Personajes de Parana - Don Alberto Maranguinich
Don Alberto Maranguinich
Parana, Entre Rios
PREGUNTAR en Paraná por don Alberto Marangunich es despertar un coro de alabanzas, justiciero y justificado como pocos, a fe de comentarista honrado.
Veamos en lÃneas sucintas la vida admirable de este patriarca de la filantropÃa y de la laboriosidad, cuya vida es una constante armonÃa de bondad, de rectitud y de hombrÃa de bien.
Don Alberto Marangunich nació en Milna, Split, provincia de DaÃmacia, Yugoeslavia, el 9 de julio de 1867. Hijo de una distinguida familia, a los 19 años llegó a la Argentina, radicándose en Paraná, donde el destino le tenÃa señalada tan grande y benemérita actuación.
AllÃ, como todos los jóvenes de entonces, halló un empleo, en el que permaneció sólo 18 meses. Al cabo de ese tiempo se independizó, estableciendo por su cuenta un pequeño almacén.
Cinco años después, el pequeño negocio se habÃa convertido en un progresista comercio al por
mayor que comenzó a girar como una sociedad colectiva donde todo el personal, desde el gerente al último peón, se hallaba habilitado en las ganancias.
Este fué el origen material de la fortuna del señor Marangunich. Decimos material porque el origen moral hay que buscarlo en su despierta inteligencia, en su incansable actividad, en la confianza que supo despertar su honradez a carta cabal, en la claridad de sus juicios y en su don de simpatÃa.
Porque a pesar de lo ruda que era en aquella época la lucha por la vida, don Alberto Marangunich no abandonó jamás la lÃnea de conducta que se habÃa trazado. La preocupación por su bienestar personal no fué óbice para que don Alberto olvidara esas palabras que no obstante' su hermosura, los hombres suelen olvidar muy a menudo: bondad y filantropÃa. Fué, asÃ, sembrando su fecunda vida con el germen maravilloso de la generosidad. Su acción halló el justo premio, pues todo el mundo lo reconoció como a Uno de los más grandes filántropos de la provincia. Acerca de su modestia citaremos el siguiente ejemplo: en su último viaje a Split, después de haber desempeñado durante muchos años el consulado de su patria, en Santa Fe y Entre RÃos, las autoridades de la ciudad que
visitaba quisieron recompensar su benéfica acción en la misma, dando su nombre a una de las avenidas, pero don Alberto, en un admirable fasgo, consiguió que dicha arteria llevara el
nombre de República Argentina.
Las donaciones efectuadas por el señor Marangunich representan en total una verdadera fortuna. En Paraná no hay hospital, asilo o institución de beneficencia a quien don Alberto no haya donado alguna importante suma de dinero: la casa de los boy-scouts, el mástil del parque Urquiza, la valiosa puerta del panteón escolar, etc. son obras costeadas por el señor Marangunich.
Últimamente, se aplicó a resolver el problema de la desocupación, fenómeno de la pasada crisis
que debe preocupar a toda alma sensible y humanitaria: presidió la comisión pro-desocupados
y logró reunir la suma de 73.000 pesos, cantidad que fué destinada a obras en el parque Urquiza.
En la actualidad, desempeña los siguientes cargos: presidente de la comisión de puentes y caminos; presidente fundador del Centro Comercial; presidente de "La Entrerriana", compañÃa de seguros; presddente de la comisión de propaganda del Banco de Entre RÃos; director de la CompañÃa Entrerriana de Teléfonos; miembro del directorio del Banco de Paraná. Y para terminar, he aquà otro gesto tÃpico de este hombre admirable: desde que tiene campos, jamás ha exigido contrato a sus colonos, ni tuvo con ellos la menor discusión por liquidaciones. AsÃ, se comprenderá que es el Ãdolo de sus colonos.
Creemos que el testamento de este generoso filántropo reserva aún grandes y gratas soipresas para la ciudad de Paraná, a la cual quiere como a su propia tierra natal.
Y cuando se le habla de su generosidad, el señor Marangunich responde con esta admirable reflexión, digna de los espÃritus más nobles y elevados:
— Al devolver lo que he recibido de la colectividad y del ambiente donde he desarrollado
mis actividades, no hago más que cumplir con mi deber.
¡Hermosa frase que está pidiendo a gritos el bronce de los entrerrÃanos!
PREGUNTAR en Paraná por don Alberto Marangunich es despertar un coro de alabanzas, justiciero y justificado como pocos, a fe de comentarista honrado.
Veamos en lÃneas sucintas la vida admirable de este patriarca de la filantropÃa y de la laboriosidad, cuya vida es una constante armonÃa de bondad, de rectitud y de hombrÃa de bien.
Don Alberto Marangunich nació en Milna, Split, provincia de DaÃmacia, Yugoeslavia, el 9 de julio de 1867. Hijo de una distinguida familia, a los 19 años llegó a la Argentina, radicándose en Paraná, donde el destino le tenÃa señalada tan grande y benemérita actuación.
AllÃ, como todos los jóvenes de entonces, halló un empleo, en el que permaneció sólo 18 meses. Al cabo de ese tiempo se independizó, estableciendo por su cuenta un pequeño almacén.
Cinco años después, el pequeño negocio se habÃa convertido en un progresista comercio al por
mayor que comenzó a girar como una sociedad colectiva donde todo el personal, desde el gerente al último peón, se hallaba habilitado en las ganancias.
Este fué el origen material de la fortuna del señor Marangunich. Decimos material porque el origen moral hay que buscarlo en su despierta inteligencia, en su incansable actividad, en la confianza que supo despertar su honradez a carta cabal, en la claridad de sus juicios y en su don de simpatÃa.
Porque a pesar de lo ruda que era en aquella época la lucha por la vida, don Alberto Marangunich no abandonó jamás la lÃnea de conducta que se habÃa trazado. La preocupación por su bienestar personal no fué óbice para que don Alberto olvidara esas palabras que no obstante' su hermosura, los hombres suelen olvidar muy a menudo: bondad y filantropÃa. Fué, asÃ, sembrando su fecunda vida con el germen maravilloso de la generosidad. Su acción halló el justo premio, pues todo el mundo lo reconoció como a Uno de los más grandes filántropos de la provincia. Acerca de su modestia citaremos el siguiente ejemplo: en su último viaje a Split, después de haber desempeñado durante muchos años el consulado de su patria, en Santa Fe y Entre RÃos, las autoridades de la ciudad que
visitaba quisieron recompensar su benéfica acción en la misma, dando su nombre a una de las avenidas, pero don Alberto, en un admirable fasgo, consiguió que dicha arteria llevara el
nombre de República Argentina.
Las donaciones efectuadas por el señor Marangunich representan en total una verdadera fortuna. En Paraná no hay hospital, asilo o institución de beneficencia a quien don Alberto no haya donado alguna importante suma de dinero: la casa de los boy-scouts, el mástil del parque Urquiza, la valiosa puerta del panteón escolar, etc. son obras costeadas por el señor Marangunich.
Últimamente, se aplicó a resolver el problema de la desocupación, fenómeno de la pasada crisis
que debe preocupar a toda alma sensible y humanitaria: presidió la comisión pro-desocupados
y logró reunir la suma de 73.000 pesos, cantidad que fué destinada a obras en el parque Urquiza.
En la actualidad, desempeña los siguientes cargos: presidente de la comisión de puentes y caminos; presidente fundador del Centro Comercial; presidente de "La Entrerriana", compañÃa de seguros; presddente de la comisión de propaganda del Banco de Entre RÃos; director de la CompañÃa Entrerriana de Teléfonos; miembro del directorio del Banco de Paraná. Y para terminar, he aquà otro gesto tÃpico de este hombre admirable: desde que tiene campos, jamás ha exigido contrato a sus colonos, ni tuvo con ellos la menor discusión por liquidaciones. AsÃ, se comprenderá que es el Ãdolo de sus colonos.
Creemos que el testamento de este generoso filántropo reserva aún grandes y gratas soipresas para la ciudad de Paraná, a la cual quiere como a su propia tierra natal.
Y cuando se le habla de su generosidad, el señor Marangunich responde con esta admirable reflexión, digna de los espÃritus más nobles y elevados:
— Al devolver lo que he recibido de la colectividad y del ambiente donde he desarrollado
mis actividades, no hago más que cumplir con mi deber.
¡Hermosa frase que está pidiendo a gritos el bronce de los entrerrÃanos!
Guau ! Tremendo personaje!
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