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La Compañía de Jesús en Santa Fe - 6ta Parte


LA COMPAÑIA DE JESUS EN SANTA FE

Sexto y Ultima Parte

Las reducciones jesuíticas fundadas en territorio santafesino, sólo llegaron a permanecer unos pocos años bajo la doctrina de los padres de la Compañía. San Javier de Mocovíes, que fue la primera establecida en 1743, vivió 24 años socorida por los religiosos jesuitas; San Jerónimo del Rey de Abipones, sólo 19 años, y San Pedro de Mocovíes, escasamente 2 años.

Pese a la brevedad del tiempo, el resultado de esta experiencia fue altamente positivo y, de haber permanecido la Compañía de Jesús al frente de los pueblos, no dudamos hubiera alcanzado a lo largo de los años y el transcurrir de generaciones, la total transformación espiritual, moral y material de estos individuos, convirtiéndolos en seres pacíficos y útiles, sin que por ello perdieran su idiosincrasia racial. 

Indudablemente, la que mejor respondió a la evangelización fue San Javier. Mucho tuvo que ver con ese éxito la presencia del padre Florián Paucke. Dotado de una gran capacidad intelectual e iniciativa propia, comenzó por ganarse la voluntad de los indios, demostrando sus grandes condiciones de sicólogo. Como la gran mayoría de los misioneros, aprendió su idioma y una vez dominada esa lengua, además de usarla para catequizarlos y predicarles el Evangelio, fundó una escuela para niños. Excelente músico, transmitió esa inclinación a sus neófitos y, en poco tiempo, integró un conjunto musical con el que, no sólo deleitó a los demás mocovíes que concurrían en masa a los oficios sagrados para escucharlos, sino que también fueron invitados a dar conciertos en las iglesias de Santa Fe y hasta Buenos Aires, donde provocaron la admiración de cuantos españoles los escucharon.

Asimismo, se preocupó por inculcarles afición por la agricultura y de enseñarles a realizar trabajos de herrería y capintería. Enseñó a hilar a las mujeres y a teñir y a tejer la propia lana de las ovejas de la reducción. Inició a los mocovíes en la industria de la curtiembre de cueros, en la fabricación de velas y jabón, en la talla de maderas, en la construcción de carruajes, y aun órganos para el templo.

Paralelamente, los instruía en la doctrina y la moral cristiana; tema al que le asignaba, como es de suponer, la mayor prioridad. Hacía hincapié mayormente con los niños y los jóvenes antes que con los adultos. Ocurría que éstos eran más reacios a abandonar las viejas prácticas y creencias, motivo por el cual no se los presionaba y esperaban que sólo con el tiempo y el ejemplo de los menores se decidieran a abrazar la fe cristiana.

Varios de estos misioneros jesuitas, cuando regresaron a sus países de origen, luego de la expulsión de la Compañía, dejaron valiosísimos escritos rememorando los años transcurridos en las reducciones y describiendo maravillosamente el medio ambiente, con su fauna y su flora, como también la costumbre de los aborígenes.

Merecen destacarse entre ellos los padres: Antonio Sepp, Martín Dobrizhoffer, y nuestro Florián Paucke.

Este último dejó un extenso manuscrito de 1.146 páginas, que tituló “Aquí y allí. Allí placer y regocijos, aquí amarguras y angustias”.

Dicha obra fue traducida por Edmundo Wernicke y editada por la Universidad Nacional de Tucumán en 1942.

En ella describe su viaje desde Europa hasta el Río de la Plata, sus paradas y estadías en Buenos Aires y Córdoba, para continuar a Santa Fe y finalmente a la Reducción de San Javier, donde arribó en el año 1749. Permaneció en ella hasta la expulsión de la Compañía en 1767. En el año 1752, reemplazó al padre Francisco Burgés al frente de la Reducción, manteniéndose en ese cargo hasta el final. Tuvo principal intervención en la creación del pueblo San Pedro de Mocovíes, al punto que se lo considera su fundador.

Relata los viajes a carreta y a caballo, su contacto y trato con los caciques, las costumbres y las modalidades de los mocovíes. Muchas páginas se dedica a describir la fauna y la flora del Chaco santafesino; los oficios religiosos en la misión y la evangelización de los aborígenes.

Un párrafo aparte merecen las ilustraciones que adornan su obra realizada por su pluma. Ciento cuatro láminas integran la colección, treinta y siete de flora, treinta y tres de fauna y treinticuatro de trajes y costumbres. 

Agustín Zapata Gollán, en su publicación “Las Puertas de la Tierra”, dice lo siguiente: …las estampas de Paucke, salieron, más que para ilustrar las memorias, por ese natural instinto del artista que le lleva a encerrar en los trazos del lápiz o de su buril, lo que vieron sus ojos o soñó su fantasía…

Fuente: Dr. Bernardo E. Alemán. La Herencia Jesuítica en Santa Fe. El Litoral y Gobierno de Santa Fe.

Imagen: Ilustración del Padre Florian Paucke.

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