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Santa Fe - Fotos del Convento de San Francisco


Extractos de un artĂ­culo redactado por el historiador santafesino Clementino Paredes (escrito el 21 de diciembre de 1944).

La antigua ciudad de Santa Fe, fundada por el noble VizcaĂ­no Dn. Juan de Garay el 15 de noviembre de 1573 a contar de principios del siglo XVII tuvo que soportar el avance frecuente de indĂ­genas y, a fin de evitar estas contĂ­nuas incursiones, el Gobernador CĂ©spedes (7 de julio de 1627) tuvo que designar como CapitĂ¡n de la defensa de la Ciudad a Dn. CristĂ³bal de Garay, nieto del fundador.
Durante mĂ¡s de 35 años tuvieron que luchar los habitantes de Santa Fe contra las invasiones que los indĂ­genas realizaban periĂ³dicamente a la ciudad, cometiendo depredaciones, robos y muertes.
Esto provocĂ³ que el 21 de abril de 1649, el procurador CapitĂ¡n Dn. Juan GĂ³mez Rescio solicite del Cabildo el permiso necesario para la mudanza de la ciudad a otro sitio, pero el estado de pobreza en que se encontraba la poblaciĂ³n impedĂ­a tomar una resoluciĂ³n extrema.
No habiendo tomado por el Cabildo ningĂºn acuerdo, el referido Procurador, el 24 de septiembre del mismo año, insiste en su pedido y señala para la mudanza el RĂ­o Grande del Salado y sitio allĂ­ determinado. Al mismo tiempo se le solicita al Gobernador Lariz el permiso necesario para la traslaciĂ³n de la ciudad y, el 24 de noviembre, se concede dicho permiso.
Resuelta por la autoridad colonial la traslaciĂ³n de la ciudad en 1651, en julio de ese mismo año se habĂ­a procedido a trazar el Ă©gido; los moradores de la vieja poblaciĂ³n procedĂ­an lentamente a su traslaciĂ³n por cuanto en la antigua ubicaciĂ³n habĂ­an quedado algunos pobladores y fuerzas militares para defender los intereses de los que poseĂ­an haciendas en sus estancias. Sin embargo puede decirse que en 1660 estaba definitivamente establecida la nueva Ciudad.

Si bien es cierto que en 1660 se encontraba instalada la Ciudad en su sitio, aĂºn no estaban totalmente edificadas las casas de las autoridades ni los edificios de los Conventos y de las Iglesias.
Las autoridades coloniales, al trasladarse a la nueva ciudad, señalaron a las Congregaciones Religiosas la ubicaciĂ³n que habĂ­an de tener, mĂ¡s o menos de acuerdo a la que habĂ­ab poseĂ­do en la antigua Ciudad.
AsĂ­ San Francisco se ubicĂ³ en su sitio actual pero sus terrenos iban mĂ¡s al Este del Convento, quedando reducido hoy a una manzana mĂ¡s o menos, pues el resto de su propiedad fue ganada por el rĂ­o. Durante los 10 primeros años inmediatos a la ubicaciĂ³n de la nueva Ciudad, los Frailes franciscanos habĂ­an construĂ­do, provisoriamente, un simulacro de Convento pues la edificaciĂ³n del mismo, se decĂ­a, eran las paredes de barro, sus techos de paja y la pequeña Capilla para el culto.
DespuĂ©s de 1670 empieza la edificaciĂ³n del actual templo, pues segĂºn documentos existentes en el archivo de los Tribunales, en 1676, el Padre GuardiĂ¡n solicita del Cabildo de Santa Fe el permiso necesario para establecer una vaquerĂ­a en la otra banda del ParanĂ¡, a fin de que con su producto se pudiera terminar la iglesia que ya se habĂ­a comenzado.
Cuenta la tradiciĂ³n que en la direcciĂ³n de la construcciĂ³n de esta obra, intervino un Padre Franciscano de reconocida competencia arquitectĂ³nica.
El templo de San Francisco de Santa Fe, construĂ­do en cruz latina, tiene sus cimientos de hormigĂ³n de piedra traĂ­da de las barrancas del ParanĂ¡, mezcladas con arena y cal de la misma procedencia. Sus paredes son de tapia en toda su extensiĂ³n superficial.
La elaboraciĂ³n de la tapia consiste en el siguiente procedimiento, segĂºn hemos tenido ocasiĂ³n de oĂ­r a viajeros santafesinos: se extraĂ­a tierra negra, se desmenuzaba con grandes pisones, despuĂ©s se cernĂ­a y convertida en polvo fino se depositaba en grandes pozos, hechos a flor de tierra, hasta una profundidad de un metro mĂ¡s o menos y unos 8 a 10 metros de diĂ¡metro. Los peones traĂ­an del rĂ­o cercano agua en barriles o en petacas de cuero, en angarillas, cuyo lĂ­quido lo volcaban en el pozo, dejando que este barro se pudriera, para lo cual cada pozo de barro deberĂ­a permanecer mĂ¡s de ocho dĂ­as con agua permanente, hasta que el barro quedaba convertido en limo, como el limo que queda depositado en las cañadas y pequeñas lagunas cuando estas se van secando; es decir, quedaba como una manteca. De ahĂ­ resulta, que cuando la tapia se secaba, aquello quedaba como una piedra.
Realizada esta operaciĂ³n, los sirvientes trasladaban ese barro a las cajas de madera - a la manera de moldes de ladrillos o de baldoza - que se iban colocando sobre el cimiento de hormigĂ³n y despuĂ©s, en toda la extensiĂ³n de las paredes hasta su total terminaciĂ³n.

Antes de colocar las mĂ©nsulas y tirantes que soporta el coro y el artezonado del templo, el director tĂ©cnico de la obra hacĂ­a construĂ­r el andamiaje, que habĂ­a de soportar mĂ©nsulas y tirantes que tenĂ­an que ser empotrados en las paredes, cuyas mĂ©nsulas y tirantes descansan en tuda su extensiĂ³n sobre tirantes de madera dura. AsĂ­ se explica la nivelaciĂ³n simĂ©trica de las colocaciĂ³n de las mĂ©nsulas y tirantes en esta obra colonial admirable.
La media naranja del crucero descansa, en sus puntos cardinales, sobre tirantes de madera de una sola pieza, que son de cedro y lapacho; de ahĂ­ proviene su estabilidad centenaria.

Las maderas usadas en todo el templo, que son de cedro, lapacho, algarrobo, quebracho colorado y otras, eran traĂ­das de los bosques del Paraguay, en jangada de una extensiĂ³n de mĂ¡s de media cuadra, dirigidas por un piloto mayordomo que comandaba la embarcaciĂ³n madre.
Llegada a Santa Fe, la madera paraguaya era depositada en los galpones de adobe y techo de paja que tenĂ­an construĂ­dos los padres franciscanos alrededor de su futura templo. En estos galpones se encontraban tambiĂ©n los talleres de elaboraciĂ³n del artesonado, puertas y ventanas del templo y Convento y, contiguo a ellos, las habitaciones de peones y servidumbre del Convento.
Una vez secada la madera se procedĂ­a a su elaboraciĂ³n, para lo cual la peonada usaba la azuela, el acha, el cepillo y el cuchillo para moldear las mĂ©nsulas que soportaban los tirantes de la iglesia en construcciĂ³n. En todo el artesonado no hay un solo clavo de hierro, todo es ajustado con madera en forma de trabas y cuñas. Como complemento del templo se encontraba edificado en la parte Este del mismo, el convento Franciscano, con sus celdas y ademĂ¡s comodidades para la Comunidad.
Alrededor de un gran patio, ornamentado con naranjos paraguayos, existían las celdas centenarias (de las que hoy solo quedan 4 auténticas) de paredes de tapia con techo a dos aguas, los tirantes de palma paraguaya con cañaverales sobre sus tirantes y encima de la caña en barro y sobre este las tejas españolas.
Las celdas tenían sus galerías sobre el patio y sobre la barranca. Los pilares de las galerías eran de quebracho labrado y sus techos con tirantes de palma, cañaverales atadas con tientos de cuero de vaca, barro y teja española.
SegĂºn la tradiciĂ³n santafesina, el templo de N.P. San Francisco fue terminado en 1680 y es el Ăºnico construĂ­do en la forma que se le conoce, pues en toda AmĂ©rica del Sur no hay otro similar.
Guarda en su interior notables reliquias de carĂ¡cter eminentemente artĂ­stico e histĂ³rico. Posee un altar mayor que hace dos siglos fue traĂ­do de España para los PP. de la Compañía de JesĂºs, quienes lo rechazaron, y el artista que lo construyĂ³ lo vendiĂ³ a la comunidad franciscana.


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