Header Ads

Historias de Entre Rios - Villaguay 1918 (Parte 1)

HISTORIAS DE ENTRE RIOS

Cronicas de Villaguay, 1918, Parte 1

Al llegar a Villaguay, he probado la ilusión de haberme equivocado. Nadie me habia hablado de Villaguay como de un gran centro y mientras tanto la ciudad, iluminada por los últimos rayos del sol, presentaba un aspecto soberbio, vista desde el tren, con sus selvas de molinos a viento, su torre, sus edificios y los ranchitos que descansan al pie de la altura, sobre la que se levanta el antiguo feudo del caudillo Velázquez.

— Posible, — decía yo, — que esto pueda ser Villaguay?
Y, sin embargo, el ferrocarril no podía equivocarse en su rígida ruta.
Pues, bajé, dispuesto a visitar un gran centro, y una vez más me llamé al orden con una cierta severidad:
— Tendrías que haber aprendido a no juzgar nunca ni personas ni nada, por las apariencias. ¿Has visto?...
Mientras me entregaba a la filosofía, llegué a perder de vista al changador que había alzado mis valijas.
— ¿En dónde estará este... ? Ah, bueno, hombre, ¡y por qué no espera ustud? ¡Qué volanta y qué victoria... me vas contando!

Esto sí que está lindo. Pero, aquí hay otros equipajes... ¿Cuántos vamos en este coche? 
No había concluido la pregunta, cuando un señor, que debía ser un viajante de comercio, se dio un porrazo descomunal, y me hizo la impresión de que se hubiera partido el mate. 

El también venía apurado, en persecución del changador, quien, muy fresco después de haber colocado sus equipajes en mi mismo coche, se esperaba elogios y propina... No había vito, el pobre, un hierro que sobresalía en el suelo, asi que tropezó y se fué de cabeza. 

.— ¡Animal, pedazo de bruto!... ¿A dónde fuiste... eh?... Casi me mato. ¡Maldito idiota!... ¿Qué son todas estas valijas? ¿Quién te dijo?... 


Para cortar la desagradable escena, di orden al changador de quitar mis valijas de la victoria y ponerlas en otro coche... Pero no quiso el viajante. 

— No, señor No es por usted, señor... 

Es por este animal, que casi me hace matar... Toma tu changa y vete, antes de que pierda los estribos y te reviente. 

— ¿Se lastimó, señor? 

— Nada, felizmente... Es más el papel que le hacen hacer a uno, que otra cosa Y le garanto — que no sé cómo me he sujetado, porque, no crea, soy hombre de armas llevar y no le meto nada a... a... ¿Ve? ¿Lo ve?... No miento... ¿Le parece que basta esto? 

Y peló un Colt 32, sacudiéndole nerviosamente. 

— Bueno... Cálmese, señor... Ya pasó la cosa... Tiene que compadecerlo al mozo ese... 

Le decía así, para conseguir que volviera a poner en su funda al escupebalas, porque, en mis adentros, no dejaba de reconocer que el changador no tenía ninguna culpa si el otro se había caído. 

Basta. Dejé al señor del revólver, que paraba en otro hotel, y me fui al «Colón», francamente, satisfecho de que las circunstancias nos separaran, pues con estos señores de armas llevar, uno no sabe nunca lo que le espera. 

Villaguay, en cuánto se empieza a recorrerla, se reduce a las debidas proporciones, es decir, las de una ciudad modesta, bastante bien cuidada, pero nunca un gran centro, como aparece desde lejos. 

Aquí he visto un palacio municipal, que sin duda es el mejor de todos los que he tenido ocasión de visitar hasta la fecha en las ciudades del interior de Entre Ríos, porque, si bien es cierto que los hay de aspecto exterior más o menos igual, ningun otro lo aventaja por solidez de construcción y propiedad en las oficinas. Costó, hace cosa de veinte años, unos treinta mil pesos, pero hoy día no se haría con menos de cien mil. 

Villaguay fué el antiguo feudo de los Velázquez, de Crispin y Polonio Velázquez, como lo fué Nogoyá del coronel Navarro.

En aquellos tiempos esos caudillos señoreaban como verdaderos feudatarios y desgraciado el que intentara oponerse a sus caprichos. Ni el mismo gobierno de la provincia podía con ellos, hasta el punto que una vez, no sé si Crispin o Polonio, se opuso terminantemente a permitir en el departamento Villaguay la circulación de un papel moneda de cincuenta centavos que el gobierno acababa de emitir. Y no circuló; por lo menos en Villaguay, ¡no circuló!


Y no se trata de hechos que pertenezcan a una época muy lejana. Hay todavía en el pueblo quien recuerda estos detalles.

Por su extensión, Villaguay es de los más grandes departamentos de lar provincia, y la propiedad está muy dividida allí, donde por consecuencia existen a decenas los estancieros dueños de una fortuna más que regular.

Sin embargo, son muchísimos también los estancieros, que a pesar de no encontrarse sino a pocas leguas de la capital del departamento, nunca han llegado hasta allí, no se han movido de sus tierras.

Dueños de miles de animales vacunos y leguas de campo, os reciben con una cordialidad encantadora; pero si los habláis de luz eléctrica, telégrafo y que sé yo, contestan deferentemente ese, — ah, ah, — característico de los entrerrianos, y que equivale al, — si, sí, — de los porteños. Un asentimiento, que tiene algo de complacencia; pero no mucho de convicción.

Será porque el número de los viajeros que van a Villaguay no es excesivo, pero es un hecho, que la amabilidad de los vecinos de esta ciudad es superior a todo elogio. No saben qué hacer para distinguirlos, agasajarlos, hacerles más agradable la permanencia.

En los dos días que me quedé en el hotel, ha sido una peregrinación constante:

— El señor jefe político remite a usted estos datos y se pone a su completa disposición... El senador Montiel se consideraría muy honrado si tuviera usted la diferencia de aceptar un té en su casa, donde se reunirán unos amigos... Tenga usted la bondad de hacer uso incondicional del auto, que está a la puerta y que ponemos a su disposición. ..

Y he tenido que improvisarme diplomático, para no herir susceptibilidades, mucho más en vista de las recientes luchas políticas, que han dejado los ánimos algo resentidos todavía.

Dar citas a unos y a otros, procurando evitar encuentros que no fueran desagradables.

Mientras, por ejemplo, el joven director de La Razón", diario concentracionista, venia a buscarme para servirme de guía toda una tarde, yo miraba el reloj, y:

— Bueno... hasta las cuatro, porque después debo llegar en auto hasta un ombú de dimensiones ciclópicas, que existe a una legua de acá y que vale la pena de someter al objetivo:

1 comentario:

  1. hola ! soy de villaguay y en un momento cai en esta pagina y veo un articulo que decia villaguay.. claramene lo lei .. xq como buena entrerriana .. nos nombran .. nos hablan o nos tocan nuestra tierra y salimos a defenderla a hablar o a agradecer lo que se dice de ella !

    agradezco este relato ... x mas qu yo vendria a ser como "joven" y no vivi la epoca donde se encuadra la historia .. pude recorrer las calles de villaguay leyendolo ..

    y hoy me llega profundo xq ya hace unos años que no vivo x aquellos lares .. pero siempre vuelvo
    xq ahi me crie .. hay disfrute mi infancia y mi adolescencia !

    gracias. Valeria.-

    ResponderBorrar

Con tecnología de Blogger.