políticas que el luteranismo planteó al emperador Carlos V hizo que otros gobernantes, y de forma significativa el rey Francisco I de Francia, se mostraran reacios a apoyar cualquier acción que pudiera fortalecer el poder del emperador, liberándole de estos conflictos.
Pablo III fue elegido papa en 1543 debido en parte a su promesa de convocar un concilio. Tras los fallidos intentos de convocarlo en Mantua en 1537 y en Vicenza en 1538, el concilio se inauguró a la postre en Trento, en el norte de Italia, el 13 de diciembre de 1545. Con escasa participación al principio y nunca libre de obstáculos políticos, el concilio aumentó en número de asistentes y prestigio a lo largo de las tres fases en que se reunió.
Primera fase (1545-1547)
En muchos aspectos esta primera fase del concilio fue la que tuvo mayor alcance. Una vez fijadas las numerosas cuestiones de procedimiento, el concilio abordó los temas doctrinales
Segunda fase (1551-1552)
Después de una interrupción, provocada por una profunda desavenencia política entre Pablo III y Carlos V, la segunda fase del Concilio centró su atención en los sacramentos. Esta sesión, boicoteada por los representantes franceses, fue seguida por algunos representantes protestantes.
Tercera fase (1561-1563)
Suspendido por una declaración de guerra, el concilio se volvió a reunir para su fase
Significación
Además de resolver algunas cuestiones doctrinales y disciplinarias fundamentales para los católicos romanos, el concilio también impartió entre sus dirigentes un sentido de cohesión y dirección que se convirtió en un elemento esencial para la revitalización de la Iglesia durante la contrarreforma. Los historiadores actuales opinan que el concilio se interpretó y aplicó en un sentido más estricto del que pretendieron sus
Capítulo III
Mención Histórica sobre las Misiones.
esde el año 1607 hasta 1767, florecieron en América del Sur, especialmente en las provincias del Río de la Plata, reducciones de indios gobernadas espiritualmente y administradas peor padres de la Compañía de Jesús.
Estas misiones cuyo principal asiento en la América del Sur fue el actual territorio de Misiones, se constituyeron fundamentalmente con indios Guaraníes y en menor proporción con Lules, Tobas, Abipones, Mocobíes, Serranos y
Anteriormente, dichos padres habían ya intentado establecer otras misiones, sin alcanzar éxito. Sus primeros ensayos se remontan al año 1585. En esta fecha los padres Francisco Angulo y Alfonso Barzana, constituyeron algunas reducciones con indios Savironas, Matarás y Tonocotes, que tuvieron una vida inestable.
Algunos años después los padres Tomás Fiel y José Ortega emprendieron idéntica tarea en las regiones del Guayrá.
Fue en 1605 cuando, procedente del Perú, llegó al
El gobernador Hernandarias, resolvió entregar para el sustento de los misioneros, a cada dos de ellos la mensualidad que correspondía a cura párroco en las Indias. Dispuso además se proporcionase a los Jesuitas los implementos necesarios para su obra.
Estas providencias fueron aprobadas por Real Cédula en octubre de 1611, eximiendo por otra anterior de pagar todo
Los primeros en fundar pueblos estables fueron los misioneros destinados al Guayrá, José Cataldino y Simón Massetta, a quienes se unió el beato González después de dos años entre los Guaycurúes.
Para los guaraníes fueron destinados los padres Marcial Lorenzana y Francisco de San Martín, quienes después de conquistar al cacique Arapizandu, fundaron la primera reducción en 1609 ó 1610, denominándola San Ignacio Guazú, a doce leguas del Río Paraná, sobre su
Posteriormente, el beato González acompañado por el P. Diego de Beroa, recorrió una extensa zona comprendida entre los ríos Paraná y
Al mismo beato González, de notable actividad, se debió más tarde, en 1620, la fundación de Concepción, San Nicolás, San Javier y Yapeyú, posterior asiento de las autoridades misioneras.
Una actividad no menor se desplegaba en el Guayrá. En el cuadrilátero formado por los ríos
Félix de Azara, naturalista, geógrafo y comisario de límites para las fronteras surgidas del tratado de San Ildefonso (1777), sostuvo que estos pueblos estaban ya fundados mucho antes de la llegada de los jesuitas.
El Padre Francisco Díaz Taño, declaró que en 1652, es decir cuarenta y dos años después de su instalación, habían fundado 48 pueblos, de los cuales 26 destruyeron los "mamelucos", provenientes de San Pablo.
En cuanto a la población de estas reducciones, en 1690 se calculó en 77.646 indígenas, que en 1702 llegaron a 114.599. Decreció esta cifra en 1739, pese al aumento de pueblos, a causa de una terrible peste. Volvió de inmediato a subir, alcanzando en 1762 a 102.988 habitantes.
Hay otros historiadores que sostienen que esta población superó la cifra de 150.000 en los años más florecientes.
Tal es a grandes rasgos, la mención histórica de las Misiones Jesuíticas en América del Sur, cuyos antecedentes históricos, desarrollo, organización, métodos de trabajo y luchas, nos proponemos analizar.
Historia de la Compañía de Jesús.
En 1521 uno de los vástagos de los señores de Loyola,
Este hecho tuvo una importancia extraordinaria al determinar la conversión del herido y posteriormente la formación de una nueva milicia: la Compañía de Jesús.
Ignacio de Loyola, el herido, fue su fundador y su historia está íntimamente ligada a la vida de la Compañía.
Nació en 1491. Convertido a Dios mientras convalecía de sus heridas, su primer ideal fue de austera penitencia y humildad; ideal que comenzó a practicar con disciplinado fervor en la ciudad de Manresa, donde se encuentra el primer germen de la Compañía.
"Pedía limosna cada día; no comía
Celoso por lograr la salvación de las almas y por obtener su conquista espiritual, comienza a buscar adeptos.
Su primer compañero fue Pedro Fabro, nacido en 1506. Alma cándida y piadosa, poseía una alta filosofía espiritual, siendo inmediatamente reconocido por sus méritos.
El segundo de sus compañeros fue Francisco Javier. En un principio se manifestó reacio a las insinuaciones del santo, pero posteriormente ganado por éste, se transformó en uno de los más grandes santos de la iglesia, llegando a ser el príncipe de los misioneros.
Se unieron también a San Ignacio, Diego Laínez y Alfonso Salmerón, dos jóvenes españoles de gran talento, Simón Rodríguez, que era portugués y Nicolás Alfonso apodado Bobadilla, nombre del lugar donde naciera.
Todos estaban resueltos a ir a Jerusalén, donde iniciarían una santa cruzada por la conquista espiritual de las almas y si allí no era posible, donde lo indicara el Romano Pontífice.
A este grupo se unieron en 1536, Claudio Jayo, saboyano; Juan Coduri, provenzal; y el francés Pascasio Broet.
Estos diez fueron el primer núcleo de la
Nació ésta en un momento decisivo para la humanidad. Grandes acontecimientos se destacan en este período que conmueven la vida de los pueblos.
Termina una época se inicia una nueva era. En 1492, Cristóbal Colón,
Seis años después, en 1498, llegaba también a las Indias un navegante portugués, Vasco de Gama y ambos países rivalizan en la conquista de las nuevas tierras.
Unidos en 1496 los reinos de Castilla y Aragón con el enlace de Isabel, la
Pero en medio de estos descubrimientos que acrecentaban el poderío de las monarquías ibéricas y de la iglesia, un monje sajón, Lutero, levantó en 1517 la bandera de la rebelión, incitando a la reforma religiosa, negando la autoridad del Papa, sembrando por doquier la llama de la discordia. Esta rebelión dio origen a una lucha denodada en contra de los reformistas y en defensa de la Iglesia, que fue encabezada por Carlos V.
La Compañía de Jesús, se inicia por lo tanto como una poderosa auxiliar de la Iglesia Católica en la lucha contra los males de la época: Barbarie en el Nuevo Mundo. Herejía en el Viejo Mundo.
La Compañía se extiende por doquier, en las inmensas tierras descubiertas por Colón, y en las regiones abiertas al Viejo Mundo por Vasco de Gama. Se instala también en las naciones católicas donde se arraiga firmemente.
Penetra en forma cautelosa en los países rebeldes a ambos lados de la Mancha, de los Alpes y del Mosa.
La Bula de 1540, dio vía jurídica a la Compañía de Jesús. Ésta debía tener como objetivo la ayuda de las almas en la vida, la enseñanza cristiana y demás ministerios espirituales, en los lugares y en las misiones que determinara el Pontífice.
En 1544, es cuando por primera vez se dio el nombre de Jesuitas a los miembros de la Compañía.
En una carta de San Pedro Canicio al beato Pedro Fabro, en 1545, le daba a entender que este nombre era un remoquete. "Continuamos en nuestro instituto a pesar de la envidia y detracciones de algunos que nos han dado el nombre de jesuitas."
Fue después que el Concilio de Trento sancionó y autorizó el nombre de jesuita, cuando éste comenzó a generalizarse entre los católicos para referirse a la Compañía de Jesús.
También se llamó Teatinos a los miembros de la Compañía, confundiéndoles con la Orden fundada por San Cayetano conjuntamente con Juan Pedro Carafa, obispo Teatino.
Ambas Órdenes nacidas casi simultáneamente, eran confundidas por la semejanza en el
En Italia se dejó muy pronto de llamarlos en esta forma, pero en España se los siguió denominando Teatinos durante los siglos XVI Y XVII, degenerando posteriormente en un apodo.
La Compañía de Jesús, tuvo desde su origen una actuación triunfal en los países cristianos. Se estableció en España, en Portugal, Bélgica, Francia, Alemania,
Constituida en sociedad religiosa por la Bula Pontificia, debía elegirse un superior que le diera fuerza y unidad.
Todos los votos fueron en favor de Ignacio, "nuestro antiguo superior y verdadero padre" como decía Javier. Ignacio coronaba su obra, con la
La "mínima" compañía, como él solía llamarla, desarrolló desde su constitución una actividad extraordinaria.
Su número de adeptos crecía constantemente. Muchos de éstos eran jóvenes que no habían terminado sus estudios eclesiásticos, siendo reunidos dentro de la Orden de colegios.
Éstos eran en un principio casas de
En Roma tenía la Orden dos sedes. Una llamada "de Jesús", era la
En España la Compañía fue establecida por Francisco de Villanueva con la ayuda de Pedro Fabro. Posteriormente, éste, que conjuntamente con Antonio Aráoz conquistaron el aprecio de la
En España la Compañía se inició con gran éxito. En
El pequeño grupo que constituía la Compañía en estos dos países debía actuar en condiciones muy difíciles. El Obispo les prohibió predicar y la facultad de Teología por medio de un decreto condenó sus actividades, originando un plebiscito en favor de la Compañía.
En Alemania se instaló el beato Pedro Fabro que trabajó incansablemente confortando a los católicos y sosteniendo la autoridad del Papa.
A Inglaterra fueron dos compañeros de San Ignacio, Broet y Salmerón con la misión de Nuncios Apostólicos. De allí se trasladaron a Irlanda y se proponían pasar a Escocia, pero fueron condenados y perseguidos, siendo llamados por el Papa.
Es así como la Compañía apenas iniciada su actuación, penetraba en los países del protestantismo.
Muerto el fundador de la Orden, fue elegido para gobernarla, el padre Diego Laínez. Sencillo y activo, dio gran impulso a la Compañía, que se desarrolló especialmente en España.
Contribuyó muy eficazmente a su
La actitud del Papa Pío IV aumentó el prestigio de la Compañía, acreditando la labor de su
Fallecido el Padre Laínez, fue elegido Francisco de Borja para gobernarla.
De corazón noble y generoso, durante su dirección se amplió enormemente el campo del apostolado. América abría grandes perspectivas a los nuevos misioneros. Primero se dirigieron al
Muerto Francisco de Borja, fue elegido vicario de la Orden Juan Alonso de Polanco. Durante su dirección su suscitó una fuerte campaña entre los portugueses e italianos contraria a los españoles que predominaban en número y se los consideraba como demasiado severos. Consiguieron mediante esta campaña que Gregorio XIII prohibiese la designación de un nuevo español para gobernar la Compañía.
Electo el flamenco Everado Mercuriano, engrandeció la Orden. Mercuriano concluyó el libro comenzado por Borja sobre las "Reglas de la Compañía". Constituyó misiones entre los infieles y herejes como las de Inglaterra, India,
Siguió a Mercuriano en la dirección de la Compañía, el padre Claudio Acquaviva que la gobernó durante treinta y cuatro años.
Acquaviva, espíritu
Impulsó notablemente los estudios eclesiásticos y particularmente la teología positiva. Asimismo fomentó el uso de la oración y práctica de los ejercicios espirituales.
Debió combatir los ataques contra la Compañía que se habían iniciado durante la dirección de Mercuriano y que ahora aumentaban.
La agitación comenzó en España, especialmente en las provincias de Castilla y Toledo. Se atacaba duramente la autoridad del gobernador de la Orden, que pretendían disminuir, y como no lograban que fuera español quien la dirigiera, pedían que se designara un comisario de la misma en España, con tan amplios poderes que he hecho independizaban su acción.
Apoyados por le rey y la Inquisición, presionaron al Papa Sixto V para que reformara la Compañía en España.
Muerto Sixto V, fue designado Sumo Pontífice Gregorio XIV, quien apoyó calurosamente la actuación de la Orden, revocando algunas resoluciones de su antecesor, contrarias a la misma.
El rey de España que alentaba la campaña de los descontentos, logró que se juzgara la labor del padre Acquaviva por orden del nuevo pontífice Clemente VIII que cedió a su pedido.
La conducta del gobernador de la Orden fue ampliamente aprobada. Se dictó un decreto condenando severamente a los descontentos y perturbadores. La autoridad del padre Acquaviva, que fue objeto de posteriores ataques, y la de la Compañía, salieron robustecidas de este
Para sucederlo fue a su muerte Mucio Vitelleschi, cuya actuación fue secundada con todo cariño por los cuatro
Fue durante la dirección de Vitelleschi cuando se celebró jubilosamente, el 15 de noviembre de 1639, el primer centenario de la fundación de la Compañía.
La Orden continuará ampliando su obra. En España se abrieron dieciocho nuevos colegios, creándose otros en el Perú, México, las islas Filipinas, Nueva Granada y Paraguay.
Durante este período, tomó gran incremento el movimiento
El padre Vicente Carafa ocupó la dirección de la Orden después de la muerte de Vitelleschi. En 1648 durante la carestía que sufrió Roma, se dedicó a facilitar alimentos a millares de pobres, muriendo a consecuencia de la peste que sucedió a la carestía.
Su continuador en la jefatura de la Compañía fue Francisco Piccolomini que se dedicó especialmente a la formación de novicios y jóvenes
Después de Piccolomini, fue elegido Alejandro Gottifredi, quien falleció antes de poder ocupar su cargo, siendo inmediatamente designado el padre Gosvino Nickel cuya elección contribuyó a la conversión de la reina Cristina de Suecia.
Debido a la avanzada edad del padre Nickel, fue designado vicario general de la Compañía el padre Pablo Oliva, pasando a ocupar la dirección de la Orden al morir aquél.
Se dedicó especialmente a fomentar las ciencias físicas y matemáticas y las
La influencia de ésta crecía y la autoridad de los jesuitas se afianzaba como resultado de la estima que se tenía por sus maestros, en las escuelas por ellos dirigidas, por sus literatos y sabios, y especialmente por sus misioneros y mártires.
A pesar de esto, en España la Orden sufrió las consecuencias del decaimiento general de la nación, hasta llegar a su total decadencia durante el reinado de los últimos reyes de la casa de Austria.
En la primera mitad del siglo XVIII, volvió a renacer la Compañía en ese país.
El padre Carlos de Noyelle, asumió el mando de la Orden al fallecer Pablo Oliva y debió luchar como lo había hecho éste contra el espíritu de la época.
Tirso González de Santalla, elegido director por indicación del papa Inocencio XI, fomentó considerablemente las misiones de Ultramar, afrontando asimismo las luchas de los enemigos y
Sucedió al padre Tirso, Miguel Ángel Tamburini que tuvo que sufrir los violentos ataques de los jansenistas, orden religiosa que sostenía teorías contrarias a las de los jesuitas, sobre todo después de
Francisco Retz, elegido posteriormente por unanimidad gobernador de los jesuitas, recomendaba a éstos para defenderse de sus enemigos, gran
Esta conducta no fue tenida en cuenta por los enemigos de la Orden, jansenistas, masones e incrédulos, que intensificaban especialmente en Francia, los ataques contra los jesuitas.
Bajo su dirección, fueron ampliados, de acuerdo al gusto de la época, los estudios históricos, las matemáticas y las ciencias modernas.
Muerto el padre Retz, ocupó su puesto Ignacio Visconti que tuvo que afrontar las más serias calumnias contra la Orden.
El Portugal primero, en Francia, España e Italia posteriormente, se desencadenó una intensa campaña contra ellos. Se les acusó en Portugal de promover revoluciones y de haber fundado un reino jesuítico en el Paraguay. En Francia los jansenistas y volterianos los atacaron violentamente. En España e Italia se llevaba una seria campaña para lograr su disolución.
Este
A pesar de todo, ésta no fue totalmente aniquilada. En Rusia la reina Catalina y en Prusia Federico II, impidieron su supresión, viviendo en esos países con el consentimiento de Clemente XIV y Pío VI.
Al fallecer Visconti, lo sucedió el Padre Luis Centurione y a éste Lorenzo Ricci.
El primero severo, y tímido el segundo, se esforzaron ambos por defender a la Orden de los ataques que amenazaban aniquilarla.
Animaron a la Compañía para que no decayera su espíritu religioso y para mantenerse firmes ante el clima de rencor y de calumnias que la rodeaban.
El período en que gobernó el padre Ricci fue muy doloroso para la Orden. Las misiones de Portugal, del Brasil y de las Indias Orientales comenzaron a declinar, después de la decadencia de las que actuaban en Francia, España, Parma y Sicilia. A esto siguió la orden de destrucción total de las misiones, deteniéndose al padre Ricci que murió en la cárcel del castillo de Sant Angelo en noviembre de 1775.
El cardenal Hergenroether, al narrar la supresión de la Compañía, dice: "Por la notoria laboriosidad de sus hijos, había obtenido gran difusión en todos los países católicos y una singular eficacia."
"Pero no le faltaban enemigos poderosos: los protestantes de todas las confesiones, los jansenistas, los miembros de los Parlamentos gobernados por ellos y los doctores de la Sorbona en Francia, los hombres de Estado adversos a los derechos del Papa, además personas doctas celosas de la fama de la Compañía, religiosos de otras órdenes, literatos, gente de mundo, librepensadores conjurados contra el presente orden del Estado y de la Iglesia."
"Se acusaba a los jesuitas de moral relajada, de abuso en las confesiones, de acaparar dominio y poderío temporal, de intervenir en la política, de no obedecer a los mandatos de los Papas, de despreciar a los obispos, de orgullo, de codicia y muchas otra acusaciones."
"Pero todas éstas fundadas en casos particulares en parte exagerados, en parte inventados y muy pocas veces verdaderos."
Pasada la ola revolucionaria que convulsionó a las naciones del Viejo Mundo, el papa Pío VII, resolvió "restituir en el mismo estado antiguo y en todo el orbe católico a la Compañía, fue electo el padre Luis Fortis.
La Orden resurge con nueva vida y toma gran impulso, desarrollándose vigorosamente bajo la dirección del P. Juan Rootham, que sucedió al Padre Luis Fortis.
Las antiguas Misiones de ultramar se abrieron nuevamente en una nueva época de
Después de las direcciones del Padre Beckx, durante treinta años y del P. Andrledy, surge la figura del padre Luis Martin, quien impulsó los estudios históricos a base de una seria investigación y de una severa crítica.
A su muerte, el Padre Francisco Javier Wernz que lo siguió en el cargo, fomentó la formación intelectual de los jesuitas, aumentando notablemente la labor de la Compañía, especialmente en España,
En 1715 correspondió dirigir los
A través de toda esta vida azarosa, de triunfos y persecuciones, la Compañía tuvo la capacidad de ponerse de acuerdo con su época, explicándose en esta forma su éxito sorprendente. Constituyó desde sus comienzos una tendencia moderna de la iglesia, que conjugó una intransigencia absoluta con un sagaz espíritu de adaptación al mundo exterios.
Mientras que otras órdenes fundadas casi al mismo tiempo, como la de los Teatinos, y la de los padres del Oratorio permanecieron estacionadas, la de los Jesuitas alcanzó rápidamente un éxito extraordinario.
Predominaba en ellos la razón y el examen, sobre el sentimiento, y abundaban los hombres de ciencia.
Significaron en el seno de la Iglesia un factor de progreso, representando una corriente moderna, inflexible en el dogma, pero adaptable a la realidad, hábiles y observadores.
Capítulo IV
El territorio de misiones
Sus características
l territorio donde habría de constituirse el centro del imperio jesuítico en América del Sur, parecía dar realidad a las leyendas fabulosas que en España y Portugal habían circulado sobre el Nuevo Mundo, al cual se suponía tierra cubierta de fantásticas
El actual territorio de Misiones se abría dócil y generoso a los conquistadores. El clima era
Hernán Cortés, en México, quemó sus naves y se lanzó a la conquistado un imperio guerrero y dispuesto a defender su suelo. Decidió morir triunfar. Los conquistadores del Perú también debieron enfrentar un imperio poderoso que luchó por su suelo y sus riquezas.
El centro del futuro imperio jesuítico, limitado por la actual
Su suelo está constituido por un vasto derrame de basalto y otros dos productos que le dan sus características particulares: un ocre ferruginoso, oxidable al contacto con el aire, que toma el tono colorado de la
En los ríos se hallan cantos rodados en los que predomina el cuarzo cristalino. Se suelen hallar también cantos de cornalinas y calcedonias, provenientes del Brasil, que debieron efectuar un largo recorrido para llegar a esas regiones. Las aguas son dulces, faltando casi por completo la
Ese mismo ocre ferruginoso que da al territorio de Misiones su color rojo, es el que forma el suelo de la gran
El aspecto no podía ser más
Contrastando con la lista uniformidad de buena parte de nuestro territorio, el suelo es generalmente ondulado, alcanzando en la Sierra Imán, que la atraviesa corriendo paralela al curso de sus dos ríos, alturas de
El
Leopoldo Lugones, en su libro sobre las Misiones Jesuíticas que escribiera por encargo del Gobierno nacional, dice de esta región: "Los escasos claros, redondeados por la expansión helicoidal de los ciclones o las sendas que cruzan el bosque, permiten
Las orquídeas sorprenden aquí y allá con el capricho enteramente artificial de sus colores; la
Abundan también los frutos y en su busca vienen a rondar al pie de los árboles el pecarí porcino, la avizora paca, el gutí, de carne negra y sabrosa, el tatú bajo su coraza invulnerable, y como ellos son cebo s su vez, acuden sobre su rastro el
"Bandadas de
"Haya en las cercanías un arroyo y no faltarán los capivaras, las nutrias, el tapir que el menor amago se dispara como una bala por entre los matorrales, hasta azotarse en la onda salvadora; el
"En el suelo fangoso brotarán los helechos, cuyas
"Por el faldeo y las cimas, la vegetación arbórea alcanza su plenitud en los cedros, urundayes y timbúes gigantescos. El follaje es de una frescura
"Reina un verdor eterno en esas arboledas y sólo se conoce en ellas el cambio de estación cuando al entrar la primavera se ve surgir sobre sus
Y más adelante, prosiguiendo con la descripción de esa naturaleza esplendorosa, dice Lugones: "Serrezuelas entre las cuales corren abocinados arroyos clarísimos, que acaudalan con violencia a casa paso las lluvias, figuran en el paisaje como un verdadero adorna formando por enormes ramilletes. Los pantanos nada tienen de inmundos, antes parecen floreros en su excesivo verdor palustre. Los naranjos, que se han ensilvecido en las ruinas, prodigan su balsámico tributo de frutos y flores, todo en uno. El más insignificante manantial posee su marco de bambúes; y la fauna, aun con sus fieras, verdaderas miniaturas de las temibles bestias del viejo mundo, contribuye a la impresión de inocencia paradisíaca que inspira ese privilegiado país.
‘’Reptiles numerosos, pero mansos, causan daño apenas; los insectos no incomodan sino en el corazón del bosque; hasta las abejas carecen de aguijón y no oponen obstáculo alguno al
En cuanto a la temperatura, es la de un eterna primavera algo cálida.
El suelo, pese a su riqueza, carece de humus, tierra vegetal, excepto en agostas franjas paralelas a los arroyos y en algunos lugares, en forma muy limitada, en los bosques.
Esta falta de humus determina escasez en los pastos y dificulta la cría de ganado, no solamente en invierno sino también en
En
En cuanto a minerales, además de la piedra "tucurú" utilizada en la construcción, los jesuitas hallaron
Entre las muchas suposiciones está la de que empleaban la "batatunga", un ocre blanquezco que abunda en el Brasil o que la extraían de caracoles blancos que molían, o bien que la importaban de Buenos Aires. Es también probable que los jesuitas hubiesen descubierto alguna cantera, cuyo paradero permanece oculto.
Pero una de las características de la región en cuanto a su riqueza vegetal es la existencia de la yerba mate, desconocida para los europeos. Oigamos al Padre Jesuita
"Si se mira a la fertilidad que reina, sobresale entre todos los árboles el que produce la yerba que se llama comúnmente del Paraguay, el cual es tan propio de estas provincias que no se hallan en otra alguna; bien que no falta quien diga que se da en otras provincias de América, pero que no goza sus virtudes, porque el milagro por donde se le comunicaron a este árbol, de que hablaré después, no se extiende fuera de las del Río de la Plata.
"Pero sin atender a milagros que en toda buena filosofía no se admiten sin forzosa y urgente necesidad, más fácil fuera decir que aunque se halle en otros países no tienen sus virtudes, porque no concurren allí algunas causas naturales, con o la constitución del cielo o la calidad del terreno, porque a veces las adquieren en las plantas, más por el lugar donde nace que por la especie de que son, variando tanto por estas razones, que lo que en Persia fue mortal veneno, trasplantado a España e Indias es gustoso y saludable alimento.
"Son árboles bien altos, frondosos y gruesos; la hoja es algo gruesa, muy verde y en figura aparece una lengua. El modo de hacer la yerba es
"Llamamos a esta penosa labor beneficio y cierto que no sé por qué, pues en el
"Es
En lo que respecta al resto de la vegetación, este mismo misionero menciona la riqueza en árboles, entre los cuales cita el cedro, los palmares, el palo blanco, el ceibo, el guayacán o palo santo, los pinos llamados por los indígenas "curiy", el árbol del copal denominado "anguai" y por sus virtudes curativas ïbirá-paye", es decir árbol de los hechiceros, el molle o mulli, cuya fruta madurada los indios echaban en su
La imaginación que estas tierras despertaba en los europeos se pone de manifiesto cuando este cronista sostiene la teoría, sólo posible en aquella época, por el desconocimiento exacto del origen de las especies
No menos fértil es su imaginación cuando habla de las serpientes. Se refiere en primer término a una que llama "curiju", a la que atribuye la posibilidad de tragarse un venado entero, sin masticarlo. Da también
Ruiz Díaz de Guzmán, otro cronista de la época, sostiene haber visto una serpiente de veinticinco pies de largo, gruesa en su parte media como un
Los Habitantes
Costumbres y Características
Esta zona rica en vegetales y animales, de clima benigno, de aguas dulces y abundantes, estaba habitada por indios guaraníes, agrupados en diversas tribus de costumbres comunes.
Usaban barbote embutiéndose en el labio inferior cuñitas de madera o cristal de cuarzo, se cortaban una falange de los dedos por cada pariente muerto, enterraban a sus deudos con la cabeza sobresaliente del suelo y cubierta por un tazón de barro. En materia religiosa adoraban al sol y a la luna, a los que creían unidos en ‘vinculo nupcial.
Es probable que estas tribus que tenían costumbres y lenguaje semejante, eran restos de una
La benignidad del clima, la calurosa primavera casi permanente, les permitía ir desnudos. A veces llevaban un casquete
Los guerreros, como símbolo de su categoría, se pintaban el cuerpo con tinturas de tabatinga y almagre y usaban
Sus armas eran el arco y la flecha. También usaban la "macana", pesado garrote que se solía incrustar con trozos agudos de piedras, convirtiéndola en
Vivían de la
Construían
En general eran monógamos. No cultivaban el comercio y eran fácilmente conquistables con decoraciones vistosas. La música los atraía.
Música para la
(Obras de la tradición Jesuítica sudamericana)
En América, durante los siglos XVII y XVIII, la actividad musical se centró en las Misiones Jesuíticas. Cuentan los documentos que los indígenas tenían una sensibilidad especial para la música, de la que se valían tanto para sus
Tenían amplios dotes naturales, así para la música vocal como para el rápido aprendizaje de la construcción y ejecución de instrumentos, enseñados y guiados por los padres jesuitas; eran muy buenos imitadores de cuanto veían y oían.
Los sacerdotes y misioneros de la Compañía de Jesús, conocedores del misterioso poder ejercido por la música en el alma de los hombres, entonaban cánticos espirituales llamando la atención de tropas de indios que acudían a oírlos y aprovechando este especial gusto y sensibilidad, recurrieron a este
El Papa Benedicto XIV, habiendo tomado conocimiento del grado de adelanto que habían alcanzado las Misiones Jesuíticas en el arte musical, en la Encíclica del 19 de febrero de 1749, expresaba: "…Tomaron ocasión de esto los misioneros, valiéndose de piadosos y devotos cánticos para reducirlos a la fe de Cristo, de suerte que actualmente casi no hay diferencia alguna entre las misas y las vísperas de nuestros países y las que allí cantan."
En cada reducción se estableció una capilla de músicos indios muy bien instruidos.
El material aquí presentado corresponde a la Colección de Manuscritos Musicales del Archivo de la Catedral de Concepción de Chiquitos, Bolivia, y representa parte del testimonio más importante de la utilización de las artes, en especial de la música, en la evangelización de América.
El clima había moderado su carácter. De los arranques violentos pasaban a la depresión. La naturales, de extraordinaria riqueza, habían puesto a su fácil alcance los
No se ha podido comprobar que fueran caníbales, tal como lo sostuvieron los primeros conquistadores. Por el contrario, hay documentos fehacientes de su mansedumbre, de su temor por los blancos, de su buena disposición para servirlos, tanto de guías como llevándoles alimento.
Las versiones de su antropofagia y de su ferocidad fueron exageradas, como lo demostró la facilidad con que se los sometió a la vida de las misiones.
Hubo autores que insistieron en el canibalismo de los indígenas del Río de la Plata y del Paraguay. Lo afirmaron los compañeros de Solís, el gran navegante que descubriera nuestro estuario. También lo dijo el Padre Lozano. El marinero Puerto, sobreviviente de la expedición de Solís, sostuvo que los charrúas, a quienes debe considerarse como pertenecientes a la raza guaraní, se habían comido a su jefe.
Idéntica aserción sobre la antropofagia de los indios de esas regiones se encuentra en otros documentos, como en la carta de Pedro Ramírez sobre el viaje de Gaboto al Alto Paraná, y en los trabajos de Schmidel, uno de los cronistas de la época que mejores documentos ha dejado sobre estos temas.
La verdad es que el espíritu guerrero de los indígenas lo provocaba la codicia ilimitada y los malos tratos de los conquistadores. Es por esto por lo que tan mal fin tuvieron los primeros fundadores de Buenos aires y la tripulación del bergantín bermejo, acuchillada por los naturales de la región.
En cambio, Álvar Nuñez, en su largo viaje por tierra, desde Cananea hasta Asunción, atravesando tierras vírgenes para los europeos, recibió buena ayuda de ellos.
Tampoco tuvieron dificultades las múltiples expediciones despachadas desde Asunción para la fundación de nuevas ciudades, ni los audaces conquistadores que desde esta ciudad partieron en busca del Perú.
La verdad es que desde que los conquistadores ponen su planta en el Nuevo Mundo, los acucia el deseo de descubrir oro, arrebatándolo a quienes lo tenían. La explotación inhumana del indígena se convirtió en una norma impuesta por los expedicionarios, contra las mismas disposiciones reales. Este trato despertó el espíritu de rebelión de los indígenas, que defendieron armados su tierra, sus mujeres y su libertad.
La crónica de la conquista es pródiga en luchas contra los indígenas. A veces los españoles se imponían desde el primer momento por el terror. Otras los indios tomaban la iniciativa.
Entre estas rebeliones la más famosa fue la encabezada por Oberá. Este cacique, cuyo nombre significaba "resplandor del cielo", prometió a los indios que los libertaría de la dominación española, presentándose ante ellos como el hijo de Dios, que compadecido de las miserias que azotaban a la nación guaraní, se había hecho hombre para libertar a su pueblo. La principal arma que emplearía en la lucha contra los españoles era un cometa que había aparecido por occidente y que él sostenía haber escondido para abrasar con él a los invasores.
Rápidamente Oberá conquistó adeptos. Pueblos guaraníes enteros, cansados del régimen de esclavitud al cual habían sido sometidos, se ponían a sus órdenes. Pronto, encabezando una gran masa de indígenas, con sus mujeres y sus hijos, buscó poner distancia entre él y los españoles, dirigiéndose al Paraná mientras enviaba a uno de sus jefes, Quirará, en busca de nuevas adhesiones.
No en vano los españoles habían sometido a los indígenas a tal explotación. El verbo de Oberá cundió rápidamente y en corto tiempo no quedaron indios dispuestos a servir a los conquistadores.
Ante la amenaza de una rebelión que día a día tomaba mayores proporciones, Juan de Garay, dejando a Asunción preparada para la defensa, resolvió marchar hacia el norte con ciento treinta de sus mejores soldados, subiendo por el Paraguay y luego por tierra hasta el nacimiento del Iparé, con el fin de cortar el paso a los indios que bajaban para unirse a Oberá.
Fue en este último lugar donde, según cuenta el Padre Lozano, dos jefes guaraníes, Pitum y Coraci, enviados por el cacique Tapuy-Guazú, desnudos y sólo con dardos en la mano, se acercaron a las tropas españolas lanzándoles este desafío:
"Venimos enviados de nuestro cacique a castigar el atrevimiento de haber venido hasta aqueste paraje con tal débil poder. Salga cualquiera de vosotros armado de lanza y escudo, o de espada y rodela, que aunque pudiéramos traer arcos y flacas, cedemos gustosos a esas ventajas, porque es voluntad de nuestro cacique escarmentemos vuestra osadía venciéndolos con esta arma desigual. Y si no queréis medir las armas, midamos siquiera los brazos peleando desarmados hasta decidir el pleito con la muerte de los más cobardes, que sois vosotros. Y si aun esto os desagrada, salgan dos españoles para cada uno de nosotros y sean los más preciados valientes, porque en venceros quede acreditado el
Fueron dos soldados, Espeluca y Juan Fernández de Enciso, los que, armados de espada, recogieron el reto trabándose en singular combate con los indígenas en
El resultado de este combate fue tan decisivo que, reunidos los jefes que acompañaban a Tapuy Guazú, resolvieron ofrecer la paz a Juan de Garay, abandonando la idea de reunirse con Oberá. De allí, guiado por sus nuevos aliados, marchó el jefe español contra los "taquimirís", a quienes sorprendió y acuchilló. Poco después pudo comprobar que nada tenían que ver los tapuimiríes con la rebelión de Oberá. Tres pueblos más corrieron igual suerte.
Mientras tanto Oberá estaba preparándose para la guerra de Ipanemé, lugar en el cual Guayracá, capitán de sus tropas, había construido un fuerte con torreones. Tenía a sus órdenes dos mil indios traídos por el cacique Yaguatatí. Mil por Tanimbaño. Novecientos por Curapy, famoso por su valor. Doscientos cincuenta por Ibiriyú. Por su parte, Tapucane y Yacaré comandaban trescientos cincuenta cada uno.
El encuentro fue en extremo sangriento, imponiéndose la organización y las armas de fuego de los españoles. Casi todos los jefes indios murieron en la lucha. Oberá pudo desaparecer. Su nombre perduró entre los indígenas como el de una
LA CARTA DE GONZALO DOBAS A FELIS DE AZARA(documento)
Para recoger una impresión directa de cómo veían el territorio de Misiones los españoles, es interesante reproducir algunos párrafos de la carta que el Capitán Gonzalo Doblas envió a Félix de Azara sobre las características de la región.
"La temperatura es benigna y saludable, y aunque se distinguen las estaciones de invierno y estío, ni uno ni otro son rigurosos, sucediendo en esta provincia lo que es común a la de Buenos Aires y Paraguay, de experimentarse muchos días de calor en el rigor del invierno y otros fríos en el verano. Es el aire más húmedo que seco a causa de los muchos bosques y ríos y en los pueblos inmediatos a ellos experimentan en invierno frecuentes neblinas que duran hasta los diez días.
Donde has árboles es tanta la espesura desde su orilla y tan cubiertos de maleza, que es muy difícil el entrar en ellos y en los
"En estos bosques, así como en los que se hallan en las alturas, como en los valles o quebradas, se encuentran muchas maderas de varias especies a propósito para construcción de embarcaciones, fábricas de casa y
"La calidad de la tierra es gredosa, mezclada con cieno o tierra hortense, con mucho esmeril y alguna arena; su color es rojo como la almagra y sólo en algunos bajíos se halla tierra negra.
"El trigo aunque no rinde tanto como en Buenos Aires, con todo se recogen buenas cosechas, siendo por lo regular dar diez por una. El arroz se cría bien y viene con abundancia, el maíz lo mismo y todo cuanto se siembra produce bien.
"Lo mismo sostiene en lo que respecto a la yerba mate y al algodón, así como de la caña de azúcar, el cacao, el añil, las batatas y la mandioca.
"En cuanto a los frutales, destaca la corpulencia de los naranjos y
Menciona Gonzalo de Doblas las minas de cobre y de cristal de roca, y la existencia de canteras de piedra para edificar, "muy dóciles de labrar y de mucha consistencia para permanecer".
Señala la falta de sal y de cal y afirma que ésta se puede suplir con caracoles grandes calcinados, método al cual hemos hecho referencia al describir el territorio de Misiones.
Insiste mucho en la bondad del clima, en la inexistencia de insectos parasitarios, en la falta de enfermedades y en la mansedumbre y espíritu de obediencia de los indígenas.
En este territorio de clima acogedor y naturaleza pródiga, libre casi de enemigos, se instalarán los Jesuitas.
El Régimen de las Misiones.
Puesta en sus manos la reducciónI de los indios, los jesuitas apelaron en la mayoría de los casos a un régimen
Conferían a estos caciques el título de capitanes, con mando para la guerra sobre un número determinado de hombres, y ciertos hombres, como por ejemplo: un bastón con puño de plata que podían usar dondequiera que estuviesen y un lugar de preferencia en la iglesia. Estos honores, hereditarios, se transmitían de generación en generación.
Las obligaciones fiscales con la Corona fueron reducidas notablemente; consistieron en un impuesto anual de un
Este régimen era mucho más favorable que el impuesto a los encomenderos quienes debían pagar un jornal de cuarenta reales mensuales (un real es un cuarto de peseta) a cada indígena y cinco pesos anuales por cada uno de ellos a la Corona.
El privilegio concedido a los Padres Jesuitas provocó fuerte resistencia entre los encomenderos, y disputas de las cuales fueron víctimas los indígenas.
Pero pese al trato indudablemente superior que imperaba en las misiones y a las ventajas que importaba sobre el
Los más rebeldes quisieron mantener su libertad. Así fracasaron las misiones de Baradero y Quilmes, las más próximas a Buenos Aires y las que se intentaron fundar en la Patagonia, hasta donde trataron de extender su influencia los miembros de la Compañía de Jesús, destruídas en una rebelión de los indígenas de esa región.
Tampoco pudieron ser dominados los malineyas, los guatas y los ninaguiguilas, tribus de gran belicosidad.
Nunca aceptaron el régimen de las misiones los guayanas, que comprendían a todas las tribus no guaraníes, aun cuando eran mansos y vivieron en buenas relaciones con los religiosos, con los que intercambiaban productos. Igual cosa ocurrió con los charrúas, los bugres, los payaguas, los tobas y los mocovíes.
Otras tribus como la de los guanás, reclamaron volver a su antiguo estado después de algún tiempo en las misiones, alegando no querer sentir siempre sobre sí la vigilancia de Dios que, tal como ellos habían entendido las enseñanzas de los padres, estaba en todas partes espiando sus actos.
Fracasó asimismo después de 17 años de esfuerzos, el intento de someter a los guaycurúes.
Pero los jesuitas no solamente apelaron a los métodos pacíficos, a la prédica del evangelio, a las promesas. También lo hicieron a las armas. Bajo su dirección, el cacique guaraní Maracana venció a los caciques rebeldes Taubiú y Atiguaje. También fueron derrotados por las fuerzas de la Compañía de Jesús Yagua-Pitá, Guirá-Vera y Chimboí. Estas
Algunos jesuitas perdieron la vida, muriendo asesinados los padres González,
Instalados ya en su nuevo centro de actividad, la Compañía dedicó buena parte de sus energías a buscar el camino del
Este intento provocó un fuerte choque con las colonias de deportados lusitanos y
Los paulistas, llamados también mamelucos, frente a la amenaza que para ellos representaba la actividad de los misioneros en busca de un camino hasta la costa del Atlántico, decidieron poner límites a dichas actividades por medio de la fuerza. Asaltaron las reducciones de la provincia del Guayrá, las más antiguas, arrasaron las construcciones, mataron a cuantos pretendieron oponérseles y se apoderaron de todo el
Una nueva amenaza de ataque decidió a los jesuitas a abandonar sus 13 misiones en la provincia mencionada.
Bajo la dirección del Padre Montoya, doce mil personas en setecientas embarcaciones emprendieron el camino hacia el actual territorio de Misiones bajando por las aguas del Paraná.
Fue una emigración trágica en la cual sólo la firmeza y el temple del Padre Montoya, hombre de gran prestigio entre los misioneros, pudo evitar desastres mayores.
Los rompientes del río destrozaban las embarcaciones y la peste diezmada a los indígenas, que pagaron un duro tributo a la evacuación de las misiones del Guayrá. No menos que el de los 60.000 naturales arrebatados por los paulistas.
Después de haber tenido que suspender el viaje durante toda una estación acampando a orillas del río y sembrando para mantenerse, llegaron a las reducciones instaladas a orillas del río Yabebirí. Estas reducciones constituyeron el núcleo central del imperio jesuítico en el Paraguay, denominando a las 13 primeras con los nombres de las que habían abandonado en el Brasil.
Sólo treinta años después, florecientes las nuevas reducciones, volverían a buscar la salida por el Atlántico, pero en esta oportunidad a la altura de Porto Alegre.
El progreso de las misiones fue rápido. Todos los productos obtenidos por el trabajo, de los indígenas eran almacenados, encargándose los jesuitas de distribuir lo necesario para la alimentación. El resto era enviado a Buenos Aires, donde tenían establecidas
Los tejidos utilizados eran los de algodón que se hacían en la región. El suelo daba alimentos abundantes. Sólo la sal se traía del Río de la Plata para las viviendas se utilizaban los materiales de la región a los cuales hemos hecho ya referencia. También fabricaban sus armas y la pólvora.
Constituía además una fuente de abundante riqueza la yerba mate y los algodonales.
Doblas, teniente de gobernador del
Además de la agricultura y de los tejidos, las misiones explotaban la ganadería. Habían conseguido formar grandes rebaños, dedicando algunas de las misiones a su cuidado, mientras otras se especializaban en el algodón y la yerba.
Tenían monopolizado el comercio. Salvo en seis de las misiones que podían comerciar libremente, en las demás todo tráfico de cosas se hacía por intermedio de los padres.
Los indígenas no conocían la
Vestían los indios calzón,
Las indias vestían lo que se llamaba "tipoy", camisa de algodón también, con
El uso del
En la
En cuanto a la mandioca, era servida ya sea cocida o tostada al fuego. Otras veces se partía en trozos que secados al sol durante varios días eran convertidos luego en
El otro gran alimento era la yerba, consumida en forma de infusión, bebida directamente de un recipiente formado por una pequeña calabaza vacía, el mate, o sorbida por medio de la
Carne se comía poca. Era repartida dos o tres veces por semana, de acuerdo a las
Era para exportar todos los productos que obtenían de las reducciones sin dar intervención a Buenos Aires, por lo que durante tantos años, aún después de las sangrientas disidencias con los mamelucos, buscaron los jesuitas una salida directa al mar.
Tuvieron, las Misiones, una independencia casi absoluta, pese a formar parte de la Monarquía Española, cuyas disposiciones y
Los obispos en cuya jurisdicción se hallaban ubicadas, no podían intervenir para nada en su vida, ni aún como autoridades supremas de la iglesia para investigar o inspeccionar el cumplimiento de las disposiciones religiosas. Dos obispos tuvieron con los padres Jesuitas incidencias famosas. El Obispo Cárdenas, que fracasó en su intento de visitarlas y el Obispo Antequera, quien finalmente pagó con su vida su lucha contra la Compañía de Jesús. En realidad, Antequera representaba los
Fueron los padres jesuitas sobrios y disciplinados en un ambiente en el cual había imperado hasta entonces un discrecionalismo absoluto en las costumbres.
No solamente se dedicaron a la organización de los indígenas y a la vigilancia de su trabajo o al cual comercio de los productos que obtenían. Prestaron atención a las investigaciones científicas y a los estudios. Construyeron cuadrantes solares, analizaron la naturaleza de la región, su geografía, su población animal y vegetal, describieron los ríos y las
En San Miguel, Santa María, San Javier, Loreto y Corpus instalaron imprentas en las cuales se imprimía en lengua guaraní. El primer libro publicado fue Martirologio Romano, aparecido en 1700. Cinco años después, se imprimió, con cuarenta y tres láminas grandes y sesenta pequeñas, Diferencia entre lo temporal y lo eterno, de Nieremberg. Cada pueblo tenía su escuela, donde la enseñanza era impartida en guaraní. Y no fueron sólo los jesuitas los que se dedicaron a la literatura y a los estudios. Hubo entre los indios algunos que demostraron verdadero talento y pudieron ver publicadas sus obras. Así a Nicolás Yapuguay le fueron publicadas dos de carácter religioso, a otro indígena la historia del pueblo de Yapeyú, a un tercero un drama religioso. Hubo entre ellos uno que se dedicó a la cartografía y levantó un mapa de la región.
Además a los que demostraban inclinación a ello, les enseñaban los misioneros mecánica, escultura,
Se trabajaba también el cuero. Se hacían con él arcas, cajas,
Organización de los pueblos.
Cada uno de ellos estaba constituido por una plaza de 125 metros de lado, en uno de cuyos costados se levantaba la iglesia, el convento y el cementerio, y en cada uno de cuyos ángulos había enclavada una cruz.
En la plaza desembocaban las calles formadas por dos filas de casas distribuidas en
Algunas casa eran de sillería, otras tenían además
Se empleaban las piedras de las canteras próximas y las maderas de los bosques que las rodeaban.
Los techos a dos aguas tenían una inclinación pronunciada, para soportar lluvias continuas, y en su construcción se utilizó en primer término la paja, pero como esto dio lugar a que ardieran completamente durante las invasiones de los mamelucos, se hicieron luego de tejas.
El
Las calles estaban sombreadas por naranjos que daban a la fisonomía de los pueblos un matiz simpático.
Para defenderlos de las incursiones de los mamelucos de San Pablo, se los rodeaba de poderosas tapias o fosos profundos, combinándose en muchos casos ambos medios de defensa.
Estaban casi siempre ubicados en mesetas por razones de vigilancia y de higiene y eran
Los conventos eran de gran amplitud divididos en dos partes correspondientes a los dos patios. Sobre el primero, de sesenta metros por cuarenta, daban las celdas, generalmente de seis metros por seis, blanqueadas, el
Muchas novelas se han
En el segundo patio estaban los talleres de pinturas,
Las iglesias eran suntuosas y amplias, de tres y cinco naves. Buena prueba de esta suntuosidad la dan no solamente la observación de las ruinas sino el hecho de que todavía en 1817, cuando el general portugués Chagas saqueó los pueblos jesuitas de la margen izquierda del Uruguay, obtuvo un botín de 750 kilos de plata, siendo lo más probable que para esa fecha ya los mismos padres hubiesen extraído casi todas las riquezas.
Los indígenas, antes de la venida de los jesuitas, curaban sus males con yerbajos y conjuros, ejerciendo la profesión de
Cada pueblo tenía además una casa donde se recluía a las mujeres de vida libre, a las esposas cuyos maridos emprendían largos
Para comunicar sus reducciones, construyeron una buena
Además de esos caminos principales que comunicaban entre sí las reducciones, tenían una extensa red de caminos y sendas secundarias, que llegaban a todos los pueblos y a las
Para tener agua en forma permanente, cada pueblo poseía
El excedente de agua iba por otro canal a un depósito más pequeño de forma trapezoidal.
No menos hábiles que en la construcción de caminos, subterráneos y depósitos de agua, lo fueron los jesuitas en la construcción de puentes. Sobre el arroyo Chirimay, cuyo cauce normal tiene 15 metros de ancho y 1,5 de profundidad, pero cuyas crecidas son muy peligrosas, quedan restos de uno de ellos.
Tenía una anchura de 4 metros y una longitud de 19. Su altura sobre le nivel común del agua era de 3 metros.
Pero más que puentes, el problema para facilitar las comunicaciones era le paso de los pantanos. Con este fin se construían calzadas de piedra que cumplían suficientemente sus fines.
Hasta se supone, sin que existan datos serios, que iniciaron el drenaje de la laguna de Iberá, para convertir los bañados en tierras de pastoreo.
La población de cada misión se puede calcular en 3.000 habitantes. En Yapeyú, asiento de las autoridades principales, se elevaba a 7.000, y en Santa Ana, a 5.000.
En el año 1743, cuando las misiones alcanzaron su mayor prosperidad, su población total llegó a 150.000.
Para guardar el orden y hacer frente a cualquier ataque, tenían fuerzas propias autorizadas por la Corona. Estas fuerzas estaban especialmente destinadas a hacer frente a los mamelucos.
Eran los mamelucos los principales enemigos, aunque no los únicos. Éstos atacaban las reducciones tanto por la amenaza que significaba para ellos su presencia, de lo que ya hemos hablado, como también con le fin de tomar prisioneros a los indios y venderlos como esclavos no sólo en San Pablo, sino en el vasto
Los otros enemigos a los que tenían que hacer frente eran algunas tribus de indios no reducidos, como los yarás mimanes, mohanes y charrúas, que cuando llegaba la mala época, época de sequías, de hambre, acometían las misiones guaraníes para robarlas. Pero no se contentaban con esto, sino que además asaltaban las capillas y estancias, donde sabían que había indios en pequeño número, los mataban y se llevaban las mujeres y niños.
Generalmente se juntaban en gran número y atacaban por sorpresa. Otras veces se juntaban en
Constituían los guaraníes en cierto modo una avanzada de defensa sobre las fronteras, ya que al defender sus tierras defendían también las fronteras de la provincia, por estar situadas en el límite
Se componía esta milicia de
Para la instrucción militar de los indígenas trajeron de
Había en cada misión centinelas permanentes y un
En cuanto a las autoridades civiles, estaban constituidas por un corregidor, dos alcaldes mayores de primero y segundo voto, teniente de corregidor, alférez real, cuatro regidores, alguacil mayor, alcalde de la hermandad, procurador y escribano. La elección de estas autoridades se efectuaba en la misma forma que la de los cabildos de las ciudades.
Cuando la reducción alcanzaba a estar compuesta ya de ochenta familias, se elegía un Alcalde, si había más de este número se elegían dos, pero aunque el número de familias fuese mucho mayor, más de dos no podían nombrarse.
A medida que el pueblo crecía, aunque no se aumentase el número de Alcaldes, se aumentaba en cambio el de Corregidores, que tampoco debía pasar de cuatro.
Cada tres años se nombraba por Indias un Corregidor español que vivía en el pueblo principal o cabecera, el que tenía atribuciones civiles, militares y judiciales. Cuando las misiones crecieron en importancia se nombró esta autoridad en cada pueblo crecía y al cabo de cinco años debían estar ya provistos.
En general, la justicia era administrada por los padres jesuitas, y para los delitos menores, que eran comunes, el correctivo eran azotes.
Delitos más graves se castigaban con prisión y a veces con expulsión de las reducciones.
Existía también un tribunal integrado por tres misioneros de pueblos vecinos, para dirimir los pleitos sobre
En cuanto a la dependencia de los indígenas con respecto a los padres, era casi absoluta. Pertenecían a la comunidad desde los cinco años. Desde esa edad, su día comenzaba al alba, en que marchaban a la iglesia, de donde una vez oída misa se encaminaban a sus trabajos en el campo o en los talleres.
Se dirigían al trabajo todos juntos, llevando cada día el santo correspondiente, que era el que abría la procesión en medio de los cánticos y coros religiosos, que por otra parte, seguían entonando durante todo el tiempo del trabajo.
El regreso era a las tres de la tarde y, después de una nueva misa, volvían a su casa. Luego, después de unas horas, se daba la señal de la queda después de la cual estaba prohibido transitar por la calle. El que, violando esta disposición, fuera encontrado por los encargados de la vigilancia, era castigado.
Los tres primeros días de cada semana, se había prescrito que los indios trabajasen para la comunidad, en aquellas tareas que los misioneros dispusieran. Los demás días laboraban en sus chacras, siempre bajo la rigurosa vigilancia de los padres jesuitas.
Los niños en las reducciones pasaban poco tiempo en su casa, pues una parte del día la pasaban en la iglesia rezando, otra trabajaban en el campo común donde recogían algodón o maíz, yendo los muchachos y las muchachas en
Las niñas se ocupaban de recoger los capullos de algodón, de espantar a gritos y con mucho ruido las bandadas de loros y otras
Los niños que demostraban capacidad eran instruidos, enseñándoles a leer, escribir y contar. Además de ésta, que venía a ser la instrucción primaria, había una escuela superior donde aprendían canto, música y danza.
Había también una escuela de artes y oficios, de donde salían pintores, escultores, herreros, tejedores, etc.
Los niños se mantenían separados de las niñas hasta que éstas cumplían quince años y aquéllos diecisiete. Entonces era llegada la época en que se trataba de casarlos. La dote que llevaban ambos al matrimonio era más o menos la misma para los dos e igualmente pobre.
Era común que se celebrasen varios matrimonios juntos.
Los guaraníes no conocieron la monogamia hasta la llegada de los jesuitas, pues convivían con varias mujeres, especialmente los caciques y los indios ricos que podían mantenerlas, viviendo todos además e completa promiscuidad.
Los misioneros instauraron la familia monogámica, consiguiendo al cabo de bastante tiempo y con mucha paciencia, que cada indio tuviera una mujer, y ocupase con ella y sus hijos una casa.
Por otra parte, los indios eran admitidos en las reducciones, pero no bautizados hasta que ese requisito no fuese estrictamente cumplido. Las indias eran antes de las misiones, tomadas como mercancía de cambio por el padre o los hermanos que las vendían, entregándolas por un
Esta condición de la mujer cambió con la llegada de los jesuitas, los cuales al cimentar la familia monogámica, le permitieron tener un
Historia Activa
El testimonio de un jesuita–maestro: cómo se instruían y trabajaban los jóvenes en una misión.
La
A estas voces y al ruido de Los tamboriles van saliendo de sus casas y encaminándose al patrio de la iglesia, a un lado Los mutates y a otros las muchachas. En juntándose, comienzan las oraciones (…)
Acabada la Misa (…) salen Los mutates al patrio de Los padres; vuelven allí a rezar un poco y cantar algunas de sus canciones. (todas estas canciones son en su Lengua), se les del de almorzar. Después, cargan con la comida de medio día, Los peroles para cocerla, Los escardillos para escardillar Los sembrados, que es faena muy frecuente, u otros instrumentos para otros tabajos y una pequeña estatua de san Isidro
Colocados en su lugar, empiezan Los de las más claras voces el Padre Nuestro y demás oraciones, repitiendo todos. Después empieza el catecismo con preguntas y respuestas entre cuatro: y hacen dos coros. Acabado el catecismo, viene un alcalde de Los suyos, que siempre está con ellos, a avisar al padre que ya se ha acabado el catecismo para que vaya a enseñar la doctrina. Al ir a la iglesia comienza a tocar la campana al Rosario, para que mientras dura la doctrina pueda venir el pueblo. Acabada ésta, entra el Rosario y lo demás como se dijo. Van Los mutates al patio: rezen otro poco: dáselas ración de carne, y diciendo a voz en grito todos juntos: Tupá Tanderaaró Cheruba, Dios te guarde, padre mío, se van a sus casas.
José S. Cardiel S. J. Este sacerdote se desempeñó como maestro en una misión. Citado por J. L. Busaniche, Estampas del pasado.
Capítulo V
los últimos años de las misiones.
n 1750 se inició la decadencia de las misiones. Fue el punto de partida de esta decadencia, que finalizó con la expulsión de los padres jesuitas de América del Sur, el tratado de los límites firmado ese año entre la Corona española y la portuguesa.
De acuerdo a sus términos, en compensación de la Colonia del Sacramento, que debía volver a manos españolas, pasaba al dominio portugués el territorio de Río Grande del Sud comprendido entre los ríos Uruguay e Ibicuy, en el cual había siete pueblos jesuitas con 29.191 habitantes.
Se autorizó el
Además de los perjuicios que este traslado significaba, los jesuitas sufrieron con él un rudo golpe a sus deseos expansionistas. La salida al mar por Porto Alegre, que habían venido buscando desde su expulsión del Guayrá, quedaba cerrada para siempre.
Desde el primer momento los jesuitas expresaron a las autoridades legítimas su disconformidad con la escasa compensación y el corto plazo que se les concedía para el traslado. Con sus quejas acudieron al virrey de Lima, al confesor del Rey, al monarca y su Consejo, sin obtener satisfacción a sus demandas.
No fue extraño que posteriormente, cuando los indios se alzaron en armas contra el tratado, el marqués de Valdelirios, venido de España para su cumplimiento, y las autoridades portuguesas sostuvieran que los misioneros los habían incitado, aun cuando los jesuitas lo negaron.
Hubo indígenas prisioneros que declararon haber sido incitados por los jesuitas, pero otros afirmaron que se habían alzado en defensa de sus tierras, que les había dado el apóstol Santo Tomé.
Un año después de la
En 1750, cuando los demarcadores, protegidos por fuerzas militares, llegaron a San Miguel, alcanzó su punto culminante.
Mandados por el general José Tiarayú, lucharon contra las fuerzas españolas y lusitanas durante casi un año. Vencido y prisionero, Tiarayú fue puesto en libertad, organizó nuevamente sus fuerzas y volvió a la lucha hasta que murió en 1576.
Mandados por su sucesor, Languirú, volvieron los indígenas atacar, librándose una sangrienta batalla en Caybaté, en la cual perdió la vida el jefe guaraní. Con esta batalla terminó la guerra, y las tropas hispanolusitanas pudieron ocupar San Miguel y San Lorenzo.
El tratado fue declarado nulo en 1759 por Carlos III, quien enseguida de proclamado rey obtuvo su suspensión. Pero el desbande y la ruina de los siete pueblos jesuitas ya se había producido.
En 1767 los jesuitas fueron expulsados de toda América del Sur.
De esta expulsión dijo un comentarista de la época, Jerónimo Becker: "La expulsión de los jesuitas en 1767 fue el mayor golpe asestado a los indios desde el tiempo de la conquista. En los pueblos de españoles, sus colegios contenían los súbditos del Rey más capaces, industriosos y amigos del orden: historiadores, naturalistas, geógrafos, maestros y ministros espirituales de los pobres y enfermos; en las fronteras fueron los mejores pedagogos y protectores de los naturales y los pilares más firmes de la monarquía. Esta expulsión constituyó también un gran desastre para las misiones y para la influencia europea en las fronteras."
El decreto por el cual se expulsaba a los jesuitas de los dominios de España, fue el siguiente:
"Habiéndome conformado con el parecer de los de mi Consejo Real en el Extraordinario que se celebra con motivo de las ocurrencias pasadas, en consulta de 29 de enero próximo, y de lo que sobre ella me han expuesto personas del más elevado carácter; estimulado de gravísimas causas, relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi Real ánimo; usando de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la
Esta copia del real decreto por el cual se ordenaba la expulsión de los jesuitas del reino de España, está extraída del libro del padre Paolo Hernández, titulado El extrañamiento de los jesuitas del Río de la Plata y de las Misiones del Paraguay por decreto de Carlos III.
Comenzó la expulsión, por la de los padres de los distintos colegios que tenían establecidos en las ciudades más importantes, y siguió luego la de los misioneros.
En ambos casos hubo gran despliegue de fuerzas militares, con el fin, según dice el padre Pablo Hernández, de amedrentar a los numerosos partidarios que tenían en las ciudades y de impedir en las reducciones el levantamiento de los indios.
Tratóse de mantener lo más en secreto posible la orden de expulsión a fin de que se enterasen los interesados sólo en el momento de su ejecución, por temor siempre de las reacciones que podían esperarse. No obstante esto la
Siguiendo siempre el padre Hernández, vamos a relatar cuál era el procedimiento seguido por las autoridades militares, comisionadas por el gobernador Buccarelli, el mayor enemigo de los jesuitas a estar de lo que dice el autor arriba citado.
Un buen día llegaba de improviso un oficial español al mando de una pequeña tropa y pedía hablar con el jesuita encargado de la misión al que entregaba la orden de abandonarla y entregar al oficial la reducción, las
Los indígenas, preparados o no por los jesuitas para la resistencia, trataron de llevarla a cabo por todo los medios, ya sea implorando a los oficiales que no se los llevaran, y sea dejando abandonada la misión. Del padre Hernández que en todos estos casos sólo la gran influencia de los padres podía contenerlos, y que en el caso de un cacique que abandonó con toda su gente la misión, tuvo el jesuita encargado de ella que caminar dos días hasta encontrarlo y a duras penas consiguió convencerlo de que volviera.
En la mayor parte de los casos los jesuitas fueron tratados duramente por los comisionados de Buccarelli, los cuales, una vez que recibían las llaves y los libros, los dejaban encerrados en una pieza hasta el momento de partir. Otro hubo, en cambio, que los trataron más humanamente, lamentando verse obligados a cumplir con esa
Una vez en Buenos Aires, fueron los misioneros encerrados en conventos y privados de todo contacto con el mundo exterior. No podía llegar a ellos nadie ni nada de afuera, bajo graves penas. Hasta estaban privados de celebrar misa al principio. Esto luego fue derogado.
Esperaron así seis meses hasta que llegó el barco que los llevaría de nuevo a tierras de Europa. Salieron de Buenos Aires para ir a Italia o a Alemania.
Expulsados los jesuitas, se trató de mantener el régimen de las reducciones, nombrando para administrarlas empleados civiles y para los asuntos religiosos a sacerdotes de las comunidades de San Francisco, Santo Domingo y La Merced.
Ni los empleados ni los religiosos conocían a los indios, se lenguaje y sus costumbres, así como tampoco el régimen
Una mala administración en la cual no se ponía interés alguno de conservación, fue minando la riqueza de las misiones.
El establecimiento de españoles en los pueblos que componían las misiones trajo frente al ejemplo de sobriedad y trabajo que habían dado los jesuitas, el de los vicios y malos ejemplos de muchos de ellos, lo que desmoralizó a los indígenas y los empujó a volver a sus
El ganado comenzó a mermar y los yerbales a desaparecer por la falta de reposición. Los indios volvían a su vida nómada.
Los algodonales fueron también destruidos, terminando así lo que constituía la riqueza de las misiones.
A los diez años de la expulsión, los habitantes habían disminuido en una octava parte y treinta años después a la mitad.
La pobreza obligó a los indios a descuidar la vestimenta a la que se habían ya acostumbrado y andaban sucios y rotosos.
Las casas fueron destruyéndose sin que nadie se ocupara de repararlas.
La disminución se operó de acuerdo al siguiente gráfico:
Al ser expulsados los jesuitas se puede calcular la población en 88.864 indígenas; en 1772, 80.352; en 1785, 70.000; en 1797, 54.388, y en 1801 42.885. Un censo efectuado en 1814 arroja 21.000 indios para un total de 23 pueblos, calculándose en otros 7.200 los que habitaban en los siete pueblos que tomaron los portugueses.
En cuanto al ganado, sufrió una disminución semejante. A los cuatro años de la expulsión de la Compañía de Jesús, había quedado reducido en una cuarta parte.
La miseria progresiva que fue envolviendo a las misiones se pudo apreciar ya en 1776. Los pueblos tenían en esta fecha muy escasos recursos. El algodón y los yerbales estaban desapareciendo. El
De este desastre daba también cuenta el virrey Vértiz en 1784, lamentando que las misiones tuviesen en caja un déficit de 67.000 "sin embargo de toda aquella exactitud y diligencia de los ex jesuitas."
El afán de encontrar los
En 1803 el gobernador Velazco abolió el régimen de comunidad que imperaba en las reducciones.
En el año de 1801, comenzó el desmembramiento de las misiones. Declarada en ese año la guerra entre España y Portugal, aprovechó el Gobernador de Río Grande la ocasión para arrojarse sobre las codiciadas posesiones españolas de la
La segunda separación tuvo lugar entre los años 1810 y 1811 cuando, separándose la Argentina y el Paraguay de la metrópoli, dejaron fijado qué pueblos pertenecían al uno y al otro.
Al estallar la Revolución de Mayo, los indígenas vivían en montoneras, no quedando ningún resto de su antigua organización.
Todavía el nombre de los guaraníes volvió a agitarse cuando Artigas, para luchar contra los portugueses, armó una montonera a cuyo frente puso al indio Andrés Tacuarí, más conocido por Andresillo.
Era éste Andresillo, un indio de una vivacidad tal y demostraba tan grandes cualidades, que admirado Artigas de ellas y como fuera huérfano, lo adoptó y lo nombró Capitán General de Misiones.
En 1815 formó Andresillo por orden de Artigas un pequeño ejército de guaraníes y al frente de 250 de ellos tomó al Paraguay los pueblos de Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio Miní y Corpus.
Alentados por este éxito quiso repetirlo el año siguiente con las misiones que fueran arrebatadas por los portugueses. Esto siempre bajo las órdenes de Artigas.
Se hizo preceder por una proclama a los indígenas de los pueblos sojuzgados, exhortándolos a sacudir el yugo portugués, y prometiéndoles que si combatían a su lado no dependían ni de españoles ni de portugueses, sino que serían libres y se gobernarían a sí mismos.
Produjo esto un efecto enorme entre los indios, tanto que no sólo consiguió formar con los que acudieron, un gran ejército, sino que incluso el regimiento de Milicias Guaraníes que habían puesto los portugueses para custodiar la frontera se pasó casi totalmente a sus filas.
Formó un ejército de 2.000 hombres, comenzó su expedición con muy buena fortuna: destrozó toda la guardia brasileña de Itaquí por donde cruzara y dispersó luego una avanzada de 300 hombres a
Derrotados, la represión fue terrible. El marqués de Alegrete y el general Chagas asaltaron los siete pueblos argentinos donde Artigas había organizado las montoneras y los incendiaron. Los restos de las construcciones jesuitas desaparecieron bajo el fuego.
Antes de incendiar estos pueblos, Chagas efectuó un saqueo minucioso, llevándose todos los objetos de valor, las imágenes, las campanas de las iglesias y los objetos de plata. De este metal recogió 750 kilos.
Al tener
La lucha, sin embargo, no había terminado. Mientras Chagas se tomaba tan terrible venganza, Andresillo reorganizó.
Por tercera vez el general portugués y el jefe indígena se encontraron en San Carlos. Esta vez Chagas era el sitiador y Andresillo el sitiado. Después de terribles combates, la plaza fue tomada por los lusitanos, pero el valeroso cacique guaraní se abrió paso sable en mano a través de sus enemigos rodeado de unos pocos adeptos.
La
Finalmente, vencido y hecho prisionero, fue llevado a Río de Janeiro, en cuya cárcel falleció.
Fue Andresillo el último de los grandes jefes guaraníes, el continuador de la tradición de Oberá, Tiarayú y Languirú. Al colocarse junto a Artigas luchó por la libertad y la independencia de sus pueblos, interpretando las aspiraciones de los demás indios, que lo siguieron en la lucha y en la muerte, volviendo a la vida nómada los que le sobrevivieron.
En Paraguay, dentro del mismo régimen de las misiones, los indios entraron a
Al ir huyendo de las misiones sus habitantes indígenas, fueron estos pueblos quedando abandonados, pero con el tiempo fueron poblándose algunos de nuevo, por los españoles esta vez y adquiriendo y conservando su aspecto del pasado. Otras quedaron definitivamente despobladas, dejando apenas como recuerdo de su existencia, las ruinas de sus casas e iglesias.
La Expulsión de los Jesuitas: Impresiones de un Testigo (1767)
Los jesuitas son detenidos en todas las ciudades españolas
Las órdenes del Rey se ejecutaron con la misma facilidad en todas las ciudades. En todas partes lo jesuitas fueron sorprendidos, sin haber tenido el menor indicio, y se puso mano sobre sus papeles. Se les hizo bien pronto partir de sus diferentes casas, escoltados por destacamentos de tropas que tenían orden de tirar sobre los que intentaran escaparse. Pero no hubo necesidad de llegar a este extremo. Dieron muestras de la más perfecta resignación, humillándose bajo la mano que los castigaba y reconociendo, decían que sus pecados habían merecido la pena con que Dios les castigaba. Los jesuitas de Córdoba, en número de más de ciento, llegaron a fines de agosto a la Ensenada, donde se les reunieron, poco después, los de Corrientes, Buenos Aires y Montevideo. Fueron enseguida embarcados y este primer convoy aparejó, como hemos dicho ya, a fines de septiembre. Los demás, en tanto, estaban en camino para llegar a Buenos Aires a esperar un nuevo
Llegada de los caciques y corregidores de las Misiones a Buenos Aires.
Se vio llegar, el 13 de septiembre a todos los corregidores y un cacique de cada pueblo con algunos indios de su séquito. Habían salido de las Misiones antes de que se supiese por qué se les hacía llamar. La noticia, que supieron en el camino, les hizo impresión; pero no les impidió continuar su marcha. La única instrucción con que los curas hubiesen previsto al partir a sus queridos neófilos, había sido no creer nada de todo lo que les dijese el Gobernador General, "Preparaos, hijos míos, les habían dicho, a oír muchas mentiras". A su llegada, se les condujo en derechura al Gobierno, donde yo estuve presente a su recepción. Entraron a caballo en número de ciento veinte y se formaron en media luna, en dos filas: un español, sabedor de la lengua de los guaraníes, les servía de intérprete.
Se presentan al Gobernador General.
El Gobernador apareció de un balcón; les hizo decir eran bienvenidos, que fuesen a
A mi partida de Buenos Aires, los indios no habían sido llamados todavía a la audiencia del General. Quería dejarles tiempo para aprender un poco la lengua y conocer la manera de vivir de los españoles. He estado varias veces a verlos. Me han parecido de un natural indolente y les encontraba el aire estúpido de animales cogidos en una trampa. Me hicieron notar que se decían muy instruidos; pero, como no hablaban más que la lengua guaraní, no puede apreciar el grado de sus conocimientos; únicamente oí tocar el violín a un cacique que se nos aseguraba ser un gran músico: tocó una sonata y creí oír los sonidos rutinarios de aristón.
Bougainville de, L.A. (1729-1814). Viaje alrededor del mundo
Resultados de la obra misionera: la transculturación del indígena.
El mantener a una comunidad indígena en permanente actividad productiva, no era una tarea fácil. Los guaraníes, acostumbrados al seminomadismo, a la práctica de una primitiva agricultura, a la caza y a la pesca, estaban habituados a procurarse nada más que lo necesario para el sustento diario; por lo tanto, les era extraño el concepto de producción y de
La labor cumplida por las misiones se tradujo en meritorios resultados: los indígenas aprendieron a trabajar la tierra, muchos jóvenes fueron iniciados en la práctica de artesanías (carpintería, herrería, platería, albañilería). Las mujeres, por su parte, aprendieron a hilar el algodón, dedicándose en especial a la tejeduría, en tanto que el trato
La instrucción tampoco estuvo ausente: en cada misión jesuítica se instaló una escuela para iniciar a los indígenas en la lectura y
Hubo indígenas que demostraron una especial aptitud para los trabajos artísticos —pinturas, tallas, esculturas—, muchos de los cuales se conservan. En tales casos, los misioneros supieron alentar esas vocaciones que se tradujeron en obras consagradas por lo general al culto y al
Las misiones también utilizaron la imprenta. Cuando en Buenos Aires y otras ciudades importantes aún no se practicaban las artes gráficas, algunas misiones imprimían sus propios libros —catecismos en idioma guaraní–castellano, diccionarios, gramáticas, obras de carácter religioso— destinados a adoctrinar a los naturales.
La concentración indígena en las misiones atrajo la codiciosa atención de aventureros (como los bandeirantes portugueses provenientes de San Pablo) que caían sobre ellas con la intención de capturar indios para venderlos como esclavos. Frente a tal actitud las misiones debieron defenderse y en 1641 los guaraníes, dirigidos por los misioneros, obtuvieron la victoria de Mbororé tras una sangrienta batalla librada contra centenares de bandeirantes. Por su parte, la Corona dictó una Real Ordenanza (1649) autorizando a las misiones a organizarse en milicias y a adiestrar a los naturales en el manejo de las armas para hacer frente a las constantes amenazas.
Conclusión:
Hemos llegado al final de este trabajo. Como pudimos ver a lo largo de estas páginas los jesuitas fueron de mucha importancia para la colonización de nuestro territorio ya que con sus reducciones lograron hacer buenos asentamientos.
En ellos enseñaron a los indios cómo trabajar para construir mejores casas, para tener buenas cosechas, para saber cuidar el ganado y para muchas otras cosas muy importantes. Les enseñaron cómo llevar una vida como la que Dios nos manda.
Logramos conocer, en el trabajo, muchas de las cosas que los jesuitas les enseñaron hacer a los indígenas; pero más allá de darles "tecnicismos" le trajeron la palabra de Dios y les trataban de enseñar lo mejor que podían a que la entiendan, ya que como sabemos, ellos poseían grandes diferencias culturales y una de las más difíciles fue haber aprendido hablar el idioma guaraní para poder comunicarse de la mejor manera posible.
Es una lástima que les hayan impuesto que debían dejar de
Biografías Funcionales
Biografía Funcional de:
Nacimiento: Loyola nació en el año de 1491 en el castillo ancestral de la familia en Azpeitia (Guipúzcoa) y de joven fue paje en la corte de Fernando el Católico, rey de Castilla.
Muerte: murió en Roma el 31 de julio de 1556. Ignacio fue beatificado por el papa Paulo V, el 27 de julio de 1609, y canonizado por Gregorio XV el 12 de Marzo de 1622. Su cuerpo fue sepultado debajo de un altar del templo del Gesú, en Roma. Aunque murió al cabo de solo dieciséis años de fundada la Compañía, esta Orden contaba ya unos 1000 miembros y cien casas de distribuidas en 10 provincias.
Familiares: Fue el último de los hijos de Beltrán Yañez de Oñaz y Loyola y de doña Marina Sáenz de Licona y Balda. En la pila bautismal se le puso el nombre de Iñigo, que después había de cambiar por el de Ignacio, nombre que aparece por primera vez en 1537, y desde esta fecha figuran los dos nombres indistintamente hasta 1542, en que desaparece el de Iñigo para no figurar ya más que una vez en 1546.
Estudios: Ignacio de Loyola se educó en Arévalo en casa del noble caballero Juan Velázquez de Cuéller,
Determinó emprender los estudios, luego de su
Grupo social al que pertenecía: Militar español y más tarde sacerdote.
Cargo Público: Ignacio recibió las órdenes menores el 10 de junio, el subdiaconado el 15; el diaconado el 17 y; por fin, el presbiterado el 24, de 1537.
Colaboradores: . Entabló
Actividad pública: Entre las obras que llevó a cabo el santo en Roma, las que realizó con mayor cariño, según se ve por su correspondencia, fueron la fundación del Colegio Romano (1551) y del Colegio Germánico (1552), habiendo hecho para las mismas toda clase de sacrificios. El éxito de la primera de estas dos instituciones se aseguró con la generosa esplendidez del duque de Gandía, virrey de Cataluña, que luego abrazó el instituto de la Compañía, y en ella terminó sus días, mereciendo el honor de los altares, con nombre de san Francisco de Borja. La fundación del Colegio Germánico atravesaba aún un período de luchas y dificultades al morir Ignacio; pero el resultado posterior probó a las claras la viabilidad y utilidad del
Ideología: La vida de Ignacio durante su juventud hasta caer herido en Pamplona e iniciarse el proceso de su conversión, fue la común y ordinaria de todos los jóvenes militares de su época. Sobre esto, empero, se carece de pormenores, y, además, hay gran contradicción entre los que escribieron de san Ignacio de Loyola; sin embargo, consta que a su conducta ligera unía grandes virtudes naturales: como soldado, era valeroso y esforzado; como caballero, cumplidor fiel de todos los deberes de su clase, y como cristiano y católico, en varias ocasiones dio a entender que era hombre de convicciones religiosas muy arraigadas y que profesaba especial devoción a la Virgen Santísima y al Príncipe de los Apóstoles.
El grande y complejo carácter de san Ignacio de Loyola, cuyas características fueron: una gran firmeza y decisión reguladas por la razón y el deber; un valor a toda prueba, una gran constancia, la sencillez informada por la prudencia, la humildad y al amor al prójimo. La concepción protestante y la jansenista de Ignacio de Loyola, que hacen de él un hombre insaciable, inquieto y pragmatista, no guarda relación alguna con la apacibilidad y activa, pero suave firmeza, que caracterizaron al hombre en la vida real. Que fue un hombre intensamente disciplinado, no hay lugar a dudarlo, y esta cualidad era innslable, tratándose de una institución joven y que crecía con gran pujanza; pero aunque tenía gran fe en la disciplina como factor educativo, subordinaba los motivos encaminados a la acción, al puro amor de Dios y del prójimo. Estudiando a Ignacio de Loyola como gobernante fue cuando Francisco Javier comprendió e hizo propio el principio de que la Compañía de Jesús se había de llamar "la Compañía del amor y de la conformidad de las almas".
Valoración: Son indudables los numerosos talentos que Ignacio poseía desde su juventud. Dios quiso que él mismo los descubriera y que encontrara el camino donde ponerlos en práctica. Su accidente significó un cambio radical. Gracias a este, se puso al servicio de la Iglesia y de la humanidad entera y a través de su ejemplo propagó el Evangelio y la alegría de vivir como cristiano. Su fe, su coraje y su empeño por enaltecer a Cristo, lo llevó a fundar la Compañía de Jesús, institución que, a través de sus seguidores, hizo de pueblos indígenas, carentes de religión, verdaderas comunidades y demostraron ser, tras las advenientes persecuciones, incansables voces sedientas de proclamar la Verdad, sin importar dar la vida por defenderla.
Fuentes:
- Enciclopedia Encarta’97.
- Astrain, Historia de la Compañía de Jesús, en la Asistencia de España, Tomo 1: San Ignacio de Loyola pág. 1540-1558, Madrid 1902.
- Bartoli, Della vita di San Ignazio (Roma,1650).
- Estudio crítico y documentado de los hechos ignacianos relacionados con Montserrat, Manresa y Barcelona (Barcelona,1922).
- Vida del padre Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (1º edición, en latín, Nápoles, 1572; edición castellana, Madrid, 1583).
- Diccionario
Clarín . - Diccionario Enciclopédico Larousse.
Biografía Funcional de:
Nacimiento: Nació en el castillo de Javier en1506. Último vástago de loas castellanos de Javier, fue sexto hijo, que vino al mundo el martes Santo, 7 de abril de 1506, recibiendo en el sagrado bautismo el nombre de Francisco.
Muerte:
Glorificación del apóstol (muerte de Francisco Javier)
Muerto el santo padre, Antonio de Santa Fe amortajó el cadáver, lo encerró en una caja de madera, y a fin de que consumiéndose más fácilmente las carnes se pudiesen después trasladar mejor los huesos, echó dentro buena cantidad de cal, y así fue sepultado el 4, después de mediodía, y allí estuvo hasta el 17 de febrero del siguiente año, en que el capitán de la nao Diego Pereira mandó desenterrarlo para llevarlo a Malaca, siendo hallado entero y sano. Sabido en Malaca que venía el cuerpo del santo padre Francisco de Javier entero e incorrupto, su devoto
Ha fascinado al pueblo cristiano aquel prodigo de santidad, aquel heroísmo, aquel maravilloso celo acompañado de los más extraordinarios carisma de su apostolado; por esto las multitudes se agolpan en grandes peregrinaciones alrededor de su cuerpo incorrupto, conservado en el Jesús de Goa en la magnífica
Familiares: don Juan de Jassu y doña María de Aspilcueta
Estudios: De la educación e instrucción que el niño Francisco recibiría en el castillo de Javier, sólo nos es dado conjeturar por el piadoso ambiente que en él se respiraba y por la noble tradición de tan ilustre casa. Por lo que creemos que en el mismo, junto con las primeras ideas religiosas infundidas en la infancia por su piadosos madre, también aprendería las primeras letras, y por ventura en Sangrase, latín y humanidades. Huérfano de padre desde los nueve años, subyugaba su patria a la ambición de Fernando, un año después de la capitulación de Fuenterrabía, en Setiembre de 1525, consintió su madre que se dirigiera a París para buscar en la carrera de las letras la gloria y honroso porvenir que a sus hermanos había negada la de las armas.
Los estudios en París (1525-1535). Con altas pretensiones llegó Francisco de Javier a París el 1º de Octubre, instalándose en calidad de interno en el colegio de Santa Bárbara. Comenzó por el repaso de las humanidades (1525-26) en el colegio de Mantaigu, y después sucesivamente oyó en el mismo colegio de Santa Bárbara los
Grupo social al que pertenecía: Apóstol de las Indias y del Japón, declarado por el santo padre Pío X "patrono de la Obra de la Propagación de la FE", cuya significación en la historia de la iglesia moderna ponderó el papa Pío XI en sus Letras Apostólicas Meditanlibus Nobis, al reverendo padre V. Ledochoswki, propósito general de la Compañía de Jesús. Fue el más glorioso e ilustre de los Javieres.
Colaboradores: La Providencia, que velaba por él, le deparó para guías al español doctor Peña y al angelical saboyano, hoy beato Pedro Le Fèvre, cuyo compañero de aposento fue en el colegio de Santa Bárbara, y desde el otoño de 1528 al guipuzcoano san Ignacio de Loyola. Desde su llegada, el alma de éste y de Le Fèvre pronto se fundieron en una íntima, y ya para siempre amistad. Francisco de Javier, en cambio, sentía desvío a las pláticas serias y demasiado elevadas para él de Ignacio, las cuales no se avenían bien con sus aspiraciones terrenas. Pero el de Loyola, que penetró las grandes
Cargo Público:
Ministerio por Italia y ordenación Sacerdotal (1536-1537)
Los compañeros de Ignacio habían permanecido en París a fin de terminar los estudios. A principios de Enero de 1536 se reunieron de nuevo en
Actividad Pública:
El momento de la Providencia se acercaba para Francisco de Javier. Precisamente el 4 de Agosto el rey de Portugal don Juan III, por medio de su embajador Pedro Mascarenhas había pedido a S.S., Paulo III, misioneros de la naciente Orden para sus colonias de la India. Los señalados por Ignacio para aquella expedición fueron Rodríguez y Alfonso (de Bobadilla), el cual apenas llegado a Roma, cayó enfermo de suerte que no pudiendo seguir a Mascarenhass, san Ignacio llamó a maestro Francisco de Javier para substituirle; era el 14 de marzo de 1540. Al día siguiente redactó tres documentos importantísimos: uno en que declara recibir las constituciones de la Compañía de Jesús, que en adelante se aprobaren, otro en que da su voto para la elección de propósito general y el último en que da fe de sus votos simples (consúltese Monumenta historica Societatis Jesu, Xav., I811-14). Reparó su pobre
Hacia la India (1541-1542)
Vino, finalmente, el 7 de Abril de 1541, día en que partiendo de Lisboa, el corazón del apóstol de las Indias palpitó fuertemente de gozo y ansia por llevar el conocimiento de Jesucristo a millares de infieles y dilatar los confines de la Iglesia católica. Francisco de Javier cumplía aquel mismo día los treinta y cinco años edad. Las antiguas narraciones de los viajes marítimos de entonces y la misma correspondencia de Francisco de Javier nos dan lugar a conjeturar las grandes penalidades propias de aquellas difíciles y largas
Vuelta a la India (1547-48)
La vuelta de Francisco a Malaca y de Malaca a la India había de ser providencial. Acababan de llegar nuevos misioneros. Visitó con la celeridad que le infundía su ardiente celo e incansable caridad las cristiandades ya fundadas. Cochín, Manapar, Bazain y Goa le recibieron dos veces en menos de dos años. Distribuyó el personal según las necesidades, avivó con su presencia los ministerios y consoló a todos con indecible caridad. En esta primera mitad de su apostolado o sea a principios de 1549 dejaba establecidos domicilios de la Compañía de Jesús en Goa, Pesquería, Travancor, Molucas, Malaca, Santo Tomé de Meliapur, Coulam, Bazain, Ormuz. En este tiempo no dejó de escribier nuevas
Regreso a la India (1551)
Por otoño de 1551, el padre Francisco de Javier se hizo a la vela en dirección a la India a fin de dar orden en los negocios de aquellas casas y misiones, y para después acometer la conquista del vastísimo Imperio de la China, que desde muchos años atraía los ardores de su celo. Expuso Francisco de Javier los motivos de tan magnánima empresa en la carta escrita a san Ignacio desde Cochín el 19 de enero de 1552. Declaradas las condiciones de los chinos, prosigue el santo misionero: "Si acá en la India no hubiere algunos impedimentos que me estorben la partida, este año de 1552 espero ir a la China por el grande servicio de Dios que se puede seguir así en la China como en el Japón, porque sabiendo los japones que la ley de Dios resciben los chinas han de perder más presto la fe que tienen a sus sectas. Grande esperanza tengo que así los chinas como los japones por la Compañía del nombre de Jesús, han de salir de sus idolatrias y adorar a Dios a Jesucristo, salavador de todas las gentes" (Monumenta historica Sovietatis Jesu: Xav., I672). Por ferero de 1552 estaba en Goa, en donde dio las ordenaciones convenientes para el buen proceder de los de la Compañía; nombró superior de todos al padre Gaspar Barzeo y habiéndose despedido de unos y otros con aquella exquisita caridad, despachó cartas a san Ignacio y al rey de Portugal y se hizo a la vela llevando consigo al mercader Diego Pereira, que iba con presentes como embajador de Juan III, al hermano Antonio Ferreira y al intérprete Antonio de Santa Fe.
Ideología: san Francisco de Javier era sumamente creyente y todo lo que hacía lo hacía por Cristo y en su nombre, era su inspiración. Aquel prodigo de santidad, aquel heroísmo, aquel maravilloso celo acompañado de los más extraordinarios carisma de su apostolado; por esto las multitudes se agolpan en grandes peregrinaciones alrededor de su cuerpo incorrupto, conservado en el Jesús de Goa en la magnífica urna de plata debida la primera al reconocimiento e iniciativa del padre M. Mastrilli y la actual mas rica que aquella a la piedad del Gran Duque de Toscana, que le costeó a fines del siglo XVII.
Valoración: San Francisco Javier tuvo una misión específica en el Nuevo Mundo: hacer efectivos los objetivos que San Ignacio de Loyola había establecido al crear la Compañía. Este último lo había elegido a aquel como su sucesor y Javier, con esfuerzo y sacrificio, engrandeció poco a poco aquello que en algún momento sólo era una ilusión. Se adentró en la vida de los hombres de América, convirtiéndose en uno más de ellos, compartiendo sus costumbres, inquietudes e intercambiando –en nombre de Cristo– culturas diferentes que lograron aunarse. La labor insesante y esperanzada, sin dudas, dio resultado.
Fuentes:
- Enciclopedia
Microsoft Encarta ’97. - Diccionario Enciclopédico Larousse.
- Diccionario Clarín.
- C. M. Abad, S. J., San Francisco Javier (Madrid, 1922).
- J. de Acosta, S. J., De procuranda Salute indorum libri sex (Salamanca, 1588).
- San Francisco Javier (Madrid, 1912).
Bibliografía:
- Enciclopedia Microsoft Encarta’97
- Enrique Planas, Historia de las Misiones en la Época Colonial Los Jesuitas en el Río de la Plata; Colección Antorcha, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1941.
- Suplemento Especial de Clarín: "Iberoamérica, una comunidad".
- Octavio Gil Munilla, El Río de la Plata en la política
internacional . - Atlas de Historia
Universal de Clarín. - Furlong, Guillermo; "Misiones y sus pueblos de guaraníes", Buenos Aires, 1962.
- Sierra, Vicente; Historia de la Argentina, Buenos Aires, 1959.
- Solá, Miguel; Las misiones guaraníes, en "Documentos de Arte Argentino", cuaderno XIX, Academia Nacional de
Bellas Artes, Buenos Aires, 1946. - Gran Enciclopedia Rialp.
Autor:
rossi_lopardo@ciudad.com.ar
Fuente: monografias.com
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