Base Aerea de Parana - Historia (II)


HISTORIA DE LA BASE AEREA DE PARANA

PRIMERA VISTA AÉREA DEL GRUPO N° 3 DE OBSERVACIÓN (BASE AÉREA) DE PARANÁ.

Mucho más amplio fue el comentario publicado por “La Provincia” el 31 de julio sobre las primeras maniobras militares del Grupo N° 3 de Observación. “EN EL AERÓDROMO DEL 3ER. G. DE OBSERVACION. Efectuose la revista de las tropas de la unidad. Con todo éxito se realizaron las maniobras. Los ejercicios fueron presenciados por las autoridades civiles y militares. el éxito alcanzado.
La gran expectativa reinante por presenciar las primeras maniobras del Tercer Grupo de Observación con asiento en ésta, se vio colmada con un éxito digno del mayor elogio, por su corrección y táctica.
Numerosas familias de nuestra sociedad y autoridades civiles asistieron a nuestro aeródromo militar llevados por el carácter del programa, donde figuraban interesantes números de simulacros de combate, defensa, etc. y que, dicho sea de paso, fueron cumplidos con singular acierto”.
En el horario establecido el teniente Marcelo Aubone Quiroga fue el encargado de iniciar el programa con la visita de autoridades y público en general a las distintas dependencias técnicas de la unidad. Como acotación se puede agregar que el teniente Aubone Quiroga era sanjuanino, nacido el 17 de marzo de 1901 y falleció el 13 de junio de 1998, siendo comodoro retirado. Fue otro de los pioneros de la aviación argentina, habiendo ingresado al Colegio Militar de la Nación en 1917, de donde egresó como subteniente de artillería, incorporándose luego como piloto militar; en 1926 había realizado el raid aéreo Buenos Aires – San Juan – Buenos Aires, logrando el record mundial de permanencia en el aire. Luego se graduó como ingeniero militar en la Escuela Superior Técnica del Ejército, estudió en Italia, donde se doctoró en ingeniería aeronáutica. Fue Jefe de la Fábrica Militar de Aviones (1936). Fue embajador en Canadá (1958) y Presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica entre 1964 y 1969.
Volviendo a Paraná, en el comienzo del recorrido se visitó la usina, que estaba a cargo del Sr. Francisco Rojas. La usina contaba con un motor de 72 HP y otro de 16 HP, siendo utilizado éste último para el alumbrado de los hangares, casillas y otras dependencias de la unidad.
Luego la comitiva se dirigió a la pista de aterrizaje donde estaban preparados para ser examinados los aviones Bristol N° 28 y 29 y los Bréguet N° 14, 16 y 17, custodiados por su respectiva tripulación. También se habían dispuesto numerosos elementos de uso militar y los “auto – camiones”. Mientras se observaban los aviones la concurrencia pudo disfrutar de varias piezas musicales que interpretó la Banda del 9 de Caballería.

Posteriormente el teniente Enrique Gunstche fue el encargado de explicar sobre las funciones del Grupo de Exploración, su organización, las características principales de los aviones Bréguet y la distribución del armamento de que disponía; todo ello sobre el avión N° 14; también diferenció la función del piloto y del observador, la importancia de la aviación de uso militar, destacando los grandes elementos con que contaban. Luego se dirigieron a los lugares donde estaban dispuestas las bombas y allí explicó Guntsche el modo de lanzarlas desde el aparato, para tener la mayor precisión posible en un campo enemigo.
Con esto terminaron las palabras y los aviones comenzaron a alistarse para salir a volar. El público trató de colocarse en lugares preferenciales para disfrutar las maniobras de pilotos y observadores. La formación se constituyó dela siguiente manera:

Los Bréguet, se alistaron así:
N° 17: piloto sargento 1° R. Giménez, observador Sargento Torres.
N° 15: piloto Sargento 2° Inbes, observador Sargento Juan Gil Valdez.
N° 14: piloto teniente Enrique Guntsche, observador Marcelo Aubone Quiroga.
Los Bristol:
N° 28: sargento Vargas, observador sargento 1º Garnica.
Nº 26: piloto sargento 1º Mario Rocha, observador sargento 1º Cuello.

“Puestos en marcha recorrieron parte de la pista hasta tomar el impulso necesario, consiguiendo prontamente elevarse, tomando dirección norte, a excepción del Nº 14, a quién rompiosele una cámara. Encabezó la salida el Bréguet Nº 17, volviendo los aparatos nuevamente hacia el aeródromo, lugar sobre el cual diéronse comienzo a las pruebas encomendadas”.
La primera de las operaciones consistió en enfocar el paisaje y el público que se encontraba observando las maniobras, con un aparato fotográfico de los empleados de la unidad. La tarea le correspondió al observador sargento 1° Garnica que se desplazaba en el Bristol N° 28, habiendo logrado dos fotografías a unos 40 metros de altura.
Los espectadores siguieron con sumo interés la figura del avión a que tan corta distancia les permitió ver los movimientos de ambos tripulantes. Enseguida descendió este avión, entregando la máquina fotográfica para que se procediera al revelado y copiado de las películas en la misma
El piloto carreteó el avión N° 28 de su regreso a la pista, entregando la máquina fotográfica para que las películas allí contenidas fueran reveladas y copiadas en el propio aeródromo, donde la prontitud para tal realizar ese trabajo fue meritoriamente reconocida.
Luego el avión Bréguet N° 17 comenzó con la segunda prueba, lanzando al vacio una bolsa de arena, suspendida a un paracaídas. Un ¡oh! surgió espontáneamente desde el público que creyó que la pesada carga era una persona, dada la astucia del lanzador. Con su balanceo característico se vio caer el paracaídas en el terreno frente al campo de aviación.
“Seguidamente levantó vuelo el Bréguet Nº 14 haciendo prácticamente el Teniente Guntsche lo demostrado oralmente en su descripción del lanzamiento de bombas explosivas. A gran altura del lanza bombas del Bréguet desprendiéndose una explosiva que cayó en el terreno de la pista, haciendo la consiguiente detonación seguida de una humareda cerrada. Luego cayeron varias juntas, aumentando la curiosidad de los concurrentes, quienes elogiaron la seguridad y pericia con que efectuase esta prueba, llena de interés y emoción”.
Entre otros números, se pudo escuchar las comunicaciones radiofónicas que se emitían desde el avión N° 15, elogiando el público la claridad de las mismas. El teniente Villafañe estuvo a cargo de explicar la manera en que se efectuaban estas comunicaciones, tantos radio telefónicas como telegráficas, siguiéndole el teniente Grisolía, quién explicó el excelente resultado de las tomas fotográficas y el uso de cada aparato usado para confeccionar las mismas.
Todos los concurrentes fueron invitados “a un bien servido lunch, el cual se caracterizó por el ambiente de sociabilidad y camaradería y las diferentes atenciones recibidas”. Entre los asistentes de la ciudad se reconocieron los siguientes: las familias de Magiolne, Domínguez, Languasco, Coronado, Micheltorena, Fagés, Balabarrey, Rosembrock, Chiara, Styrle, Crespo, Zaballa, Soler, entre otros24.
Este acontecimiento fue siempre recordado pro la población y fue el inicio de una simpática relación, que se incentivó en San Benito porque la cercanía con el lugar permitía tener mayor fluidez en las relaciones, lo que se mantuvo en el tiempo.
El viernes 26 de agosto del mismo año llegaron a Paraná dos aparatos Bristol de 300 H, piloteados por los tenientes Martínez y Barteán25. El Jueves 22 de setiembre llegaron dos Bréguet procedentes de Buenos Aires para completar la escuadrilla local, que fueron piloteados por el teniente Enrique Guntsche y por el sargento 1° Jubel; “con ello la escuadrilla cuenta de 9 aviones que tendrá la base para concurrir al mando del Sr. jefe Mayor Vicente Andrada a las maniobras que se efectuarán en Mendoza, próximamente”26.
La participación en las maniobras realizadas en Los Tamarindos de Mendoza fue exitosa, habiendo regresado los primeros dos aviones el 12 de noviembre, aterrizando a las 19:15 en la pista de la unidad; los aviones llegaron piloteados por el teniente Grisolía, apoyado por el Jefe de Mecánicos Ortúzar y por el teniente Enrique Guntsche, acompañado por el teniente Rocha. Con los aviones Bréguet de 450 HP tuvieron que hacer una escala técnica en Villa Mercedes de San Luis. “Para arribar a ésta los aviadores han tenido que luchar con un fuerte viento norte contrario, siendo más meritorio por ello el raid realizado. Mañana llegará el resto de la escuadrilla”27.

Con respecto a este raid y a las exitosas maniobras en Los Tamarindos, Mendoza (donde el 10 de marzo de 1914 había perdido la vida Jorge Newbery, luego de almorzar con Teodoro Fels), el señor Emilio Icasati ofreció una cena en el Hotel Gransac de Urquiza y San Martín de Paraná en honor de los militares pertenecientes al “tercer Grupo de Observación con motivo de la forma brillante en que dicha unidad se desempeñó en las últimas maniobras efectuadas” 28.
Al comienzo de 1928 el mayor Vicente Andrada fue designado en un nuevo cargo en Capital Federal y en su reemplazo fue enviado como Jefe de la unidad el mayor Eliseo C. Pissano29. Este perteneció al Segundo Curso de la Escuela de Aviación Militar realizado por Resolución del 19 de agosto de1913, de donde egresó como teniente, con brevet de aviador internacional. El 6 de diciembre de 1913 había participado como acompañante del piloto Hernán Mazzoleni en la ascensión aerostática con el globo “Eduardo Newbery”, partiendo a las 9:45 hs. desde Belgrano, Bs. As. para descender a las 7:30 hs. del día siguiente en Cristiano Muerto, partido de Tres Arroyos, Pcia. de Bs. Aires, recorriendo 506 km. en 21 hs. 45’ de navegación.

PRIMER ACCIDENTE AÉREO FATAL EN PARANÁ

La primera desgracia que hubo que lamentar en la unidad militar, mientras todavía se denominaba Grupo N° 3 de Observación, ocurrió el sábado 14 de enero de 1928, perdiendo la vida dos jóvenes militares. Aquella noticia conmocionó la ciudad, siendo comentado animadamente por la inmensa mayoría de los ciudadanos. La prensa fue bastante sensacionalista, calificando al accidente ocurrido en la localidad de Aldea Spazenkutter (Colonia de inmigrantes alemanes del Volga), del Departamento Diamante, como “la venganza del Eolo”. Aquella localidad entonces “ha sido el lugar donde han rendido tributo al deber dos soldados cuya entereza honra al valiente cuerpo al que pertenecen”.
El aparato Bristol “Fighter” F 2B N° 28, siendo las 9:50 horas volaba normalmente piloteado por el teniente 1° Efraín Rivero Olarzábal, quién llevaba de acompañante al sargento 1° Juan Gil Valdez, pero al efectuar una maniobra a muy escasa altura tuvo un vuelco sobre el ala izquierda. “La gravedad de la situación no parece haber amedrentado al piloto, por cuanto la maniobra que efectuó fue un último recurso de volver el aparato a su normalidad, con tal mala fortuna, que rápidamente se desplomó contra el suelo. A consecuencia de la caída, el aparato quedó completamente destrozado, falleciendo los ocupantes”. Luego, las primeras pericias realizadas en el su ario que se instruyó, determinaron que el accidente se debió a la pérdida de velocidad.
Un testigo presencial, relató los pormenores del accidente aéreo de esta manera:

“- Me hallaba –comienza nuestro informante – a unos doscientos metros del lugar donde ocurrió el accidente, cuando vi venir volando en dirección a Diamante un aeroplano. Su vuelo era normal. De pronto me llamó la atención la maniobra que efectuaba, que bien pronto me dio la impresión de la catástrofe. El aeroplano, después de efectuar un viraje sobre el ala izquierda se vino de punta hacia la tierra. La caída daba la impresión de que se iba a realizar la prueba llamada “looping the loop”, pero desgraciadamente no fue así.
Rápidamente, ante la realidad de la tragedia – continúa – corrí hacia el lugar donde había caído el aparato. Este se hallaba semi clavado en la tierra, quedando luego horizontal.
El espectáculo que se ofreció a mi vista es doloroso describir. Sentados en sus respectivos sitios se hallaban los infaustos pilotos. EL sargento Gil Valdez había muerte instantáneamente, no así el teniente 1º Rivero Olarzábal, que tenía la cabeza apoyada sobre el hombro izquierdo. Levantando luego la mano derecha e inclinando la cabeza hacia ese lado expiró.
El sargento presentaba heridas en el parietal derecho y los miembros inferiores completamente destrozados, siendo idéntico el estado del teniente 1º.
Terminó nuestro relator diciendo que rápidamente se prestaron toda clase de servicios a las autoridades militares que llegaron al lugar del accidente”. Se puede deducir que aquello de “looping the loop” corría por cuenta el exaltado cronista.
Enterados del accidente ocurrido se trasladaron al lugar del hecho con una ambulancia el capitán Yódice junto con el Dr.Ovidio…, los que constataron la gravedad del suceso. Los restos de los malogrados aviadores se trasladaron primero al pueblito cercano y posteriormente a Paraná.
El teniente 1° Efraín Rivero Olazábal era un joven de 27 años; Su vida inquieta se puede decir que había comenzado allí: sobre un aeroplano. “Había proseguido allí: sobre un aeroplano. Había terminado allí: sobre un aeroplano. Quizás – parafraseando a los fatalistas – podemos decir que el destino le había señalado su lugar de héroe, que es lugar también de los mártires”.
Es que tenía en sus venas la sangre de los héroes. No en vano era bisnieto del general Félix de Olazábal y Llorente, aquel militar íntegro, que supiera batirse cara a cara en las cruentas guerras de la Independencia, en la que por poco perdió un brazo en Talavera de la Reina, Chile, cuando la Batalla de Chacabuco, estando al frente del Batallón N° 8 del ejército de San Martín y luego condecorado como “Libertador de Quito – 1822”, entre otros lauros.

“Con esa herencia ancestral había hecho méritos que siempre lo habían destacado como un hombre recto, un militar íntegro, un amigo leal, un caballero dorado a la antigua usanza. Nacido en Buenos Aires, había sentido la vocación por la carrera de las armas y en su ciudad obtuvo su graduación. Bien pronto se pudieron apreciar sus méritos, habiendo sido con tal motivo trasladado a esta ciudad en comisión, desde el mes de setiembre de 1927, donde desempeñaba el puesto de Ayudante de la Unidad.
El teniente 1º Rivero Olazábal había conquistado aquí el general afecto de sus amigos y colegas, al que se hacía acreedor por sus cualidades morales. La trágica muerte ha sorprendido al bravo militar en circunstancias que se le concedía un pase para incorporarse a la unidad aérea de Mendoza, lo que debía realizar dentro de dos días. Cierra así su breve carrera que le dio oportunidad para destacarse como un buen piloto, que batiera el destino en su furor implacable”.
El sargento 1° Juan Gil Valdéz, “fue también el elegido para acompañar en el vuelo eterno al teniente 1º Rivero Olazábal. Como siempre, confiado, seguro en su estrella, había saltado al aparato que minutos después debería cerrarse como un ataúd sobre el cuerpo. El sargento 1º Gil Valdez era un hombre joven: 28 años. Desempeñaba el puesto de encargado de la sección comunicaciones de la Unidad, donde era estimado por su comportamiento ejemplar. Hacía algunos años había formado un hogar, que hoy deja abandonado con su esposa y tres hijos. El extinto había nacido en la ciudad de Tucumán”.
Entre los objetos que se encontraron en poder del teniente primero Rivero Olazábal se encontraron: el reloj pulsera detenido a la hora en que se produjo el accidente: las 9:50 hs., un anillo, un par de gemelos, el emblema del cuerpo al que pertenecía que había recibido hacía pocos días y una tarjetita con la imagen de la Virgen del Luján. Era el amuleto del desafortunado piloto militar. Un regalo de su madre que llevaba en todos sus vuelos como escudo protector. En el mismo reverso de la estampita había escrito con unción hacia su adorada madre: “REGALO DE MAMITA. CUANDO MI PASE A PARANÁ, SETIEMBRE DE 1927”.

Escribió el cronista, rematando:”… Y a su querida mascota la encontraron junto a su corazón, donde la Virgen había oído las últimas palpitaciones del vigoroso órgano de vida. El capitán Yódice posee dichos objetos, los que entregará a los deudos del extinto”.
El velatorio de los restos de los infortunados aviadores se llevó a cabo en el Casino de Oficiales de la unidad, donde se levantó la capilla ardiente por donde desfiló una numerosa concurrencia, para dar testimonio al sentimiento de pesar provocado por aquella desgraciada circunstancia.
Respecto al accidente, el capitán Yódice, que estaba accidentalmente al frente de la base aérea, se mostró hondamente impresionado por el sensible accidente ocurrido, que conmovía a la opinión pública, lamentado que haya esa la oportunidad de poner el primer crespón negro en los dos años de vida del Grupo N° 3 de Observación; “destacó también la dolorosa repercusión que en el seno de las amistades había tenido la muerte de los dos valiente servidores dela patria, que rinden su tributo tanto en la paz como en la guerra”.
Inmediatamente de ocurrido el accidente de Spazenkutter, el jefe accidental de la Base, Capitán Yódice, ordenó los homenajes y decretos correspondientes, designando la comisión de honores compuesta de oficiales y suboficiales para el velatorio. Integraron la misma: los tenientes Enrique Guntsche, Vicente Villafañe, Armando Barrero y los suboficiales Sargento 1º Mario Rocha y Luis Cuello y el cabo 1º Manuel Mauriño, nombrándose al teniente Parrero para que con el personal de la escuadrilla rinda los honores correspondientes, de acuerdo a los reglamentos vigentes.
Desde el Aeroclub Paraná, en sesión extraordinaria, la comisión directiva adoptó la resolución de adherir y hacer suyo el duelo; enviar una corona de flores naturales; nombrar una comisión formada por los socios capitán Lorenzo Yódice, Sr. Carlos Izaguirre, Bernardo Zumalacárregui y Armando Ballesteros para velar el cadáver; designar al Sr. Bernardo Zumalacárregui para que haga uso de la palabra en el acto de sepelio, en nombre de la institución y pasar notas de pésame y copia de dicha resolución a la familia de los extintos y al 3er. Grupo de Observación. El escrito fue firmado por Bernardo Zumalacárregui, presidente y Carlos Izaguirre, secretario.
Es digna de conocer la expresión de deseo final en la lúgubre nota del cronista:
“¡MARTIRES!...Volaban tranquilos. ¿Tranquilos? Sí. Tranquilos. Confiando en su suerte. En esa suerte que llevaba simbolizada, el uno en una Virgencita del Luján y el otro en la vocería angelical de sus hijitos y el “hasta luego” de su esposa. Confiando en su pericia. Confiando en ese gran corazón que palpitaba ansioso de infinito. Así habían ascendido en un bólido de águila sedienta, en procura de estrellas, de hallarse más cerca del cielo. Así habían surcado el espacio en innumerables veces…Volaban tranquilos. Echaban una vez más la moneda a cara o cruz al azar. De pronto algo que se ahoga en el resoplar estridente. Hombre y máquina, máquina y hombre, luchan contra el manotón del destino. Se diría que en esos segundos relámpagos el hombre máquina logrará vencer. Pero el cielo estaba tan alto y la tierra tan cerca, que ha necesitado el rebote brutal para su ascensión definitiva. Ascensión de mártires. Mártires en la paz. Mártires en la guerra. Mártires ante la tumba prematuramente abierta. ¡Vayan sobre ella las flores inmarcesibles del recuerdo!” 30.
En el cementerio local el domingo 15 de enero por la mañana, previo al oficio religioso, fueron sepultados los restos de los aviadores, dando lugar a una sentida nota; hizo uso de la palabra el capitán Yódice, en nombre de los jefes y oficiales de la unidad, el señor Zumalacárregui por el Aeroclub de Paraná, un sargento por el casino de suboficiales y un civil de grupo.

EL CAPITÁN LORENZO YÓDICE ES TRASLADADO
El viernes 10 de febrero de 1928 se conoció la noticia que el capitán Lorenzo Yódice, segundo Jefe del Grupo de Observación, había sido trasladado a la Dirección General de Aeronáutica en Capital Federal.
“El capitán Yódice durante el lapso de tiempo que permaneció en el cargo que desempeñó hasta ahora ha desarrollado una acción eficiente de gran utilidad para el arma que pertenece. Puede decirse que la Base Aérea es obra suya. En ella puso gran empeño y demostró poseer condiciones sobresalientes y especiales conocimientos en la materia. Pierde por lo tanto la unidad militar de referencia a un factor ponderable en todo sentido y a uno de sus mejores propulsores” 32.
Antes de abandonar la ciudad, Yódice visitó autoridades y medios de comunicación, dejando en alto el concepto que se tenía de él tanto como militar desarrollando una tesonera labor, como de caballero ratificado en su gesto final antes de viajar a su nuevo destino.

ALGUNOS RAIDS PASAN POR PARANÁ

El viernes 14 de junio de 1929 arribaron a Formosa el avión Bréguet que había partido de Buenos Aires piloteado por el capitán Ebening, acompañado por el Bréguet N° 14 piloteado por el teniente Ferrario, quién se sumó en Paraná luego de la escala técnica realizada en esta ciudad por el raidista34.
El 14 de enero de 1930 en teniente Armando Barredo junto con el teniente 1° Héctor J. Gallac, hicieron en un biplano Bréguet XIX A.2 el raid Paraná – Monte Caseros – Curuzú Cuatiá – Paraná, pasando también a los anales de la historia de la aviación argentina.

A partir del año 1930 la unidad militar pasó a denominarse Base Aérea Miliar Paraná, incluyendo en sus dependencias al Grupo N° 1 de Observación, habiéndose sumado mayor cantidad de personal proveniente de la unidad similar de Los Tamarindos, Mendoza. En las ampliaciones de la construcción se hicieron galpones nuevos que llegaron a servir como alojamiento al personal, que inicialmente debió hospedarse en la ciudad de Paraná.

Mientras tanto, desde la municipalidad capitalina se venía construyendo el camino de hormigón armado finalizado en el año 1933. En ese año, el 1° de julio, mediante Decreto N° 22576/33, BM N° 2813, 2ª Parte, se le puso oficialmente el nombre de Base Aérea Militar Brigadier General Justo José de Urquiza”.
Por este tiempo, la ciudad recibía a numerosos empleados de esta unidad prevenientes de distintas provincias, dado los nuevos puestos de trabajo que se iban generando, lo que también significó un buen impulso para la zona.
En mayo de 1933 fue designado nuevo Jefe de la Base Aérea el mayor Aníbal Barros. Este oficial perteneció al 5to. Curso de la Escuela de Aviación de El Palomar, realizado por Resolución del 28 de julio de 1920; hizo el curso de piloto con aviones Avro K 504 – Gnôme de 100 HP, habiendo egresado como aviador militar con el grado de teniente 1° el 12 de enero de 1922. El nuevo Jefe ordenó el juramento a la enseña nacional por parte de los que estaban bajo bandera para el 22 de mayo de ese año, pudiendo ser éste el primero de similares características que se dio en la historia de la unidad militar.

DESPEGUE DE AVIONES EN LA BASE EN LA DÉCADA DEL 30
OTRO ACCIDENTE AÉREO EN PLENA CIUDAD

El domingo 29 de octubre de 1933, mientras realizaba algunos pasajes sobre una procesión religiosa por las calles céntricas de Paraná, cayó un avión de la Base Aérea que era piloteado por el sargento Julio Arrieta, en domicilio de propiedad del sr. Bernabé Montiel, inspector de rentas de la provincia, ubicada el calle Bolivia (hoy 9 de Julio) N° 126.

El accidente ocurrió cuando el aparato se hallaba en vuelo sobre el centro y el motor tuvo una falla. Arrieta buscó un lugar descampado para descender e hizo planear al avión, pero cuando estaba cerca de un baldío perdió la estabilidad y se precipitó violentamente a tierra. El aparato quedó mirando de norte a sur, inclinado sobre su ala derecha, destrozado.
Al otro día un numeroso público se renovaba constantemente, ávido de conocer sobre el accidente y para ver al aparato de cerca, para lo cual fue necesario establecer un servicio especial de policía.
La propiedad donde cayó el avión constaba de cuatro habitaciones, habiendo sido destruidas completamente una de ellas, que medía unos 3,50 x 3 metros, y 10 metros de pared. El mismo lunes 30 de octubre unos veinte operarios fueron los encargados de desmantelar los planos del avión para llevarlos a la base en camiones, como así también el resto del fuselaje, pero la tarea resultó dificultosa y lenta dada la cantidad de escombros que había sobre y alrededor de la máquina.
El sargento Arrieta tuvo mucha suerte de no perecer, ya que al retirarlo del aparato, lo encontraron con sus ropas empapadas en nafta debido a la rotura del tanque de combustible. Sufrió heridas cortantes en su cara y diversas contusiones en el cuerpo, pero luego de internado en el Hospital Militar se constató que su estado no revestía gravedad.

PLANTEL DE PERSONAL DE LA UNIDAD DE 1932
OTRAS ACTIVIDADES DE LA BASE AÉREA

La Base Aérea Brig. General Urquiza de Paraná en la década del 30 tuvo una intensa actividad, tanto en materia de nuevas construcciones como en lo relacionado a la actividad específica; en realidad el progreso de esta fuerza, aún perteneciendo todavía al ejército fue notorio y se constituyó en un ejemplo en Sudamérica.

Los empleados civiles y los militares mantuvieron una fluida relación con los vecinos de la zona, incluso con la pequeña población del antiguo casco poblado de nuestra localidad. En esta unidad militar siempre trabajaron ciudadanos sanbenitenses sea de manera directa o a desde las pequeñas empresas que realizaban trabajos de construcción. Un ejemplo de ello es cuando se construyó el polvorín, al sur de la unidad. Allí trabajaron varios sanbenitenses, como el caso de Capello, luego radicado en Luján Pcia. de Bs. Aires.
La integración en la Base se consolidó a través de la utilización del tiempo libre y desde esta unidad fueron pioneros en la difusión del basquetbol desde 1932 en adelante. Si bien este deporte se conocía en Paraná desde 1923, su crecimiento comenzó desde la primera cancha ubicada en calle Santa Fe, entre Moreno y Malvinas de Paraná, con el “Saturnia Basquetball” de la mano de los Cordini y con la participación entusiasta de uno de sus principales impulsores como la de Raúl Uranga, luego Gobernador de Entre Ríos.
La Base no estuvo ajena a las expresiones deportivas y constituyó en los albores del básquet paranaense un equipo representativo, nacido a poco del pionero “Quique Club”, en 1931 bajo el nombre Club Atlético Base Aérea, teniendo su local en calle Echagüe N° 145 de Paraná. En febrero de 1932 se reunían sus asociados para proceder a la reforma de sus estatutos38. En 1932 el equipo de la Base disputó la Copa “Texier” jugando el 22 de diciembre contra el Quique Club.

FOTOGRAFÍA AÉREA DE 1936. SE OBSERVA EL LUGAR DONDE ESTUVO LA CANCHA DE BASQUET Y LO QUE PUDO SER LA DE FÚTBOL (donde está el hangar “Luria” ahora)

En 1933 el Club Atlético Base Aérea incorporó el fútbol e integraba la Federación Paranaense de este deporte junto con: Estudiantes FBC, Zapadores, Pucci y Clemente, Litoral, El Diario, Gimnasia y Esgrima (luego fue Instituto), Ministerio Obras Púbicas, Honor y Patria, San Martín, Independiente y Libanés40.
El 28 de octubre de 1933 esta Federación jugó un partido con su similar de Santa Fe, ganándole por 5 a 3; en aquella delantera jugó de titular con buen suceso un integrante del equipo de la Base al que llamaban “Petronilo”. El equipo formó con: Sosa; Gaggión y Mastrángelo; Tanner, Pena y Toloy; Zapata, Gan, Pio Alem, Castro y Cortessi.

Al año siguiente el Club Atlético Base Aérea integró la Liga Paranaense de Fútbol en la divisional Primera B junto con: Belgrano, Porvenir, Honor y Patria, Libanés, Sportivo Urquiza, Peñarol, Alem, San Martín, Paraná y Nobleza Juniors.

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