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Atractivos de Entre Rios - Circuito de Aldeas Alemanas


ALDEAS DE NUESTRA MEMORIA

Circuito de Alemanes del Volga

El itinerario abarca las aldeas Brasilera, Spatzenkutter, Protestante, Valle MarĂ­a y Salto, ubicadas todas en el departamento Diamante. Las salidas son los domingos a las 8 desde la catedral paranaense con regreso a las 19, al mismo lugar.

La mayorĂ­a de los viajeros tienen sangre alemana. Ellos o sus padres, una vez habitaron alguna de esas aldeas donde nacieron, crecieron, y emigraron luego. Hoy, en el atardecer de la vida, vuelven, desandando caminos, a reencontrarse con sus orĂ­genes. AsĂ­ comenzĂ³ el viaje; lo Ă­bamos haciendo entre todos quienes decidimos inventarnos un domingo diferente, contĂ¡ndonos historias atesoradas en nuestra memoria. HabĂ­a que desempolvarlas. El dĂ­a nos ofrecĂ­a un espacio y un tiempo para el encuentro con las palabras. Porque de eso se trataba.

En las aldeas alemanas, la misa de los domingos, en el dĂ­a de descanso, y los casamientos, tenĂ­an una funciĂ³n social muy importante, ya que eran un motivo para encontrarse, conversar y, quizĂ¡, tambiĂ©n enamorarse. Los matrimonios se organizaban entre todos y duraban dĂ­as. Visitando la iglesia San JosĂ©, de Aldea Brasilera, uno de los viajeros evoca esta costumbre, afirmando que sus abuelos se conocieron bailando en una fiesta de casamiento.

En Salto anduvimos caminos enripiados, extensos campos bordados de verde, la pureza de un aire matinal que ya no se respira en las ciudades. AhĂ­ se conservan casas de campo construidas a fines del siglo XIX y algĂºn viejo almacĂ©n de ramos generales. La arquitectura de las casas es austera, sin puertas al frente, con jardines, huertas y animales de granja. Son blancas por fuera y verde esperanza en su interior; con lo que sobraba se pintaban los carros. Un pequeño aldeano, Abel, ofrece a los visitantes una vuelta en carro ruso, ayudado por dos robustas yeguas. No faltaron las fotos ni nuevos recuerdos. Aldea Spatzenkutter o jolgorio de gorriones, guarda el cementerio mĂ¡s antiguo de las aldeas. En los paradores, los viajantes pudimos degustar de una variedad en exquisiteces caseras: pan, miel, queso, salame, salamĂ­n, dulces y tortas tĂ­picas. TambiĂ©n hay otros puestos donde se pueden obtener artesanĂ­as hechas en cuero o el periĂ³dico que informa sobre actividades de la zona: Voces del Volga.

En Aldea Brasilera nos esperaba el almuerzo con comidas tĂ­picas y variedad de ensaladas. La espumante cerveza dio Ă¡nimo para el baile de polcas y balseados. El momento de sentarnos a la mesa, de conversar acerca de quiĂ©nes Ă©ramos, de nuestra ascendencia, de cĂ³mo hacĂ­a la abuela el chukrut, el flizer o la torta alemana, nos llevĂ³ a conocernos un poco mĂ¡s, identificĂ¡ndonos en muchas de las emociones que se habĂ­an despertado en nosotros a partir de visitar esos lugares cargados de vivencias de otro tiempo, y que en parte nos constituĂ­an en un modo de sentir la vida.
En Diamante, el atardecer nos esperaba junto al Cristo Pescador, una colosal estatua desde donde se puede disfrutar una magnĂ­fica vista del rĂ­o. 
En Aldea Protestante, puede conocerse una plantaciĂ³n de 380 especies de cactus y un museo de herramientas a cielo abierto. De allĂ­ partimos a la Aldea Valle MarĂ­a, muy conocida por sus fĂ¡bricas textiles, paisajes y el mural de Amanda Mayor que ilustra el altar de la iglesia principal, una de las Ăºltimas obras de esta artista paranaense.
De regreso, Venus apareciĂ³ en el cielo bendiciendo la jornada compartida. PodrĂ­a ser solamente el final de un viaje o bien un motivo para reencontrarnos a mirar fotos, para telefonearnos, para extrañarnos.

Fuente: Revista Algarroba

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