Esperanza - Primer Matrimonio Civil de Argentina

Artículos de periódicos, libros y revistas que trataron este tema ordenados cronológicamente.
Diario La Capital de Rosario, provincia de Santa Fe, República Argentina, Domingo 07/06/1942
El primer matrimonio civil en la Argentina
Especial para La Capital Por Rodolfo Barraco Mármol
Por causas y circunstancias aquí largas de informar, el gobierno de Santa Fe había puesto en vigencia a fines de septiembre de 1867 una ley prescribiendo el matrimonio civil –previo el religioso-, y ella, descalificada como así sus autores por el obispo del litoral, había dado lugar a una empecinada oposición del clero, cuyas inspiraciones seguía incondicionalmente un pueblo que se preciaba por su profunda catolicidad.
La novel institución laica despertaba expectativa, pero especialmente su aplicación, para saberse quiénes romperían con una costumbre de siglos afrontando el calificativo de “concubinos” con que paladinamente los pre difamara aquel prelado.
En Rosario tuvo lugar, al cabo, un matrimonio civil, esto es, el primer casamiento contraído bajo forma laica en la República Argentina.
Y, en efecto, para su concertación, el 21 de octubre siguiente compareció ante el juez en lo civil doctor Carlos Paz el vecino de Villa Constitución, don Pedro Zapata, hijo de Benito y de Aniceta Varela, santafecino, de 24 años de edad, jornalero rural, promoviendo información de libertad y soltura –resabio canónico que la reglamentación mantenía- para casarse con Antonia Maldonado, santafecina, de la misma villa, menor de edad e hija de Benito y de Tomasa Cortés.
Con la intervención actuaria del escribano público don Jacinto Correa, se comisionó al juez de paz de Villa Constitución –cuyo titular gastaba el nombre de Aclespíades de Caminos- para la declaración de los testigos y de la madre de la menor, quién prestó su consentimiento “de espontánea voluntad y gusto, fecho todo lo que previa y favorable vista del agente fiscal, el doctor cordobés José Severo de Olmos, tuviéronse por probados los extremos, que se invocaban. (1)
Como el tiempo había transcurrido y la ley no recibiese la aplicación –quizás porque las gentes del pueblo se resistirían a verse “proclamadas en la plaza por un alcalde de monte”- rolaban en el comentario público los esfuerzos de los funcionarios para que cesara tal estado. Desde este punto tomo aliento la versión que retomó aliento la versión que recogió el vocero diocesano, con arreglo a la cual se habría traído preso a un infeliz, a quién, estando en la cárcel y después de muchos argumentos y de unos dineros del ramo de multas, se le habría también preguntado si quería casarse y con quién, bajo promesa de liberarlo y gratificarlo si se casaba civilmente; y habiéndo él designado a una persona de la campaña como a su novia, se mandara por ella inmediatamente. Y de tal modo se publicaba que los presuntos jóvenes paisanos analfabetos, “honrados” –en el sentir de unos- o un “tonto” o un “asonsao” o un “pícaro sacado de la cárcel”- en el sentir de otros-.
Y debió mediar alguna premura en la celebración del matrimonio, porque el magistrado dispensó algunos edictos “atendiendo a las razones verbales espuestas por el peticionante” y porque luego nomás, certificado que fue que los demás se habían fijado en los portales de los juzgados de Rosario y de Constitución, el 29 de aquel mes y sin ninguna dilación aprobóse la información y se designó para tres días después la formalización del matrimonio.

El casamiento se celebró cuando se difumaba el crepúsculo -¡oh ironía!- del día de “Todos los Santos” del viernes 1° de noviembre de 1867, en el Salón de la Corporación Municipal, adonde “una gran concurrencia de caballeros concurrió a presenciar la sencilla y seria ceremonia”.
Y como era preciso prestigiar la primera aplicación que merecía la ley, no fueron testigos del acto –labrado por aquel escribano- algunos parientes o allegados de los contingentes, sino, por lo contrario, dos personajes de fuste: el jefe político, doctor Martín Ruiz Moreno y el diputado coautor de la ley, doctor Eugenio Pérez –médico y abogado de extensa ejecutoría en los anales rosarinos.
El matrimonio fue autorizado por el juez doctor Paz, quien, después de recibir sucesivamente de cada novio la declaración de que se querían por marido y mujer, “unió en nombre de la ley a los contrayentes en medio del más profundo silencio”.
Maguer que, como lo advertiría la opinión poco se favorecía la ley si los primeros en cobijarse bajo ella eran de tal humilde e ignorante condición, las cosas estaban preparadas para dar al suceso la resonancia necesaria, y por ella, “la banda de música de la ciudad –apuntaba un cronista- , tocó a la puerta de la Casa Municipal, al concluir la ceremonia, para festejar el primer matrimonio civil”.
Seguidamente, Ruiz Moreno, que aparecía como el “factottum” del episodio, prometió a los contrayentes que su matrimonio –contra la prohibición del prelado paranaense- sería sacramentado; pero como el Presbítero Galloso se negara “la señorita sin zapatos así que vióo que el cura no la casaba –relataba un semanario católico- , después se “deshilvanó”, y se mandó a mudar”, pretextando no conviviría con un marido con el cual se consideraba insuficientemente casada.
Cuando el primer matrimonio civil era ya un hecho consumado, la prensa oposicionista de aquellos días no se dejaba las pullas en el tintero. La que patrocinaba la curia desde Paraná se burlaba de los funcionarios que lo habían organizado a quienes suponía arrepentidos de la ley y en cuyas bocas ponía: “la experiencia de un mes largo desde que dimos la ley de matrimonio de música y no obstante tantas caminatas, súplicas, consejos, sermones, pláticas y todo el más bárbaro empeño, no ha dado más resultado que un solito matrimonio según nuestra ley”. De aquí se anunciara la primicia del primer matrimonio con esta banderola:
“Albricias, albricias,
a todo hombre honrao,
que ya Ruiz Moreno
hizo un “hilvanao...”
Y la prensa de la tierra adentro -por “El Eco de Córdoba”, su más importante y difundido diario –remataba: “después de tanto tiempo que está dada la ley de Oroño, recién ha tenido lugar el primer matrimonio civil: la estrenaron “un par de paisanos”.
A los 34 años de edad tócole pues en suerte a Carlos Paz –el cuerpo menudo, la mirada levantada y la barba asiria lo singular de ser en el país argentino el primer autorizante de un matrimonio laico, de modo que, va de suyo, no podía escapar al comentario clerical: “¡Qué gloria para los porteños por el honor del “padre” Paz, dicen que se ha estado riendo en la ceremonia y no ha pronunciado bien la forma del matrimonio “servil e hilvanao”, como decía que las gentes del pueblo llamaban al matrimonio secularizado.
Empero, ¿quién recuerda hoy a aquél que discurrió devanando entre dos guerras civiles –desde el sitio de Buenos Aires hasta Santa Rosa- su vida pendolista, soldado, legista y filántropo? Abogado y coronel, esforzado idealista que lidiaba “de palabra, con la pluma y con la espada” por los principios de la Constitución, que preocupaba a los grandes con sus inquietudes y embelesaba a los pequeños con su elocuencia: tal era Carlos Luis Paz.
No mucho hacía que estaba radicado en Rosario, donde habria trabado con Oroño una amistad que llevaría hasta las últimas consecuencias de la lealtad. Y pese a que se denunciara no poseía título habilitante –sin fundamento, por cierto- ni la residencia necesaria, allí abrió estudio de abogado y ocupó el juzgado en lo civil, cuyo desempeño debió interrumpir por causa del levantamiento de Cuyo: pero la derrota de este lo devolvió a Rosario, donde, mientras esperaba reintegrase a la magistratura, ejerció nuevamente la abogacía y también el periodismo. Fue entonces que escribió en “El Ferrocarril” su “Datos para la historia del año 1867”, que asimismo editó en folleto, y dónde se perfilaban los hechos políticos del momento (2)
Era un cultor exagerado de la verdad, algo así como un colmo par nuestros hábitos políticos; y en la breve pero muy agitada actividad cívica que le cupo en la provincia litoral, a su veracidad rindieron homenaje propios y adversarios. En este sentido prestó su servicio a la crónica, porque cuando fue necesaria la versión de los hechos unos y otros coincidieron con la suya imparcial.
Era, finalmente, de temperamento combativo. Su lealtad y valentía le llevaron a sucumbir con bravura en la batalla de Santa Rosa de 1874 –uno de los laureles de su primo hermano, el general Julio A. Roca – como siguiendo los pasos de su padre, quien también había sucumbido , en la de Vences, batiéndose por la libertad, y en su cruento testamento no podría menos que legar desprecio por la ingratitud de sus conciudadanos y sorpresa por la cobardía de cierto gobierno cordobés, doctoral y envirotado, para él, que había gustado el del impaciente corondino.
No en vano pues la elegía entonaría: “La Patria ha perdido uno de sus mejores hijos, las letras de sus elegidos”. (3)
Digamos, en busca del punto, que otros matrimonios se concertaron en Rosario, aunque bien escasos, preanunciados por el diario oficial: “Sabemos que en pocos días más tendrán lugar 3 matrimonios. Los primeros que se harán conforme a la ley civil, -y que luego seguirán otros. El comer y el rascar –concluía-, todo está en empezar”.
(1) “Archivo de los Tribunales”. Rosario, to. 88, civiles, leg. 37, la serie: N° 128: Autos “Don Pedro Zapata solicitando producir información de testigos para contraer matrimonio con doña Antonia Maldonado”.
(2) Un ejemplar de este folleto se encuentra en la Biblioteca Argentina.
(3) Su biografía: Yaben: “Biografías Argentinas y Sudamericanas”. To. IV, Pág. 477.

Nota publicada en el Boletín de la Sociedad Rural de Las Colonias – Enero de 1951.
Por Pío Jacinto Guala – Reproducido en su totalidad en el periódico EL COLONO de Esperanza, pp. 3-6 en Setiembre de 1971.
El primer matrimonio civil de la República, don Luis Tabernig.
En los primeros tiempos de la Colonia, uno de los hombre más destacados fue D. Luis Tabernig, quién colaboró con eficacia para que se laborara más y mejor la tierra contribuyendo a la vez a la mayor grandeza moral y económica de Esperanza.
Nativo del Tirol, austríaco (Lenz), llegó a Esperanza en 1865 joven, es decir, en la plenitud de sus energías creadores, instalando un taller de herrería frente a la plaza y en el lugar que ocupa actualmente la Escribanía Pública de nuestro buen amigo D. Alberto Cursack, donde construía arados entre otros elementos para el agro, compitiendo en esta materia con D. Teodoro Rossler, que alternaba sus tareas de agricultor con las de herrero, habiendo construído el primer arado de hierro que se usó en la colonia.
Ocurría esto antes que D. Nicolás Schneider el primer varón nacido en la colonia y que representaba acabadamente el “selfmade-man”, se dispusiese en el año 1878 a hacer arados e implementos, fundando un modestísimo taller con dos mil pesos fuertes por capital, que se convirtió al poco tiempo en la poderosa fábrica conocida en todo el país y que lleva su nombre –flor de lis en la aristocracia del trabajo y símbolo de victoria en los gloriosos rudos combates donde con sudor se gana el pan de cada día y se abre puertas al porvenir- y que hoy dirige con notoria eficacia su nieto Norberto, espíritu joven, ágil, pujante con cautela de viejo, por haberse retirado su asesor padre D. Nicolás Schneider (h) a quién el cariño de la ciudad distingue con el diminutivo de Nicolasito y que es, como se sabe, un hombre hecho bondad, una bondad que a la vez hidalguía que es designio, derrotero rebosante de luz.
D. Luis hombre de recia estampa conocía el arte en varios de sus aspectos sabía cantar y divertirse al estilo de esos granjeros y artesanos europeos de su época, quiénes con sus botas claveteadas pisaban sin amedrentarse las lujosas alfombras de los salones de los grandes señores y compartían con ellos como si fueran sus pares.
Era D. Luis de una naturaleza extraordinaria que se daba toda ella sin cálculos: espontánea lealmente. De ahí que en más de una ocasión fuese víctima de esas gentes que viven haciendo farsa que hacen como que hacen pero no hacen nada en realidad pero que saben más gastar el dinero que ganarlo sintiendo verdadera fruicción al trampear al prójimo como si esta condición nada envidiable enalteciese u honrara.
A su llegada a la colonia D. Luis explotó sin pérdida de tiempo y con éxito el enorme capital de su experiencia y de su capacidad que parecía inagotable para el trabajo.
Mientras sus manos anchas, fuertes con carácter hacían vibrar el yunque machacando el hierro al rojo su cerebro creaba proyectos avanzando hacia el porvenir, que se tradujeron en la instalación de una cervecería y de un molino harinero.
De la cervecería aún existen el sótano y el aljibe que abarcan más de media manzana, empezando donde existe actualmente Wimpi Bar.
D. Luis se interesaba por todos los problemas que plantea la vida trayendo complicaciones cuando menos se lo espera. Y al interesarse, los afrontaba y resolvía. Es que sabía forjar su destino como al hierro: resueltamente a martillazos, dispuesto a cumplir sin vacilaciones la misión para la cual creía vivir.
Sencillo, altivo, franco, nunca se quedaba con la palabra que debía decirse. Tenía el coraje de hablar pensando tal vez que una palabra dicha a tiempo puede corregir una conducta o abrir una senda.
Vivía nuestra vida intensamente y para ligarse aún más a esta tierra que quería tanto o tal vez más que a su terruño, como que aquí eclosionaron sus cariños, aquí abrió amplios horizontes a sus aspiraciones y aquí halló la libertad que le era tan necesaria para sus inquietudes como el aire para sus pulmones, se hizo ciudadano argentino honrando con su comportamiento intachable a la ciudadanía de su sincera adopción.
Antes de venirse a la colonia y al llegar del viejo mundo D. Luis se radicó en el Rosario donde montó cañones en los barcos mercantes que la Confederación Argentina artillaba para organizar una flota de guerra que no poseía, pues la que tenía el dictador Rosas quedó en poder de la provincia de Buenos Aires al separarse ésta de sus hermanas que integraban la Confederación.
A D. Luis le agradaba narrar este episodio de su vida que tuvimos el agrado de oirle, siendo decidido partidario del General Justo José de Urquiza.
En la colonia D. Luis ganó enseguida grandes simpatías y afectos, siendo electo miembro del Concejo Municipal, incorporándose al mismo el 13 de setiembre de 1868. Cuatro años más tarde se lo designó Juez de Paz, cargo que renunció. El hombre de acción no podía estarse sentado en la oficina esperando que llegasen pleitistas.
En 1872 ocupó otra vez una banca en el Concejo Municipal siendo designado Presidente Deliberante del mismo (por la Ley del 26 de octubre de 1872 se había hecho la separación del Concejo en las dos ramas Deliberativa y Ejecutiva) hasta fines de 1874.
Este hombre, que supo pensar y trabajar, que compartía sus rudas tareas con las delicadas de la administración de la colonia, -poniendo a su servicio inteligencia, honradez y capacidad- fue el primer vecino de la colonia y de la república que se casó por civil.

Pero antes de narrar su matrimonio vamos a copiar lo que dijo de D. Luis Guillermo Wilkens en su informe sobre el estado actual de las colonias agrícolas, publicado en el año 1872:
“De entre los artesanos merece particular mención D. Luis Tabernig, austríaco del Tirol de profesión herrero. Llegó en 1865 al país, estableciéndose en el Rosario. Un abuso de confianza de parte de sus amigos le privó de sus primeros ahorros. Disgustado, pobre, pero más rico en experiencia, se retiró de aquella localidad para ir a establecerse en la Esperanza. Hombre inteligente en su profesión, enérgico y trabajador ha ganado una fortuna que se avaluaba en 30 a 35 mil pesos bolivianos. Tiene en la plaza principal sus talleres con buena casa de material y de azotea y un depósito de fierro que se surten los demás herreros de la colonia.
Varias concesiones en otras colonias que cultiva por medio de habilitados. Trata de establecer una cervecería una cervecería para cuyo objeto ha hecho construir un aljibe o un depósito de agua llovida de capacidad de 500 pipas.
Fue el único que en la colonia se casó por la ley del matrimonio civil.”
Ahora, preguntamos nosotros, cómo se produjo ese casamiento si en es tiempo aún no había dado el gobernador D. Nicasio Oroño su famosa ley del matrimonio civil del 16 de setiembre de 1867, que motivó una enérgica pastoral del Obispo Monseñor Gelabert en la que establecía que él primer mandatario de la provincia había incurrido en la pena de excomunión, respondiendo Oroño que el documento subvertía el orden público, razón por la cual dispuso que los antecedentes pasasen al Juzgado Federal para que se procesara al ilustre prelado? . Por otra parte, mucha gente se solidarizó con el obispo alzándose contra la situación, convencida que esa ley lesionaba sus sentimientos religiosos dando lugar a una revuelta encabezada por Don Simón de Iriondo que tuvo grandes repercusiones epilogando con la deposición de Oroño y con la intervención de la provincia.
Sin embargo Wilckens decía verdad. D. Luis se casó civilmente en forma original como nunca se había casado nadie en la república.
Podríamos narrar ese acontecimiento pero para que tenga más sabor a historia vamos a remitirnos al diario “Tribuna Nacional” de Buenos Aires. Allí en una edición del mes de octubre de 1888 hay una nota firmada por el destacado escritor y periodista D. Alois E. Fliess titulada “El primer matrimonio civil de la república” sobre el casamiento de D. Luis Tabernig. El autor confunde el nombre del contrayente y reemplaza por confusión o error la T de su apellido por una F.
“El un joven tirolés católico, ella una suiza muy buena moza, hija de agricultores de Esperanza pero protestante. El novio D. Luis Tabernig –Fliess escribía Juan Fabernig- se presenta al cura de la colonia, un sacerdote de la orden de Jesús, alemán de nacionalidad y le pide celebrar el matrimonio.
“El cura se opone a esta función, alegando ser la novia protestante, y declara que lo haría únicamente si la novia abjura de su fe.
“En vano eran los ruegos del novio, en vano la intervención de los otros vecinos a favor de Tabernig quién por su carácter, por su inteligencia como fabricante de arados y por su carácter jovial era muy querido entre sus convecinos.
“ Tabernig al ver la resolución firme del cura de no quererlo casar sin que su novia adoptara la fe católica –sacrificio que no quería exigir de ella- pero más decidido que nunca a realizar el casamiento, recordando las costumbres de las tribus alemanas de la antigüedad plantó en medio de la plaza un árbol muy alto que aún existe y en un punto visible una tabal con el letrero: Árbol de la Libertad.
“ Enseguida, por esquelas escritas por él, y con consentimiento de la novia, invitó a los amigos y demás vecinos a reunirse a la tarde en la plaza bajo el “Árbol de la Libertad”, dónde el tiene que comunicar a sus vecinos asuntos de suma importancia para la Colonia.
“Como en el pueblo se había propagado pronto la negativa del cura a celebrar matrimonio, y suponiéndose que esta reunión pedida por Tabernig se refería probablemente a este suceso, acudieron casi todos al punto indicado.
A las 5 y media apareció el joven Tabernig en traje dominguero llevando a la derecha a la novia, y seguida por los padres de ella y dos amigos de Tabernig.
“Se adelantó con cierta solemnidad al “Árbol de la Libertad” y subiéndose a una silla hizo un pequeño discurso, relatando lo que pasaba con el cura y concluyó diciendo, que había pedido ser testigo de su declaración de querer casarse con su novia N.N. y como no lo puede efectuar por las costumbres del país, que había adoptado como su patria, únicamente por una oposición infundada del cura de la colonia, lo hace en este momento ante los padres de la novia, dos padrinos y todo el pueblo como testigos de este acto, por el que declara que la joven N.N. es desde ese momento su esposa legítima, y los hijos que nacieran de esta misma deben ser considerados como sus hijos legítimos, reservándose celebrar en la Iglesia ese acto, tan luego que el cura lo consienta.
“ Enseguida Tabernig invitó a la concurrencia a venir a su casa donde estaba preparado un lunch. “Este suceso hizo una profunda impresión entre los colonos, que al unísono aprobaron el proceder de Tabernig.
“El día después el cura se fue a la casa de Tabernig haciéndole reproches sobre su conducta y declarándola que él consideraba esta unión como legítima, etc. etc.. Tabernig amostazado le dijo estas pocas palabras: Padre cura, no trate Ud. De provocar discordia entre yo y mi esposa, pues puede tener consecuencias fatales.
“El gobierno de Santa Fe, interpuso sus buenos oficios ante el obispo de Paraná –en ese tiempo toda la curia de la provincia dependía de aquella ciudad- y a los pocos días vino la orden terminante del obispo de casar en la Iglesia a Tabernig y a todos los demás que en lo futuro lo pidiesen, solamente con la reserva de hacer educar sus hijos en la religión católica.
“D. Luis Tabernig es padre y abuelo de una numerosa familia honorable y muy estimada y uno de esta familia tiene casa introductora de alhajas en Buenos Aires.
“Lo que en otra parte hubiera concluido con un concubinato y crear una familia sin lazos sólidos, allá en el medio de esa gente sencilla pero íntimamente moral y religiosa, hízose por plesbicito, que obligó a la autoridad eclesiástica a reconocer su importante influencia, aboliendo abusos y establecer las leyes liberales, que se pueden decir eran precursoras de la importante ley de matrimonio civil.” Fin

EL PRIMER MATRIMONIO CIVIL DE LA REPÚBLICA
Datos sueltos:
Del Periódico “El Colono” setiembre de 1971.
Gobernador Nicasio Oroño
Ley Matrimonio Civil del 26 de setiembre de 1867.
Recorte de “El Litoral” Santa Fe en la Historia
Año 13- Julio de 1868
1868- Durante el gobierno de Mariano Cabal la Legislatura deroga la ley del matrimonio civil que había sido puesta en vigencia el año anterior durante el gobierno de Nicasio Oroño.

Primer matrimonio civil.
El Colono, Esperanza, provincia de Santa Fe, República Argentina, 16 de marzo de 1973.
Buenos Aires (Saporiti)
El primer matrimonio civil en la Argentina se realizó en Rosario hace exactamente 105 años, en medio de un clima de oposición clerical que tornó muy difícil la aplicación de la ley sancionada en septiembre de 1867 por el gobierno de Santa Fe. La preeminencia que la Iglesia Católica había tenido a través de los siglos en lo corceniente a la consagración de matrimonios cristianos, determinó una enconada reacción de parte de las autoridades eclesiásticas del Litoral contra los autores de la ley, realizándose, consecuentemente, una sostenida campaña sobre la opinión pública para que los vecinos se abstuvieran de recurrir a esa nueva legislación que “solo ampara el concubinato, según afirmaban los instigadores de dicha campaña.
Empero, en medio de ese clima de tirantez, el 21 de octubre de 1867 compareció ante el juez civil de Rosario, doctor Carlos Paz, don Pedro Zapata, santafesino de 24 años, jornalero rural, hijo de Benito Zapata y Aniceta Varela, radicado a la sazón en Villa Constitución. El presentante promovió información de “libertad y soltura” para casarse con Antonia Maldonado, santafesina, menor de edad, hija de Benito Maldonado y Tomasa Cortéz.
Con intervención del escribano público Jacinto Correa, se comisionó al juez de paz de Villa Constitución don Alespíades de Caminos, para que tomara declaración a los testigos y a la madre de la menor, que dio su consentimiento.
A pesar de que este trámite fue rápido, se produjeron dilaciones en cuanto la consagración legal del matrimonio, lo que motivó el esfuerzo de los funcionarios actuantes para resolver definitivamente la embarazosa situación. Al cabo, el 29 de octubre, en los portales de los juzgados de Rosario y Villa Constitución, apareció un edicto anunciando que se había aprobado la información producida en torno del pedido de don Pedro Zapata y fijando para tres días después la formalización del matrimonio.
El casamiento tuvo efecto el viernes 1 de noviembre de 1867, Día de Todos los Santos, en el Salón de la Corporación Municipal de Rosario, asistiendo el jefe político, DR. Martín Ruiz Moreno y el diputado coautor de la ley, doctor Eugenio Pérez, médico y abogado de notable actuación en el foro rosarino.
El matrimonio fue autorizado por el juez doctor Paz. Y para dar al acto “la resonancia necesaria”, al concluir la ceremonia nupcial, la banda de música de la ciudad ejecutó páginas de su repertorio a las puertas de la Casa Municipal festejando este primer casamiento civil dispuesto por la “ley Oroño”.
Esta boda fue largamente comentada con términos burlescos por la prensa católica e inclusive se llegó a afirmar que los novios habían sido “parte elegidos” por el gobierno ante la inminencia del fracaso de la ley.
Otros matrimonios se llevaron a cabo en Rosario, poco después, al amparo de la legislación lacia. El historiador Rodolfo Barraco Mármol dice que fueron muy pocos.
El Colono, 16 de marzo de 1973.

PUBLICADO EN EL COLONO de Esperanza, provincia de Santa Fe, República Argentina, en Septiembre de 1974
ERRONEAMENTE SE LE ADJUDICA A ESPERANZA EL PRIMER MATRIMONIO CIVIL
El doctor Alberto Molinario, eximio teórico del derecho, conocido penalista, por su actuación científica y profesional, notable abogado que siempre ha vivido intensamente la realidad jurídica y social del país, con una experiencia que enriquece su vasto caudal de conocimientos académicos, lo cual hizo de él un jurista de excepción, expresó, según datos extraídos del diario “La Prensa” del 18 de julio de 1964, refiriéndose a la regulación jurídica del matrimonio, entre otros conceptos:
“Un curioso episodio acaeció en Esperanza en 1862. Un inmigrante alemán, de religión católica, don Alois Tabernig, se enamora de una suiza alemana, doña Magdalena Moritz, de religión protestante.
Tabernig manifiesta al sacerdote de la colonia, su deseo de contraer matrimonio. Al advertir el cura que la Iglesia Católica no consentía el matrimonio mixto, trata de convencer a Tabernig que desista o convierta al catolicismo a su prometida, entonces intervienen familiares y amigos tratando de convencer al sacerdote, pero este se niega a bendecir a la unión.
Don Alois no quiere desistir ni la novia abjurar, entonces previa autorización, planta un árbol en la Plaza de Esperanza, y coloca un cartel cuya inscripción que decía:”Arbol de la Libertad” , y un domingo, junto al árbol, los novios, rodeados de parientes, amigos y vecinos, se reúnen, lugar en que Tabernig, después de narrar los inconvenientes suscitados, manifiesta ante los padres de la novia y dos personas que actuarían de testigos, que era su voluntad unirse en matrimonio con Doña Magdalena Moritz, y que lo hacía en ese acto, a partir del cual todos debían considerarlos como casados, tener como hijos legítimos a los que nacieran de la unión y que se reservaba el derecho de hacer bendecir la unión por el cura en cuanto éste depusiera su actitud.
Enterado el obispo de Paraná, autorizó la celebración del matrimonio, siempre que la contrayente prometiera solemnemente no entorpecer la práctica del culto católico a su esposo y aceptara que toda la prole fuese católica.
Todo fue aceptado y la situación se regularizó frente a la iglesia después.
El caso Tabernig, ha sido calificado erróneamente de primer matrimonio civil de la República Argentina, pues la voluntad de ambos contrayentes en la Plaza de Esperanza, no tuvo carácter de legalidad frente a las leyes vigentes.
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La fuente de información de este hecho, data del 28 de octubre de 1888, en un artículo publicado en “LA TRIBUNA NACIONAL”, por el señor Alois E. Flies y que fuera reproducido en un semanario político que se editó el 17 de julio de 1963.
El material de información para la redacción del presente artículo, fue suministrado por familiares directos del señor Alois Tabernig, protagonista del interesante episodio y ha sido redactado por la Sra. Irma Quartarone de Sosa, de Esperanza.

El Colono Esperanza – Lunes 18 de agosto de 1986.
En la Cámara de Diputados.
Una historia que es nuestra.


En el comienzo del debate sobre el divorcio en la Cámara de Diputados, el legislador radical Carlos Spina (Santa Fe) aportó una referencia histórica que está directamente relacionada con Esperanza. Habló de la unión de Luis Tabernig y Magdalena Moritz, en la plaza pública, bajo el llamado Árbol de la Libertad.
La gratificación estuvo a cargo después por la diputada María Julia Alsogaray, quien dijo que Tabernig era su tatarabuelo materno directo.
De ello informaron los medios de comunicación del país, pero también debe tener cabida al menos en la mención en estas páginas porque la historia de Esperanza tiene riquezas y ejemplos tan importantes como imperecederos y tratándose de cosas nuestras siempre nos tocarán profundamente.
Resta agregar que el diputado Spina invitó especialmente para dicha sesión a María Magdalena Tabernig de Arzuaga, nieta de Luis Tabernig quien asistió a la misma.

Revista Nro. 507 “La Semana “, Buenos Aires, Agosto de 1986.
Colonia Esperanza, Santa Fe, 1870: Luis Tabernig, católico, y Magdalena Moritz, protestante, quieren casarse.
La iglesia no los deja. En la plaza del pueblo y frente a sus familias, Magdalena y Luis se casan de palabra. Viven juntos cuarenta años, tienen diez hijos, solo pueden separarlos la muerte. Ciento dieciséis años después esta historia de amor abría en la Argentina el debate del siglo. Por ellos y aquí nació el divorcio.
Era la mañana del debate del siglo. La polémica entre pro y antidivorcistas, que llenó durante semanas las páginas de los diarios y revistas, dejaba las calles y los bares para entrar al Congreso. La expectativa era tan grande que pocas veces una sesión se inició tan puntualmente. Legisladores y público se disponían a escuchar largos alegatos que recorrerían los caminos de las leyes, las estadísticas y la religión. Sin embargo, el primer orador cambió los esquemas previstos. El diputado Carlos Spina (UR-Santa Fe) relató una historia de amor, una simple historia de amor entre dos colonos europeos – Luis Tabernig y Magdalena Moritz- que hacia 1870 querían casarse y la Iglesia se los impedía. A pesar de todo, el amor –como ocurre siempre- ganó. Y delante de los vecinos de su pueblo, Colonia Esperanza, Santa Fe, la pareja se comprometió públicamente a formar una familia. Fue el primer matrimonio civil de la Argentina, mucho antes que se legislara –en 1888- sobre el tema. Fue el triunfo de la realidad sobre la intolerancia.
Los Tabernig y un casamiento “de facto”.
La ruta 11, camino a Resistencia, corta los campos bien verdes que se desparraman al norte de la ciudad de Santa Fe. Uno de ellos, La Noria, comienza luego de una larga alameda con una tranquera pintada de negro justo a mitad del recorrido, donde está apoyado Luis Tabernig, de indiscutible ascendencia tirolesa, con una sonrisa dibujada en la parte superior de su metro noventa y cinco de estatura. “Vea, amigo, si viene por el casamiento de mis abuelos, le digo que ha llegado un poco tarde, más o menos ciento dieciséis años.”
El doctor Lucho, como lo conocen todos en Esperanza y los pueblos vecinos, ahora a los setenta y tres años, decidió repartir los días de su vida entre la estancia y su departamento de Buenos Aires. Retirado de su profesión de abogado, se dedica a cuidar sus cultivos y su ganado. Y desandar los caminos de la historia de Esperanza –su hobby- que es la historia de la familia.
-Mi abuela fue una de las pioneras de la colonización Esperanza, el primer pueblo fundado por inmigrantes en todo el país. Había llegado con su familia desde Baviera, de donde son originarios los Moritz. Tenía once años cuando empezaron a arar la tierra. En cambio, mi abuelo se instaló en la Argentina unos años después. Los Tabernig eran de Lienz, Tirol, un pueblito austríaco cercano al centro invernal de Cortina D’ampezzo, en Italia. Es una zona muy hermosa, con un cielo siempre azul, montañas siempre verdes de pino. Después de las guerras de la mitad del siglo XIX, las condiciones económicas no eran muy favorables y la tentación de un futuro mejor llamaba desde los Estados Unidos y la Argentina. Dos hermanos fueron a Pennsylvania y los otros a rosario. Luis Tabernig se hizo de un local para dedicarse a su oficio de herrero o metalurgo, como le decían entonces. El propio General Justo José de Urquiza le encargó que artillara los barcos de la flota de la Confederación Argentina. Pero, por un exceso de confianza, la fortuna que pudo reunir se fue. Mi abuelo eligió a Esperanza como su nuevo destino. Corría 1864.
Luis Tabernig nieto, hizo una pausa para mostrar fotos y diarios viejos que recreaban la historia de su familia. Y continuó el relato diciendo que, ante la necesidad, su abuelo trabajó en una brasserie, como maestro cervecero, que una inundación provocada por el río Salado les llevó un molino harinero, que reincidió con el oficio de herrero en un local frente a la plaza principal, que fue el primero en fabricar un arado de hierro en todo el país, que fue juez de paz y el gobierno le pagaba el sueldo con tierras que, por entonces, no tenían ningún valor comercial, que fue un miembro y presidente del Concejo Municipal de Esperanza y que fue protagonista del primer matrimonio civil en la Argentina.
-Casi con cuarenta años, mi abuelo se dio cuenta que era hora de formar una familia. Se puso de novio con una señorita quince años menor, Magdalena Moritz y decidieron casarse.
Fueron a ver al cura párroco –entonces la iglesia llevaba el control monopólico de los nacimientos, casamientos y defunciones porque no existían aún los registros civiles- que se negó a realizar la ceremonia. Si bien mi abuelo era católico, la familia de mi abuela era protestante. Obstáculo insalvable en aquella época. Hizo lo imposible para conseguir la autorización. Envió cartas al obispo de Paraná, diócesis a la que pertenecía Esperanza, tuvo entrevistas con las autoridades provinciales, pero no había caso. El cura continuaba negándose. De todos modos, mis abuelos siguieron adelante con su propósito. Recordando una vieja tradición de las tribus alemanas, con permiso de la municipalidad plantó un árbol muy alto, donde colgó un letrero: Arbol de la libertad.
Enseguida, de común acuerdo con los padres de la novia, envió esquelas a todos los vecinos de Esperanza, invitándolos a reunirse un domingo a la tarde en la plaza: Se tratarán asuntos muy importantes para la colonia, decía el mensaje. Claro que la mayoría conocía el motivo. A las cinco y media apareció mi abuelo con traje dominguero, llevando del brazo a mi abuela. Se acercó al árbol, se subió a un banco y contó las causas por las cuales no los dejaban casar. Después, pidió como testigos a los presentes, para tomar como esposa a Magdalena, recalcando que los hijos que nacieran serían considerados legítimos y reservándose el derecho de celebrar en la Iglesia ese acto, tan pronto como el cura lo consintiera.
Dicen los que conocen bien la anécdota que a excepción del cura, todos estuvieron presentes. Luego de la ceremonia, los Tabernig ofrecieron una fiesta con baile popular. Al día siguiente, el cura párroco fue a la casa del nuevo matrimonio para decirles que estaban en pecado, que su casamiento no tenía validez y que debían esperar la autorización. Luis Tabernig se paró, acompañó hasta la puerta al sacerdote y lo despidió: Padre, no trate usted de provocar discordia entre mi esposa y yo, porque mi familia es lo más importante. El obispo de Paraná tuvo que reconocer el matrimonio y a las pocas semanas, los Tabernig se casaron en la iglesia de Esperanza, por segunda vez.
Los Tabernig según pasaron los años.
En cifras, un balance del matrimonio Tabernig indica que estuvieron casados cuarenta años, hasta la muerte de Magdalena. Tuvieron diez hijos, siete mujeres y tres varones que fueron maestros, profesionales y hasta fundadores de nuevas colonias. Una historia muy similar a la de tantos inmigrantes que llegaron a la provincia de Santa Fe.
Como la del primer maestro que llegó a Esperanza, proveniente de Alemania, que enseñó a leer y escribir a los hijos de Tabernig. Vino con su familia, se llamaba Luder y era el abuelo del ex candidato a presidente por el justicialismo. (N. del A. en 1983).
-La mayoría de los colonos vinieron engañados, porque se les había pintado la zona de otra manera –continúa Luis Tabernig, nieto-Incluso, algunos volvieron a Europa, pero los que se quedaron transformaron la tierra virgen en campos sembrados de cereales. Suizos alemanes, suizos franceses, suizos italianos y belgas. Una mezcla de lenguas que creó el idioma propio y una forma de pensar muy particular. Cuando tuvo la primera conscripción en 1890 las autoridades militares les preguntaban a los jóvenes de que nacionalidad eran: alemanes, decían, nacidos en Esperanza.
Los memoriosos de la zona recuerdan que a sus padres les habían contado sus padres que antes del casamiento religioso la gente se juntaba cuando la Iglesia no quería llevar a cabo la ceremonia. Hasta que los Tabernig sentaron precedente.
-Mi abuelo y toda mi familia somos fervientes católicos, pero estoy plenamente de acuerdo con la actitud que tomó hace más de un siglo. Y me enorgullece que en el congreso se haya recordado la anécdota. No es un enfrentamiento con la Iglesia. Porque según mi opinión, el que es católico y quiere respetar su religión, que no se divorcie, pero no se puede obligar a hacer lo mismo a los que no comparten esa idea.
Don Luis Tabernig nos acompaña por la alameda hasta la ruta y en la última charla trata de sintetizar sus setenta y tres años de esperanzino. Nació en 1913, el mismo año y a pocas cuadras de la casa donde también nacía el diputado Alvaro Alzogaray, al que además lo une un parentesco. La abuela de María Julia, Vionnet Tabernig era nieta del primer colono de la familia. Pero nunca estudiamos juntos, porque el siguió la carrera militar y yo abogacía.
El es el último varón que lleva el apellido Tabernig, que se fue perdiendo a través de los años. Su hermana, dos años mayor, es viuda y sin hijos, y él es solterito y sin apuros. Recordó que debe haber un Tabernig en Honolulu, porque un pariente fue incorporado al ejército de los Estados Unidos dos meses antes de Pearl Harbor. Recordó, recordó…
-Don Lucho, una pregunta antes de terminar. ¿Sus abuelos vivieron juntos hasta el final, no se separaron?
-¡No que va! ¡Mire si después de pelearse tanto con la Iglesia p’casarse se iban a divorciar…!
Apostillas: El que contó la historia.
El presidente de la Cámara le otorgó la palabra al diputado radical por Santa Fe, Carlos Spina, para que iniciara el debate sobre el divorcio: Apenas transcurridos los primeros años de la fundación de Esperanza, ocurrió un episodio que resulta interesante a este debate como antecedente. Spina relató la historia de los Tabernig. …Y adelante del pueblo, tomó por esposa a magdalena Moritz. Vale decir que frente a la intolerancia y a intransigencia, del amor y del coraje surgía en la República Argentina, el primer antecedente de matrimonio civil, mucho antes que se legislara sobre el tema.
Este artículo aparecido en la revista La Semana, tiene una fotografía de Luis Tabernig con una foto de sus antepasados y en el epígrafe dice: Plaza de Esperanza, el árbol de la libertad. Luis Tabernig (73) y los retratos de los abuelos que en 1870 –a pesar de la oposición de la iglesia- se prometieron amor para siempre delante de todo el pueblo. Vivieron felices, tuvieron diez hijos y jamás pensaron en separarse.
Hay tre fotografías más. En un bar de Recreo, un pueblo cercano a Esperanza, Luis Tabernig recuerda la historia de sus abuelos.
Después de casarse, vivieron en una casona frente a la plaza principal, donde años después instalé mi estudio jurídico. (izquiera)
El mayor de los hijos varones también se llamó Luis y en 1898 formó parte de la Guardia Nacional. (Abajo) Los Tabernig somos un hueso duro de roer. Mi abuelo murió en 1920, a los noventa y dos años; mi padre llegó a los 98. Y con mi hermana pasamos los setenta. Y tenemos cuerda para rato. Ahora quiero hacer una cancha de tenis en la estancia.
Gabriel Esteban González. Fotos Alfredo Nardini (Enviados a Santa Fe).

HULBERSG, Hugo, Historia de Progreso, Nuestro pueblo santafesino, T. II, , Cogtal Talleres Gráficos, Bs. As., julio de 2003, pp.52-55
19.4 Familia Lang 1
La primera familia completa que se radicó en Progreso en forma permanente, en su condición de colonizadores-agricultores, allá por agosto de 1881, fue la de Lang. La familia se había formado hacía muy poco: Ernesto Lang y Catalina Tabernig se habían casado en 1880, y cuando llegaron a Progreso, sólo había nacido la pequeña Rosa.
Ernesto eran un inmigrante alemán llegado a la Argentina en 1870. Catalina era la hija argentina de un inmigrante austríaco, que había llegado al país en los primeros años de colonización santafesina.
Así es que la historia que culminaría en Progreso comienza con los Tabernig.
Las andanzas de Tabernig
El padre de Catalina, Luis Tabernig (1829-1920), dejó escrita en grandes rasgos la historia de su familia, de su niñez y juventud, y de su largo periplo de Europa a América. Una traducción familiar ha circulado entre sus descendientes, de la que se extraen aquí los principales acontecimientos.
A mediados del siglo XVIII, Nikita Dobernec vivía en Croacia, por entonces perteneciente al reino de Hungría, una zona limítrofe hacia el sur con el Imperio Otomano, y hacia el norte con el Sacro Imperio Alemán. No conforme con la situación política que se vivía en su país, lo abandonó a su pesar, y se trasladó a la vecina Austria, que pertenecía entonces al Imperio Alemán. Tanto le gustaron la nueva tierra y su gente, que Nikita se quedó en Austria para siempre, donde se casó y nacieron sus hijos. En su pequeña cabaña de la pradera tirolesa, cerca de Linz, nació en 1791 su segundo hijo: Antonio (Paul) Dobernig. Cuando creció, otras guerras envolvieron la región, y Antonio se encontró luchando contra las tropas de Napoleón I, donde se destacó valerosamente. A su vuelta al hogar, se casó con una joven de antigua familia. Se trasladaron a otra aldea, también cerca de Linz, donde en 1829 nació Alois, que sería conocido en la Argentina como Luis Tabernig.
La prosa de Luis , escrita cuando tenía noventa años, discurre nostálgica por los recuerdos de su niñez, las duras tareas infantiles, la estrechez de su vida cotidiana, las enfermedades, los hermanos, sus travesuras y los castigos, la muerte de su padre cuando el tenía seis años, la de su madre cuando apenas había cumplido siete.
En 1848 se le entregó su libreta de trabajo y viaje, una especie de pasaporte donde se le obligaba a dar cuenta de todos sus empleos y movimientos que tuviera en el futuro. Para entonces, Luis ya era herrero, y leyendo su libreta se puede seguir el itinerario de un lugar a otro de Austria y Alemania (que salvo regiones expresamente prohibidas, podía recorrer libremente), desempeñando su oficio. En 1857 regresó a su tierra natal.
Hecho a una vida independiente, huérfano desde pequeño, viajero y aventurero por decisión propia, se sentía destinado a grandes empresas. Ya en 1852 había conseguido permiso para emigrar a América por tres años (seguramente a Estados Unidos), que caducó antes de que concretara su proyecto. Pero había llegado el momento de tomar nuevamente esa decisión, ahora con destino a Sudamérica.
El 4 de abril de 1860 partió desde Linz en diligencia hasta Innsbruck. Comenzó en esta ciudad austríaca un largo trayecto en tren, en varias etapas, que lo llevó a Munich, Augsburgo, Franfurt, Mainz. En todas estas ciudades visitó lugares de interés, recorrió las inmediaciones, y se dejó maravillar por montones de cosas nunca antes vistas. El la última ciudad tomó el vapor hacia Rotterdam, Holanda, aguas abajo por el río Rin, pasando por Colonia. No habiendo allí barcos para Buenos Aires, se trasladó hacia la ciudad belga de Amberes, donde después de muchas averiguaciones y preparativos (incluido un intento de estafa) , consiguió embarcar, y darse a la vela el 16 de mayo de 1860. en su diario de navegación Luis fue contando las tormentas, las calmas , los vientos desfavorables, describiendo el paisaje, los peces, los pájaros, el itinerario, el barco pirata del que escaparon, la comida monótona,. Más de tres meses después divisaron la costa uruguaya, y anclaron en Montevideo el 19 de agosto. Fue tan prolongada la espera para que el barco levara anclas rumbo a Buenos Aires, que Luis decidió finalmente tomar otro vapor rumbo a Rosario, adonde llegó tres días después, el 27 de agosto. Aquí concluyen su diario y sus escritos.
Su historia se vuelve entonces más imprecisa. Se sabe que a poco de llegar a Rosario, hacia 1861, se casó con una joven, con quien tuvo tres hijas, entre ellas Catalina, nacida en 1864. Un recorte de diario (de ignota fuente) dice al respecto: “Un abuso de confianza por parte de amigos (en el que no habría estado ajeno el mismo General Urquiza), le privó de sus primeros ahorros. Disgustado, pobre, pero más rico en experiencia, se retiró de aquella localidad para ir a establecerse en la Esperanza.Hombre inteligente en su profesión, enérgico y trabajador, ha ganado una fortuna que se evaluava en 30 a 35 mil pesos bolivianos. Tiene en la plaza principal sus talleres con buena casa de material y de azotea, y un depósito de fierro de que surten los demás herreros de la colonia. Varias concesiones en otras colonias que cultiva por medio de sus habilitados.
Trata de establecer una cervecería para cuyo objeto ha hecho construir un aljibe o depósito de agua llovediza de la capacidad de 500 pipas”. La historia se complementa con otras noticias: muchos colonos se proveían de hierro pagándole con lotes de tierras…y llegó a tener grandes extensiones. También se le adjudican dotes de inventor, entre otras cosas de un arado de hierro, con el cual modernizó los utilizados hasta entonces de madera.
Su felicidad no era completa. Su esposa falleció, y quedó al cuidado de sus tres hijas. Quiso el destino que se volviera a enamorar, y a su pesar, por ser católico, de una joven alemana protestante: Magdalena Moritz, 18 años menor que él. La fecha escapa de todas las fuentes consultadas, pero puede ubicarse en 1867. Relata un diario que el cura se opuso a celebrar el matrimonio, “alegando ser la novia protestante, y declara que los casaría únicamente si la novia abjura de su fe.”: 2 Otras versiones indican sin embargo que el motivo del párroco era de índole personal. Algunos de los colonos que iban a misa los domingos a su iglesia frente a la plaza, dejaban sus arados y herramientas necesitados de reparación en la herrería de Luis, junto a la iglesia, mientras asistían al servicio religioso. Los martillazos incesantes de Luis sobre el yunque ponían fuera de sí al cura que estaba dando misa, y por tanto habíanse enfriado sus relaciones. Continúa el periódico: “En vano eran los ruegos del novio, en vano la intervención de los otros vecinos a favor de Tabernig, quien por su inteligencia como fabricantes de arados y por su carácter jovial, era muy querido entre sus convecinos…Con ese sentimiento de amor y esa razón, más el permiso de la Municipalidad , plantó en la plaza un árbol al que llamó Arbol de la Libertad, frase escrita en un cartel que simbolizaba su afán de libre determinación…Obtenido el consentimiento de los padres de la novia, invitó mediante esquelas a sus copobladores a reunirse en derredor del árbol. Sobre el fondo de la tarde se recortaron las figuras de Tabernig, la novia, los padres de la misma y dos amigos elegidos para la ocasión. Subió a una silla y desde allí dijo que tomaba por esposa a Magdalena Moritz, y que los hijos que nacieran de ella debieran ser considerados como sus hijos legítimos, reservándose celebrar en la Iglesia ese acto, tan luego como el cura lo consienta. De regreso a su casa y con la amplia concurrencia como invitados, la fiesta fue una constante de alegría. Poco después, los oficios del Gobierno de Santa Fe ante el Obispado, motivaron que éste enviara una orden para que Tabernig fuera casado por Iglesia, así como a todos quienes en adelante solicitaran lo mismo, poniendo como reserva la educación de los hijos bajo la ley católica”. Y pasó esta unión a la historia como el primer matrimonio civil en la República Argentina.
Tal es el padre de Catalina, que siendo católica…un día se enamoró de un joven alemán protestante que había llegado a Esperanza…
1 Basado principalmente en material escrito y en testimonios de Erico Lang y Lidia Dergay (Buenos Aires, 1999) y Marlena Lang (Santa Fe, 2001)
2 Diario “Tribunal Nacional” de Buenos Aires, octubre de 1888, y “El Colono” de Esperanza el 7 de setiembre de 1971, citados por “El Litoral” de Santa Fe del 10 de agosto de 1983.

Cervera; Felipe, Registro Civil de la Provincia de Santa Fe, Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto, Santa Fe, 1999.
REGISTRO CIVIL DE LA PROVINCIA DE SANTA FE
1899-1999
1-Introducción:
Una de las cuestiones fundamentales de la constitución de toda sociedad refiere a la necesidad de establecer, con claridad y precisión, las normas que regulan las relaciones entre las personas, y entre las personas y los bienes. Dentro de ello, la relación primera, primaria y determinante, hace a la formación de la familia, base ineludible de organización de toda la sociedad.
En el mundo contemporáneo, en grupos humanos demográficamente numerosos con una movilidad geográfica acrecentada por el desarrollo de los medios de transporte, asegurados los principios jurídicos de libertad e igualdad, tal como para nuestro país lo consagró la constitución de 1853, enfrentados al desafío de construir un estado nacional, la necesidad de una norma universal que garantice la igualdad y la libertad se torna imperiosa.
Es de recordar que la expansión demográfica de Europa sobre los espacios vacíos de América implicaba el arribo de grupos humanos pertenecientes a distintas comunidades religiosas, y en aras de una convivencia pacífica se exigía, como parte misma de la organización del Estado, una norma objetiva válida para todos los cultos en materia de derechos civiles.
Precisamente, en el caso de la provincia de Santa Fe, en aquellos primeros difíciles años que se dan a partir de la fundación de la colonia Esperanza (1856) , se suscitan permanentes conflictos entre los católicos y los no católicos, en razón de que los matrimonios se consagraban, exclusivamente ante autoridades religiosas, y éstos prohibía los matrimonios mixtos; es decir, de personas pertenecientes a distintas religiones. Inclusive el enfrentamiento se hacía extensivo al pago de impuestos con los que, en última instancia se sostenía el único culto: el oficial.

Es indudable que el proceso de modernización social en el que la Argentina pretendía embarcarse a partir de 1853 exigía, inexcusablemente, la puesta al día, no sólo de su estructura productiva sino, también, de sus sistemas normativos. Por ello, en relación a los derechos civiles, y como bien se dice en los dos párrafos iniciales de la notable “Memoria” del primer año de funcionamiento del Registro Civil de la Provincia (1/03/1899 – 03/12/1899), confeccionada por Ulises Mosset, primer Director General de la repartición.
“La importancia de esta institución…es bien grande, pues por los actos que en sus Registros se inscriben se constatan y legalizan, de una manera uniforme, los hechos que determinan el estado civil de las personas…” , y “Es sabido que los derechos civiles…se modifican y extinguen en la tres épocas principales de la vida del hombre: el nacimiento, el matrimonio y la muerte”.
Es decir, la instauración del Registro Civil en 1899 tendió a garantizar, frente a una Sociedad y un Estado que crecían y se organizaban, la filiación de las personas y de las familias para el ejercicio de sus derechos civiles.
2 – Antecedentes:
Dada la importancia que el proceso colonizador tenía en Santa Fe, y los ya citados problemas que la diversidad de cultos originaba en orden al matrimonio, ya en 1864, bajo el gobierno de Patricio Cullen, un dirigente enrolado en la corriente modernizante de la política santafesina de aquellos años, se dicta, con fecha 30 de abril, un decreto facultando a los Escribanos a llevar un libro de “Registro de Estado civil de las Personas”, por el cual podían autorizar la realización de “matrimonio mixtos” (1)
Pero va a ser Nicasio Oroño, seguramente el gobernante más progresista de la historia santafesina del siglo XIX, quién va a producir el hecho más significativo en la materia, al impulsar, en 1867, dos leyes fundamentales: la ley de Secularización de Cementerios, y la ley de Matrimonio Civil.
Por la primera de ellas, de fecha 16 de setiembre, se declaran de propiedad municipal los cementerios públicos, hasta entonces parroquiales y destinados a un único culto. Por la segunda, de fecha 25 de setiembre, se establece, por primera vez en la República Argentina, el Matrimonio civil, sin perjuicio de las consagraciones religiosas posteriores.

En el mensaje que Oroño dirige a las Cámaras legislativas, , en relación al poyecto dice, reafirmando la trascendencia práctica de la norma propuesta: “los constantes esfuerzos que se han hecho hasta hoy por la provincia para traer la inmigración extranjera, los sacrificios que ha sido indispensable hacer para el establecimiento de Colonias en su territorio…serían infructuosos si no procurásemos hacer efectivas las garantías constitucionales, acabando con el absurdo de imponer a los extranjeros, de creencias diferentes a la nuestra, como condición para el ejercicio de los derechos civiles de casarse, la obligación de abjurar de su religión” (2)
La ruptura de una tradición de siglos iba a ser fatal para el gesto pionero de Oroño. Sacerdotes y grupos católicos produjeron violentas reacciones contra el gobierno provincial, lo que, unido a otros factores, produjo su caída y la derogación de las leyes cuestionadas (3).
Como hecho anecdótico –risible desde la perspectiva de nuestros días, pero que, situado en el contexto de la época, muestra hasta que punto se llegó entonces en el enfrentamiento institucional y emocional- debemos citar que, al finalizar el año 1867, exactamente el día 30 de diciembre, en la plaza de San José del Rincón fue “fusilado” un ejemplar de la ley de Matrimonio Civil. Un testigo ocular del hecho, Domingo Beney, relata que
“la ley fue puesta en un hermoso cuadro hecho ex profeso, y ejecutado … el
fusilamiento … en la plaza de este pueblo … el 30 de diciembre de 1867” (4)
Recién 20 años después, en 1888, el Congreso de la Nación dicta la ley N° 2393, estableciendo el matrimonio civil en el país. Y deberán transcurrir 31 desde el derrocamiento de Oroño para que la provincia de Santa Fe, legisle nuevamente sobre el tema, creando con fecha 4 de enero de 1899, la Dirección del Registro Civil de la Provincia, secularizando esos tres actos básicos que se hallan en la base de los derechos civiles, al decir de Ulises Mosset.
Llegados aquí cabe un interrogante: ¿quién consagró los matrimonios durantes estos 31 años que median entre Oroño y el gobierno de José Bernardo Iturraspe?. Hasta 1888 los matrimonios continuaron siendo consagrados, exclusivamente, por la Iglesia. De 1888 a 1899, en cambio, se va a aplicar la ley nacional y los Jueces de Paz serán quienes legalicen el hecho matrimonial.
4- Máximo Paz 1° de Mayo 3 de Mayo – Matrimonio
4 de Mayo – Nacimiento
5- Rafaela 1° de Mayo 1° de Mayo – Matrimonio
1° de Mayo – Dos Nacimientos
6- San Cristóbal 1° de Julio 1° de Julio – Matrimonio
1° de Julio – Dos Nacimientos
7- Helvecia 1° de Julio 3 de Julio – Matrimonio
8- Constanza 1° de Julio 3 de Julio – Nacimiento
9- Tostado 1° de Julio 5 de Julio – Matrimonio
5 de Julio – Nacimiento
10- Reconquista 1° de Julio 1° de Julio – Matrimonio
2 de Julio – Defunción
11- Cañada Ombú 1° de Agosto 5 de Agosto – Matrimonio
12- Vera 1° de Agosto 2 de Agosto – Matrimonio
2 de Agosto – Dos Defunciones
5 – Personal y Organización:
El Registro Civil se organiza sobre la marcha; recién al finalizar el año, con fecha 27 de diciembre de 1899, se dicta el Primer Reglamento de Organización y Funcionamiento de la repartición, dependiente del Ministerio de Justicia. El organigrama establecido fue relativamente simple; contaba de un Director, Secretario, Contador, dos Inspectores, y las oficinas (Departamentales y Seccionales).
El Director, Ulises Mosset, estaba designado desde septiembre de 1898. El Contador y Secretario fueron designados el 18 y 29 de septiembre de 1899, respectivamente, en las personas de Nicolás Barraco y Ricardo Schaffter. En cuanto a los inspectores, señores Luis Anadón y Nicolás Urquía, fueron designados el 11 de febrero de 1899.
El cargo de Subdirector recién aparece en 1923, por lo menos de acuerdo a las constancias con que se cuenta.
A las 126 oficinas establecidas durante 1899 se agregaron 151 más entre 1900 y 1930 (Mapa N°2), y 94 entre 1931 y 1998 (Mapa N°3). Con el transcurso del tiempo algunas de estas oficinas fueron cerradas, ya por hallarse en parajes que se despoblaron, ya por tratarse de localidades carentes casi de actividad o que, al surgir el pavimento y el automotor, se encontraban muy próximos a otra, sin que la población del lugar justificara la existencia de una oficina de Registro Civil. El caso contrario se dio, particularmente en la ciudad de Rosario, donde el gran crecimiento demográfico obligó a crear numerosas seccionales. A fines de 1898, entre Departamentales, seccionales de ciudades, oficinas de localidades, archivos departamentales y seccionales en hospitales, se cuenta con 322 oficinas.
6 – “Memoria” del año 1899.
Terminado el año 1899 Mosset eleva una “Memoria” de su gestión, la que, impresa, ocupa 96 páginas. Pensamos que, exceptuando información censal (en particular la del censo provincial de 1887, un trabajo notable realizado por el rosarino Gabriel Carrasco), esta memoria puede ser considerada, con seguridad, la primera estadística demográfica que se elabora en la provincia. Más allá de ese hecho, la misma asombra por su penetración analítica y meticulosidad. Tras una extensa e ilustrativa introducción conceptual, entre los ítems detalla:

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