Rios de Santa Fe - El Rio Salado


Río Salado: Río interior de la República Argentina. 

Nace en la provincia de Salta con el nombre de “Pasaje” o “Juramento” (debido a que en el vado del citado río Manuel Belgrano hizo jurar la bandera de la Argentina a las tropas del Ejército del Norte en 1812). 

Atraviesa la provincia de Santiago del Estero donde toma el nombre de “Salado” (o Cachimayo, en quechua, de kachi, «sal», y mayu, «río») al convertirse en saladas sus aguas por cruzar salares del norte de esta provincia (En la década de 1970 fue desviado de dichos salares para aprovechar la sal por cual volviose dulce). 

Cruza el norte y centro de la provincia de Santa Fé , desembocando en el Río Paraná al sur de la ciudad de Santa Fe.

 Corre a 8 km al norte de la Ciudad de Esperanza por lo cual es un lugar de pesca y esparcimiento de sus habitantes. (N del E)

Río Salado (1)

Poema de Jose Pedroni


Enteramente nuestro,
Enteramente indio,
desde la montaña madre
hasta la pampa del gringo.

De espaldas al cansancio,
Bajo a ti ¡oh, mi río!
Lávame de toda impureza
De todo mal designio.

Tuyo es mi cuerpo, como
nacido de ti mismo;
tuyo mi canto,
hecho de silbidos.

Tuyo y de tu orilla
De chañar y aromito
donde el árbol extraño
no tiene sitio.

En tu sal, la amargura
del indio,
con su ofrenda, frutos
por el suelo, y herido.

En tu retorcimiento
Su dolor, hasta el grito.
Círculos de su muerte
tus remansos tranquilos.

Tuyo es mi cuerpo sano,
¡oh, río nativo!
Tus brazos sosteniéndome,
son de barro cocido.

¡Quién supiera tu nombre,
para decirlo;
tu nombre verdadero,
mucho antes del trigo!

Roto en diez mil pedazos
lo tienes escondido.
No lo hallaremos nunca.
Es nuestro castigo.

Sólo, por entre espinas,
el canto de tu hijo:
¡Oh Cululú! _reclamo_. (2)
¡Oh Culuú! _quejido_.

Enteramente virgen,
enteramente indio,
desde el camino del Perú
hasta el camino del gringo.

Sin entregarte nunca,
pasas hundido.
Con lo que no me quieres,
yo te quiero y te sigo.

Dulce es ir a buscarte
a través de los trigos;
hallarte de repente,
como la víbora, dormido.

Dulce es tocarte en el sueño,
¡oh, mi río!

Decirte: _Tuyo soy;
Como nacido de ti mismo;
ningún puerto te ensucia;
en ti no orinan los navíos;
blanda de boca es tu canoa;
la cina, su abrigo…

Dulce es ir a buscarte
por angostos caminos;
hallarte, despertarte,
gritarte: ¡Indio!

En la estela de un pez
verte huir, evasivo.

Dulce es alzarte en las manos;
dulce admirarte, limpio;
dulce sembrarte en el aire
como en el surco el lino.


Dulce el día y la noche
caminar contigo,
a lo largo de tu ir y volver
por no llegar a destino.

Boca abajo, en tu arena
Se respira el olvido;
Boca arriba, en tu cielo
se ven los niños.

¡Quién suspira tu nombre,
para decirlo;
tenerlo entre los dientes,
grano silvestre, frío!

Leguas de llanto indígena
como pasan, sin ruido.
La amargura de todas las raíces
está en ti ¡Oh, mi río!

De voces torturadas de palomas
es tu camino.

¡Quién suspira tu nombre
- ¿triste? ¿sonoro? ¿íntimo? -;
qué pájaro lo canta,
para oírlo!

Roto en diez mil pedazos
lo tienes escondido.
No lo hallaremos nunca.
Es nuestro castigo.

Sólo una voz perdura,
filial, entre espinillos:
¡Oh, Cululú! –reclamo-.
¡Oh Culuú! –quejido-.


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