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Historias de Misiones - Los Guaranies

LOS GUARANIES EN MISIONES

Más allá de la dificultad que aún hoy representa determinar con precisión el origen del pueblo Guaraní, es importante destacar, la trascendencia que culturalmente tuvo y tiene en el territorio de la actual provincia de Misiones (Argentina) y en la región.


Las investigaciones realizadas hasta el presente, se pudo establecer que en el Paraguay existían tres subgrupos de Guaraníes: Los Mbyá, los Pai-tavytera, los Chiripá o Ava-Katú-Eté. Este último es el que participó en el proceso evangelizador llevado a cabo por los Jesuitas Españoles en la región de “las misiones”.

Los Guaraníes habitan actualmente, al igual que lo hacían en el pasado (pero en zonas sumamente reducidas por la acción del blanco), el territorio que corresponde al suroeste de Brasil, Noreste de Argentina, Paraguay, parte de Bolivia y parte de Uruguay.
Organización Político Social
Los guaraníes vivian en aldeas o tribus que ocupaban en los claros de la selva. Las familias habitaban casas comunales siempre con un jefe, el cual tenia su aposento en el centro de la cabaña. La misma, que podía alcanzar hasta los 60 metros de largo en un solo ambiente, podían albergar desde 60 hasta 120 personas.
Los jefes de las casas comunales a su vez formaban el consejo de jefes, en el que son tratados y resueltos los principales problemas de la comunidad. La aldea estaba siempre dirigida por un jefe político llamado “Mburubichá” y un jefe religioso llamado “Shaman”.

Régimen familiar
El matrimonio y la familia constituyen el núcleo familiar básico. La poligamia representa un status social preponderante, por lo que su práctica era propia de jefes y guerreros reconocidos, quienes hacian una distinción entre esposa principal o “Cherembicó” y secundaria o “Cheaguazú”.
La costumbre generalizada, practicada por los demás integrantes de la comunidad tribal era la monogamia aunque las uniones no eran muy estables y el divorcio era común.
Organización económica
Los guaraníes son básicamente agricultores, cada familia poseia un lote exclusivo en las plantaciones comunitarias y a su vez cada esposa tenia una huerta personal.
Los guaraníes preferian, para la instalación de sus aldeas, los terrenos ubicados sobre las riberas de los grandes ríos, arroyos y lagunas de la región puesto que eran los sitios más propicios para la pesca y la caza, la recolección del “ñai’ú” o arcilla para la fabricación de cerámica y fundamentalmente para el aprovechamiento de la tierra fértil en las labores hortícolas. A su vez, la selva cercana ofrecía sus frutos silvestres y abundante madera.
Los guaraníes conocen y visualizan con claridad su hábitat geográfico, se sienten parte de él. Su propia lengua identifica con toda lucidez y con nombres propios, ríos, arroyos, lagunas, cerros, montes, sitios significativos y otros de orden mitológico.
Las plantaciones más comunes en estas comunidades eran la mandioca, el maíz, la calabaza, el poroto, el algodón, etc.

Para plantar, previamente queman el monte produciendo “el rozado”, en el que mujeres y niños siembran bajo la supervisión de los sabios ancianos.
Los hombres se dedicaban especialmente a la caza y la pesca, utilizando como armas, los arcos, flechas, pequeñas hachas, maza y algunos grupos llegaron incluso a emplear lanzas.
Organización religiosa
Las comunidades guaraníes son pueblos profundamente religiosos, con alto grado de espiritualidad. Fundamentaron el origen y la existencia de los dioses, los hombres y la naturaleza, mediante mitos y creen en la continuidad de la vida después de la muerte. Por eso a sus muertos le proveen de todo lo necesario para que puedan realizar, sin carencias, el largo y peligroso viaje a la tierra sin males del cual solo los niños gozan de protección divina quedando exceptuados de todo peligro.
Para ellos, el alma proviene del paraíso de “Tupá Ru Eté” o Dios de la lluvia y al morir, el espíritu del muerto vuelve a su lugar de origen.

Los entierros se realizaban en un pozo, o en urnas de barro y el túmulo en la misma casa del muerto. Quien además, llevaba consigo sus armas, ropas y trofeos.
La costumbre obliga a una práctica rígida del culto permanente a los antepasados, manteniendo una relación estrecha y continua entre la comunidad de los vivos y los muertos que se traducen en ayuda recíproca. Estas relaciones implican prácticamente derechos y obligaciones recíprocas: por ejemplo, los muertos proveen de alimentos a sus deudos, les envían la lluvia que favorece las plantaciones y velan constantemente por su bienestar. Los deudos, a su vez, deben tributarles ofrendas; además celebran en honor a los muertos una gran fiesta cada año buscando así que los espíritus se mantengan vivos en el corazón de la comunidad.
La práctica espiritual
El “Shamán” o “Page” (jefe religioso), posee poderes sobrenaturales y desempeña una función directriz como conductor de su pueblo en todos los actos comunitarios.
El Shamán mediante su gran poder entra en comunicación con los espíritus buenos y con los malignos, defendiendo a su comunidad contra estos últimos. Él, intermedia entre el hombre y Dios además de ejercer como adivino, hechicero, médico, sabio, profeta, jefe espiritual, director de danzas y ceremonias de su comunidad.
Los Guaraníes son monoteístas y su dios es “Tubá”, creador de todo lo existente. También son animistas, es decir, consideraban que el mundo de los vivos estaba rodeado por espíritus buenos o malos que aparecían bajo formas humanas o animales.
…la actualidad los asecha
Sus antepasados llegaron al territorio argentino a fines del siglo XIX, desplazados por los colonos paraguayos, que poco a poco fueron ocupando sus tierras. Junto a los “chiripás” y a los “paí-kaiová” del este del Paraguay y del sur brasileño, los “mbyá” pertenecen al grupo de los indómitos cainguá o “monteses”, aquellos guaraníes que –refugiados en lo profundo de la selva- se mantuvieron lejos del sometimiento de los conquistadores y de la evangelización de los jesuitas.
Los mbyá son quienes conservaron más elementos de la cultura tradicional, en especial el idioma guaraní, que hablan en un dialecto muy antiguo.

Hoy están arrinconados en tierras privadas o fiscales, en constante peligro de desalojo. Sus aldeas son pequeñas y las antiguas malocas fueron reemplazadas por simples casas para cada familia.
Siguen trabajando la tierra con el sistema de roza y quema, pero ahora usan machetes, hachas y azadas que compran en las ciudades. De ese modo cultivan las plantas tradicionales y otras traídas por los europeos, como la caña de azúcar. Cuando pueden, pescan, cazan con trampas y armas de fuego y –como sus ancestros- buscan miel silvestre y recolectan en el monte nueces, frutas, huevos y larvas. Pero las plantas comestibles, los peces y otros animales escasean debido a la destrucción de la selva y por la situación de arrinconamiento que impide a los indígenas desplazarse libremente.
Por eso, su principal fuente de ingresos proviene de la venta de artesanías, especialmente cestos, collares de semillas y figuras de animales tallados en madera. También se emplean como hacheros en los obrajes, y para levantar las cosechas.

Los payés siguen siendo responsables de curar con yuyos, atraer las lluvias, adivinar el futuro, propiciar buenas cosechas, dirigir los cantos y danzas rituales y dar un nombre guaraní a los recién nacidos, nombre que mantienen oculto bajo otro, sacado del Santoral Católico.
Aunque muchos mbyá se han convertido al cristianismo, otros –especialmente los de más edad- conservan las antiguas creencias.

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