SANTA FE: Florián Paucke y el mundo mocoví...


SANTA FE: Florián Paucke y el mundo mocoví...

“En el año 1748”, escribe Paucke, “después de empeñosa presentación de mi pedido, durante once años, llegó desde Roma el permiso para que yo partiera a Las Indias o sea a América, hacia los paracuarios. Yo no pensé en el viaje tan lejano, en mar alguno, en ningún peligro de muerte, en ningún martirio aunque fuere el más ultrajante. Mi corazón estaba tan lleno de gozo que despidió de mis ojos la lágrima más dulce y alegre. Mi afán era partir lo más pronto”.

En América:


Un accidentado y largo viaje lo lleva finalmente a pisar tierra americana el 24 de diciembre de 1748. De Montevideo y Colonia del Sacramento pasa a Buenos Aires y a Córdoba, donde concluye sus estudios de Teología. Allí demuestra sus dote musicales, ganándose el aprecio de las autoridades del colegio, quienes intentaron retenerlo bajo su protección. Paucke se obstinó en su propósito misionero y finalmente logra que lo trasladen a la flamante reducción de San Javier, que cerca de la ciudad de Santa Fe, habían comenzado a conformar los padres Francisco Burgues y Jerónimo Nuñez.

Y tres años después de su arribo a América, en mayo de 1752, Paucke parte de Córdoba y llega a nuestra ciudad que describe así: “La plaza es en cuadro, no muy grande pero linda. Toda la ciudad está bajo grandes árboles umbrosos que son más altos que los más altos tilos, y desde lejos hacen alegre y muy amena la ciudad a los ojos. Las casas son en su altura, en su construcción y en su comodidad, como las de otras ciudades; por su mayor parte se encuentran allí almacenes. Hay un pequeño puerto al cual arriban los barcos desde la ciudad de Paraguay o de la Asunción con miel, azúcar, tabaco y yerba paraguaya”.


Llega finalmente a San Javier en junio de 1752 y es recibido por el primer sacerdote de la localidad, el padre Burgues. Cuenta en sus memorias: “¡Oh, qué alegre estuve yo! Ambos nos abrazamos con lágrimas de alegría. Me pidió que yo estuviera conforme con la vivienda y manutención en esta región desértica. Me llevó en seguida a la iglesia y después a mi vivienda. ¡Oh Dios! ahí no vi otra cosa sino una choza de gitano pero no me asusté por ello y crié gran ánimo para conformarme con este albergue”.


Quince gloriosos años:

Junto a los indios mocovíes, el padre Paucke vivirá durante quince años, en los cuales llevó a cabo una tarea que Alzari califica de “colosal”. Se preocupa por aprender rápidamente el idioma de los mocovíes, se gana la simpatía de los caciques, comparte las tradiciones y comidas con los nativos. Organiza el  territorio y las tareas de la tierra; controla el robo y el cuidado del ganado; construye la iglesia y las casas de adobe; disminuyó el impacto de la viruela y forma una generación de jóvenes artesanos (herreros, tejedores, lutieres, fabricantes de velas y jabón). Todo esto, desde luego, sujeto a una ferviente programa evangelizador y educativo.

Desde luego todo esto redundó en un cambio radical del destino del lugar, de sus habitantes y de los nativos que se plegaron voluntariamente al proyecto. El éxito de tal tarea y el crecimiento de la población que se acerca para formar parte de la comunidad deciden a Paucke a fundar en 1763 una nueva reducción, San Pedro, al norte de la ciudad de Santa Fe.



Es entonces cuando sobreviene la catástrofe. Hasta esas lejanías llega la noticia, y después la orden y persecución referidas a la expulsión de los jesuitas decretada por el rey Carlos III de España en 1767. Sin razones explícitas, sin acusación ni juicio se los destierra y se confiscan sus bienes.


Sólo con el recuerdo:

Paucke es trasladado a Montevideo, y el 16 de mayo de 1768 embarcado rumbo a Cádiz. En 1770 lo encontramos nuevamente en su región natal. A partir de 1773, cuando el papa Clemente XIV ordena la extinción de la Compañía de Jesús, se verá obligado a sobrevivir con una humilde pensión que le otorga María Teresa de Austria. Es entonces cuando se dedica a escribir y pintar sus memorias, disculpándose por la supuesta merma de memoria que sufre a los 59 años “después de haber sufrido mucho calor solar y tantos debilitamientos en los viajes, después de veintiún años de labores en Paracuaria”.


Sin embargo la precisión y la riqueza expresiva de estas memorias la harán únicas. Al valor testimonial debemos sumar hoy una reivindicación estética, ya que las limitaciones técnicas son ampliamente superadas, o mejor dicho, aprovechadas, en favor de una mayor expresividad.

Los originales de Paucke son conservados en el convento de la Orden Cisterciense Zwettl, en Austria.


Extraído de:

Histórica edición completa de la obra de Florián Paucke

De la Redacción de El Litoral.
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2010/12/27/opinion/OPIN-05.html

Dibujos del Banco de Imágenes Florián Paucke. 

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