Historias de Santa Fe - Cayasta Reserva Provincial

 

CAYASTA RESERVA PROVINCIAL

Turismo Ecologico en la Provincia de Santa Fe

Categoría
A la Reserva Provincial Cayastá le asignaron la categoría de Reserva de Recursos. Son áreas en las que la finalidad es conservar los recursos naturales de zonas deshabitadas, poco pobladas o de difícil acceso en las que no se puede evaluar la transformación que sufrirían ante la instalación de establecimientos de explotación agropecuaria. Se admiten actividades que no impliquen ninguna transformación del medio natural.
Ubicación
Se sitúa en el centro-este del Departamento Garay, sobre la ruta provincial N† 1, a unos 80 kilómetros al noreste de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz. Sus coordenadas son 30† 12’ S y 59† 40’ O.
Superficie
El área natural prospectada posee una superficie de 300 hectáreas.
Fecha e instrumento legal de creación
El 22 de noviembre de 1970 con la sanción del decreto N† 03050/70 del Poder Ejecutivo Provincial se crea la Reserva Provincial Cayastá.
Relieve
La Reserva Provincial Cayastá está ubicada en una zona deprimida, más del 60% de su superficie está sujeta a inundaciones con crecidas de intensidad normal, y la rodean el río San Javier y el arroyo Paso del Tigre, convirtiendo a este sector en una isla. Por la parte norte continúa una franja pequeña que bordea al arroyo mencionado con característica topográficas similares al la primera. Las zonas elevadas desarrollan albardones en los cuales crece una importante vegetación. El relieve de la provincia de Santa Fe, como se menciona en el desarrollo de otras áreas, presenta dos zonas bien diferenciadas: la que se extiende en el norte denominada baja llanura chaqueña y la que ocupa gran parte del sur, que se conoce con el nombre de llanura pampeana y que presenta algo de altura aunque su cota en ningún punto supera los 150 metros, actuando el valle del río Salado como divisorio de ambas regiones.
La región del chaco santafecino es producto de una fosa de hundimiento que está enmarcada por el bloque de Brasilia al este y las sierras pampeanas al oeste y cuyo basamento cristalino está cubierto por un espeso manto de sedimentos continentales y marinos de distinto origen. Esta fosa fue afectada por los movimientos tectónicos que formaron la Cordillera de los Andes, produciendo fallas en sentido norte-sur que afectaron al subsuelo sin que ello repercuta demasiando en el relieve. Sólo se produjo que el drenaje tomara el rumbo meridiano señalado por las fallas y que el río Salado fuera el colector de las aguas luego de atravesar la zona de los Bajos Submeridionales. La región chaqueña posee dos mínimas elevaciones, una ubicada al este y la otra al oeste, en medio de las cuales se desarrollan los mencionados Bajos, que ocupan gran parte de los departamentos Vera y 9 de Julio.
Al este de la llanura chaqueña, en una ancha franja que bordea al Paraná por muchos kilómetros, se formó un gran valle aluvial que presenta una notable variedad de ambientes húmedos, con cursos de agua de distinta clase como riachos, arroyos, bañados, esteros, lagunas, madrejones, albardones que bordean los espejos de agua, pastizales, pajonales, selvas en galería, bosques de sauces y palmares, entre otros. En la parte sur de este sector está la Reserva Cayastá.
La región de la llanuras pampeanas, con su parte norte – centro del territorio provincial – que algunos autores denominan Pampa Llana del Centro, muy plana, también sufrió efectos del movimiento andino al formarse la Pampa Ondulada, al sur de la anterior, que presenta una pronunciada barranca que en algunos sectores alcanza los 20 metros de altura frente al Paraná y un desnivel, llamado Borde de los Altos o Pampa Deprimida, en el sector sudoeste generado por los bloques hundidos de la naciente del río Salado del Sur. En esta parte de la Provincia de Santa Fe hay un sector más deprimido que se caracteriza por tener un drenaje indefinido donde se forman lagunas y bañados.
De acuerdo al mapa de Ordenes de suelos elaborado por el INTA (1982) para la Argentina, el territorio de la provincia de Santa Fe está constituido preponderantemente por tres tipos de suelos: la mitad sur y una franja que penetra por el oeste hasta el extremo norte, posee marcadamente Molisoles; casi toda la parte restante está conformada por Alfisoles mezclados con Molisoles en algunos sectores, y estas dos grandes partes están separadas por un friso angosto de suelos de tipo Vertisoles, también con incursiones de Molisoles.


Hidrografía
El área natural prospectada está bajo la influencia directa del río San Javier que constituye su límite sur y el arroyo Paso del Tigre que en sector es el límite norte. El San Javier es afluente del Paraná que no sólo es el principal río santafecino sino que forma una subcuenca de 1.510.000 de km2- y esta entre los más extensos del mundo con sus 3.740 kilómetros de longitud, incluyendo el tramo del Paranaiba. Para su estudio se lo divide en tres tramos con caracteres distintos. El primero, que se denomina Alto Paraná - también llamado Paraná brasileño o mesetario- goza de un clima tropical con precipitaciones concentradas en los meses de verano, que establecen el régimen del río hasta su desagüe en el Plata, con predominio de caudales importantes en verano-otoño. Las lluvias de la alta cuenca, que se producen de diciembre a abril, con un máximo en febrero, derraman los mayores montos en las nacientes del río Tieté, en la Serra do Mar, donde superan los 4.000mm. anuales. El Alto Paraná, que se extiende desde su naciente hasta las cercanías de Posadas, discurre por un lecho tortuoso y de ancho variable (Iglesias de Cuello, A. 1982).
Hasta Diamante se extiende el Paraná Medio a lo largo de aproximadamente 600 km, salpicado de islas de origen fluvial. Con diferencias estructurales en ambas márgenes, el valle es más estrecho que aguas abajo y, por ende, está sujeto con mayor intensidad a los efectos de las crecientes que invaden islas y terrazas fluviales. La profusión de islas de carácter deltaico implantadas en el lecho del río, impulsa la formación de riachos laterales denominados “saladillos” que acompañan al curso principal.
Al norte de la ciudad de Santa Fe se localiza una importante cuenca lacustre compuesta por las lagunas San Pedro, Leyes y Setúbal. El principal afluente en este tramo medio es el río Salado del Norte (Juramento-Salado) de una longitud de 1500 kilómetros y una cuenca de 247.000 km2 , pero por las condiciones del relieve llega a su desembocadura con el caudal disminuido. El segundo afluente más importante es el Carcarañá, formado por lo ríos Tercero y Cuarto al sur de la provincia de Santa Fe. Desde este extremo se desarrolla en forma más o menos paralela al Paraná, el cauce del río San Javier que, junto con otros como el Paraná Miní, el Amores y una gran cantidad de pequeñas lagunas, entre las que se destacan Ñatiú y la del Medio, forman un gran humedal que dio lugar a que se declarara la zona Sitio Ramsar.
El Bajo Paraná o Déltico se caracteriza por tener escasa pendiente, la orilla izquierda (este) es elevada y no la afectan las inundaciones y la derecha (oeste), hasta aproximadamente la localidad santafesina de San Lorenzo, es baja e inundable. Su curso hacia la desembocadura transcurre entre islas que culminan en el gran Delta del Paraná. El caudal del río Paraná está altamente influenciado por las distintas represas que se construyeron en su recorrido.
En la región de los Bajos Submeridionales (ver ítem Relieve) se desarrollaron una gran cantidad de lagunas y esteros de distintas dimensiones, cuya formación se vio favorecida por la dificultad de escurrimiento de las aguas que provienen de zonas más altas -como el dorso occidental que enmarca a esta región deprimida y sectores de Santiago del Estero y Chaco - hacia el cauce del Paraná debida a la pequeña elevación que se sitúa al este de los Bajos Submeridionales. La salinidad de los suelos, la presencia de una napa freática de la misma característica y las aguas provenientes de Santiago del Estero que son también salinas, hacen que sólo algunos espejos de agua del sector noreste tengan agua dulce. Las principales lagunas del norte santafecino son La Salada, La Tigra, del Aguaro, Palo Pelado que está comunicada por el arroyo Golondrinas con la Isoati, la del Toro, del Cerrito, la Loca, Cueva del Tigre, del Palmar, Calchaquí y Del Cristal, entre otras.

Clima
La provincia de Santa Fe presenta tres tipos de clima en su dilato (latitudinalmente) territorio: al norte de la isoterma media anual de 20 † C - ubicada próxima a la ciudad de Reconquista - encontramos, en el este un clima Subtropical sin estación seca y en el oeste otro Subtropical con estación seca. Al sur de estos, el clima Templado Húmedo cubre el resto de la provincia.
El clima subtropical sin estación seca se caracteriza por la escasa variación térmica anual con veranos cálidos e inviernos suaves, precipitaciones que llegan a los 1.100 mm. repartidas en forma más o menos pareja durante todo el año y abundante humedad. Por otra parte el clima subtropical con estación seca presenta una marcada disminución de las precipitaciones durante los meses de invierno y la cantidad de lluvia anual es inferior a los 1.000 mm., o sea algo menor a la de la clasificación anterior. Además se caracteriza por exhibir una gran amplitud térmica, que aumenta progresivamente hacia el oeste por disminución de la influencia oceánica, y mayor frecuencia de heladas, rondando los 20† C la temperatura media de las dos categorías de clima subtropical. Hacia el sur se insinúa el clima templado con la disminución gradual de las temperaturas y de las precipitaciones que se sitúan en los 800 mm. anuales. Los vientos predominantes provienen de los sectores noreste, norte, sur y este, estableciendo su velocidad de circulación una media anual de 12 kilómetros por hora.
El clima de Santa Fe está marcado por algunos factores que lo determinan preponderantemente, ellos son: su posición y gran extensión latitudinal que ocupa desde los 28† hasta los 34 † 20’(aprox.) Lat. S., su distancia del mar que le otorga caracteres de continentalidad y la gran planicie del extenso territorio que permite el libre desplazamiento de las masas de aire que determinan algunas las variables climáticas.

Flora
Dentro de las distintas clasificaciones que se han elaborado del territorio argentino, y que por lógica afectan al territorio santafesino, una de las más utilizadas por la comunidad científica es la elaborada por Cabrera (1976) en la que divide al territorio argentino en Dominios, estos a su vez en Provincias fitogeográficas y luego una tercera subdivisión en Distritos. Muchas veces, de acuerdo al tipo de trabajo que se realice, se utilizan sólo las divisiones en provincias. De acuerdo a esta clasificación el territorio de Santa Fe de divide en tres unidades: desde su límite norte hasta, aproximadamente, una línea imaginaria que va desde los 30 30’ Lat.S. en el oeste hasta los 29† 20’ en el este, forma parte de la Provincia chaqueña; de esta línea hasta la que demarca el paralelo de los 33† 00’ corresponde a la Provincia del espinal y el resto de la provincia hasta su extremo sur se denomina Provincia pampeana. Coincidente en sus grandes rasgos con la clasificación de Cabrera, pero con algunas divisiones más detalladas, se elaboró dentro del Programa Institucional Ambiental (PRODIA) el trabajo Eco-regiones de la República Argentina (Burkart, el al. 1999), que se está imponiendo gradualmente. Según el mismo Santa Fe se clasificaría en las siguientes eco-regiones:
• Chaco Húmedo: que afecta el tercio superior, es decir los departamentos de General Obligado, Vera, San Javier a excepción de una fracción extrema austral y la parte norte de San Justo.
• Chaco Seco: una franja angosta en el sector noroeste, que ocupa gran parte del departamento 9 de Julio y el extremo norte del de San Cristóbal.
• Pampa: aproximadamente desde el paralelo 32† hacia el límite sur de la Provincia.
• Espinal: en el sector central, ubicado entre la superficie que ocupa las eco-regiones Chaco húmedo y Chaco seco al norte y la Pampeana al sur. Es decir todo el departamento Castellanos, norte del San Martín, Las Colonias íntegramente, Garay, La Capital y sur de los departamentos San Javier y San Cristóbal.
• Delta e Islas de Paraná: abarca una lonja que margina el río Paraná que en el sur se ensancha un poco abarcando las islas que forma el mencionado río. En esta eco-región se sitúa la Reserva Provincial Cayastá.
Para referirnos a las clasificaciones biogeográficas de la provincia de Santa Fe no puede se puede dejar de mencionar la realizada por Manzi y Fritschy (1986)en la que se distinguen ocho regiones. Dividiremos al extendido territorio en tercios para aproximarnos a señalar la ubicación de estas ecorregiones. En el tercio superior distinguimos tres regiones principales que ocupando franjas longitudinales de distinto ancho, de oeste a este son: llanura chaqueña xerofítica – relativamente angosta -, planicie inundable del centro norte o bajos submeridionales y parque chaqueño santafesino o cuña boscosa, ambas de ancho similar y mayores a la mencionada en primer término. En la parte sur de este tercio superior también se distinguen dos lonjas angostas que se prolongan hacia el sur. La más próxima al río Paraná se la denomina valle aluvial del Paraná – para esta clasificación esta región es la que ocupa la Reserva Cayastá- y la ubicada al oeste la llaman paleocauce paranaense.
El tercio central forma casi en su totalidad el espinal santafecino a excepción de las dos franjas próximas al cauce del Paraná que se mencionaron en párrafo anterior. El tercio austral se lo divide en dos mitades en el sentido de los paralelos. La mitad norte es denominada pampa ondulada y la sur planicie medanosa lagunar. Si bien en lo esencial son coincidentes todas las divisiones nombradas, hay categorizaciones detalladas en las dos últimas que nos permiten interpretar mejor la realidad local.
Toda la región que margina el curso del Paraná desde el norte hasta aproximadamente el paralelo 32† tiene características similares desde el punto de vista geomorfológico lo que origina también una similitud en la vegetación aunque haciendo la salvedad, que la parte sur de esta franja está empobrecida respecto de la norte en variedad de especies. Este valle aluvial por el oeste y norte se encuentra limitado por el cauce del río San Javier y por el Coronda en la porción sur, para desarrollar luego un ancho albardón de varios kilómetros en algunos tramos donde se desarrolla la llamadas selvas en galería o monte blanco. En el caso de las islas- como lo es en buena parte la reserva prospectada- generalmente presentan su perímetro rodeado de un albardón y la zona central más deprimida. Este monte blanco se destaca por la presencia de especies de crecimiento rápido, maderas blandas y cierto predominio de follaje verde claro. Son árboles conspicuos de esta formación vegetal el aliso del río (Tessaria integrifolia), característico por colonizar los bancos de arena, el laurel de río (Nectandra microcarpa o N. Falcifolia, según otros autores), de hojas similares a las del sauce crillo (Salix humboldtiana)- también típico de la zona- pero con tonalidad verde más oscura y un leve brillo, el ceibo (Erytrina crista-galli), el infaltable curupí (Sapium haematospermun), el canelón (Myrsine parvula) , el timbó (Enterobium contortsiliquum) , el timbó blanco (Cathormion polyanthum) y el ubajay (Hexachlamys edulis) entre los más comunes. En la reserva analizada es posible encontrar también algunas especies representativas de la biorregión del espinal como los algarrobos blanco (Prosopis alba) y el negro (Prosopis nigra) y el chañar (Geoffroea decorticans).
Otras formaciones florísticas asociadas al monte blanco como enredaderas de los géneros Ipomoea y Mikania, bromélias y líquenes de distintas especies contribuyen a dar la fisonomía de las llamadas selva en galería. Además son importantes, dado el gran espacio de la reserva que ocupan, la vegetación palustre como la paja de techar (Sorghastrum sp.) que ocupa las zonas donde el agua no está permanente, en aguas someras aparece el duraznillo blanco (Solanum glaucophyllum) y en las zonas más profundas vemos plantas flotantes como el camalote (Eichornia sp.), el canutillo (Hymanache amplexicaulis) o el catay (Polygomum sp.)
Fauna
La ictiofauna de la Reserva Provincial Cayastá es muy rica en especies, dado que el río San Javier, su límite sur, recibe parte de la fauna acuática del Paraná, cuyo variedad de especies ictícolas se estima en unas 300. Cuenta con especies comunes como mojarras de los géneros Astyanax y Aphyocharax, el moncholo (Pimelodus albicans), el dorado (Salminus maxillosus), el surubí (Pseudoplatystoma coruscans), el sábalo (Prochilodus lineatus), viejas de agua del género Hypostamus y muchas otras especies.
Respecto a la batracofauna del área prospectada, se tomará como base para su comentario la Lista de Anfibios de la Provincia de Santa Fe presentada en el Anexo II del trabajo Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas. La familia Bufonidae está representada presente con el sapo común (Bufo arenarum) y el sapo buey o cururú (Bufo paracnemis) con su enorme porte que llega medir unos 20 centímetros y sus notables crestas en la parte anterior del lomo. Varias ranas de la familia Hylidae se pueden observar, como la ranita del zarzal (Hyla pulchela pulchela), la ranita trepadora (Hyla nana), que pone huevos en racimos adheridos a plantas acuáticas, generalmente en las totoras y varias de la familia Leptodactylidae como rana criolla (Leopdactylus ocellatus) y la rana chaqueña (Leptodactylus chaquensis), entre otras especies.
El grupo de los reptiles está bien representado en esta zona meridional de la eco-región Delta e Islas del Paraná, haciendo mención en primer término a la iguana o lagarto overo (Tupinambis teguixin), incluido en el apéndice II de CITES, que integra la herpetofauna de la Reserva junto a varias especies de lagartijas, de pequeño tamaño, que también forman parte de la familia Tiidae. La tortugas presentan dos especies más conspicuas: la tortuga de río o acuática (Hidromedusa tectifera) y la tortuga de arroyo (Phrynops hilarii)
Dentro del gran suborden Serpentes son muchos las especies que se encuentran en esta unidad de conservación; en primer lugar nombraremos a la conocida ñacaniná (Hydrodynastes gigas) de dos o más metros de largo, que con sus hábitos semiacuáticos se alimenta básicamente de peces y anfibios e integra el apéndice II de la CITES, la boa llamada curiyú (Eunectes notaeus) - integra el mismo apéndice de la anterior- que supera los tres metros de longitud e ingiere y mata a sus presas por constricción, también con hábitos de vida acuáticos. De la familia Colubridae, aparte de la mencionada ñacaniná, las especies presentes en el área son varias destacándose por ser relativamente comunes la llamada falsa yarará ñata (Lystrophis dorbignyi) y la falsa coral (Lystrophis pulcher). No están ausentes las víboras de la familia Viperidae, con las dos especies más temidas por el hombre, la yarará grande (Bothrops alternatus) o víbora de la cruz y la yarará chica (Bothrops neuwiedi diporus).
Refiriéndonos a la ornitofauna, como es lógico suponer por tratarse de un área rodeada de agua y cuya superficie permanece, en un alto porcentaje, mucho tiempo inundada, las aves vinculadas con el medio acuático son las que abundan y dan lugar a la visita de muchos aficionados a este grupo de vertebrados. Por ejemplo son comunes las bandadas de flamencos (Phoenicopterus chilensis), patos de variadas especies como el pato cutirí (Amazonetta brasiliensis), el pato maicero (Anas georgica), el de collar (Anas leucophrys), el pato real (Cairina moschata) con una distribución restringida al noreste argentino y su población en disminución, el pato de collar (Anas leucophrys) y varias especies más de anátidos. Las garzas – familia Ardeidae- están bien representadas destacándose el mirasol común (Ixobrychus involucris), la garcita azulada (Butorides striatus), la garza bruja (Nycticorax nyctycorax) y otras más comunes. Dos especies de cigüeñas están presentes en la Reserva: la cigüeña americana (Euxenura maguari o Ciconia maguari para otros autores), y el tuyuyú ( (Mycteria americana) con su frente desprovista de plumas y su costumbre, más notoria en las poblaciones norteñas, de ocupar las copas de los grandes árboles. La espátula rosada (Ajaia ajaja) es otra vistosa ave que puede verse en los bañados de la R.P. Cayastá. La nómina de aves asociadas a ambientes acuáticos es muy extensa por lo que nos limitaremos a mencionar las familias de las que aún no se ha hecho referencia como la Rallidae (gallaretas, pollas, burritos), Scolopacidae, con sólo la becasina común (Gallinago paraguaiae), Sterninae (atí, gaviotines) y Rhynchopinae y Aramidae con una sóla especie en el área prospectada. Los falcónidos presentan dos integrantes- entre otros- con estatus comprometido, ellos son: el aguilucho langostero ( Buteo swainsoni), escaso y en aparente disminución, y el águila negra (Buteogallus urubitinga) integrante del apéndice II de CITES.
Es oportuno señalar la presencia de seis especies de palomas – familia Columbidae-, una de la Psittacidae, tres de la Cuculidae, y entre la familia Caprimulgidae hay que destacar la presencia de un ave muy escasa como lo es el atajacaminos ala negra (Eleothreptus anomalus) que frecuenta zonas húmedas. Entre los picaflores se destaca la presencia del picafllor de barbijo (Heliomaster furcifer) que está registrado en el apéndice II de CITES, entre los martín pescador- familia Alcedinidae- están las tres especies más conspicuas que se observan en Argentina y de la familia Picidae, cuatro especies de carpinteros se observan en el área.
Dentro del gran orden de los Passeriformes , el que incluye familias con centenares de ejemplares nombraremos las especies menos comunes y que tengan un valor especial por su estatus comprometido. Entre los ictéridos es de destacar el avistaje habitual del boyero de ala amarilla (Cacicus chrysopterus), el barrillero congo (Agelaius ruficapillus) y del pecho amarillo común (Pseudoleistes virescens).
La lista de aves censadas en las reserva está constituida por aproximadamente 138 especies.
De la mastofauna hay que mencionar al gato montés común (Oncifelis geoffroyi) y probablemente al gato moro o yaguarundí (Herpailurus yaguarondi), entre los felinos.
De los mamíferos que desarrollan su vida muy vinculados con el agua está el carpincho (Hydrochaeris hidrochaeris) y el coipo (Myocastor coypus). Entre los marsupiales vemos a la comadreja overa o común (Didelphys albiventris) y la colorada (Lutreolina crassicaudata) es de presencia probable. Aunque no se mencionan dasypódidos ni cánidos en la bibliografía disponible es muy probable haya especies de estos grupos. Los murciélagos de la familias Vespertilionidae y Phyllostomatidae presentan varias especies de igual manera que los roedores de las familias Muridae o Cricetidae, . Por último entre los mustélidos están presentes el zorrino común (Conepatus chinga) y el hurón menor. Podría estar presente el lobito de río (Lontra longicaudis).
Recursos culturales
En 1.573 se funda Santa Fe a orillas del río San Javier cuando ya habían fracasado otras fundaciones en el sur del río Paraná ( Sancti Spiritus, Buenos Aires, Buena Esperanza.)
Hasta ese momento la costa santafesina había sido ocupada por nativos conocidos como grupo del litoral, integrado por parcialidades como los quiloazas, calchines y mocoretás, entre otras, que tenían una economía básicamente dependiente de la caza y de la pesca, con una agricultura muy incipiente.
La parte central - aproximadamente desde la ciudad de San Justo hasta la de Rosario - estaba integrada por cuatro entidades que son: los timbúes y carcaraes, en la desembocadura del río Carcarañá, en la laguna de Setúbal se asientan los quiloazas, en la zona de la ciudad de Santa Fe se ubican los calcines y los corondas sobre el riacho del mismo nombre, todos ellos influenciados por culturas del Amazonas, primero por los Arauc, y después por los Guaraníes poco antes de la conquista española. Un rasgo destacable de estos pueblos fue su gran altura y su porte bien constituido, caracteres que destacan varios cronistas de la época. Estudios realizados nos muestran que el promedio de las estaturas era de 1,68 m. para los hombres y 1.65 m. las mujeres. Estos datos se obtuvieron del estudio de los restos de 17 hombres y 2 mujeres hallados en distintos lugares de la región, entre los que se cuentan varios esqueletos hallados en un cerrito en la ciudad de Rosario.
El rasgo más saliente y característico de su economía es indudablemente la pesca. A esta se dedicaban todos los núcleos. Se ignora como la practicaban aunque hay indicios de que lo hacían con el empleo de redes y de canoas monóxilas –labradas de un solo tronco-. Nuestros indios también vivían de la recolección, especialmente de la miel silvestre en tanto que para la caza tenían como objetivos preferidos a las nutrias, venados y ñandúes. También es digno de mención el comentario que realiza Schmidl al nombrar unas “ grandes ovejas como las del Perú”, que posiblemente fueran guanacos cuya dispersión en aquella época podría haber llegado a estos lugares.
Como vestimenta los indios del Litoral se cubrían con un manto de pieles, utilizando mayormente la de nutria y también llegaron a usar taparrabos o delantalillos de tela, probablemente producto del intercambio con sus pueblos vecinos, los aruac y guaraníes.
Lucían adornos como estrellitas de piedra de distinto color que llevaban puestas en sus narices. También se perforaban las aletas nasales para colocarse adornos y tampoco faltaron el tatuaje y las pinturas corporales.
Las viviendas de los pueblos del Litoral se levantaban sobre los albardones vecinos de ríos y lagunas y consistían en chozas rectangulares de paredes hechas con esteras de juncos. Las de los timbúes tenían subdivisiones internas y las de los mocoretaes eran muy alargadas.
Como armas usaban el arco y la flecha con punta de piedra o de hueso. El principal ergológico que la arqueología ha puesto al descubierto es la cerámica. Aquí, en el Litoral, es donde la alfarería adquiere relevancia, con verdadera personalidad, no por sus formas sino que debemos distinguir la decoración incisa que se presenta de manera muy especial en guardas y figuras geométricas y la modelada que toma la forma de apéndices zoomorfos, conocidos como “representaciones plásticas”. Muy probablemente estas culturas litoraleñas que desarrollaron su mayor actividad sobre las márgenes del río Paraná, han tenido contacto con sus congéneres del interior del territorio provincial como los abipones y mocovíes.
Según las instrucciones recibidas, Juan de Garay debía fundar una ciudad respetando el modelo de una cuadrícula dividida en manzanas cuadradas y éstas a su vez en solares donde las propias expedicionarios construyeron sus casas. La materia prima utilizada para las construcciones fue la madera y el barro. En los primeros ochenta años de vida se habían erigido seis templos de los cuales sólo tres se conservan. También se construyeron reducciones para controlar a los nativos, que estaban bajo el sometimiento de curas pertenecientes a la orden Franciscana.
En 1.649 el Cabildo pide al Procurador el traslado de la ciudad según ya estaba previsto por Garay en el acta fundacional. Las razones eran los ataques continuos por parte de los indígenas y la mala ubicación en cuanto a que los alrededores de la ciudad se inundaban y se hacía dificultosa la comunicación con otros centros poblados.
Luego de la mudanza, la primitiva ciudad fue abandonada por sus habitantes y las autoridades civiles y eclesiásticas lo hicieron en el año 1.661. Con el paso del tiempo las construcciones se fueron deteriorando y gradualmente desapareciendo. Hoy se conserva estos restos bien cuidados y cercados habiendo sido declarados en 1.957 Monumento Histórico Nacional, mediante el decreto N† 3.129, considerándose el conjunto edilicio como único en Hispanoamérica por reflejar con bastante claridad las características edilicias de aquella época.
En 1.949 el doctor Agustín Zapata Gollán comenzó las obras para dejar expuestas estas ruinas donde se encontraron muchísimos elementos de gran valor arqueológico como centenares de sepulcros de vecinos entre los que se encontraban los de Hernandarias de Saavedra y su mujer Jerónima, hija de Juan de Garay.
Una gran cantidad de objetos exhumados hoy se exhiben en el Museo Etnográfico y Colonial “ Juan de Garay “.Y en el Museo del Sitio de Santa Fe la Vieja.

Alternativas turísticas
Cayastá fue el lugar donde se fundó la originaria ciudad de Santa Fe y es conocida más allá de nuestras fronteras por las ruinas del asentamiento primitivo. Estas constituyen un inigualable parque arqueológico declarado Monumento Histórico Nacional por tratarse de la única ciudad hispana del siglo XVI que quedó prácticamente intacta, sin modificaciones ni agregados posteriores, debido a que fue abandonada súbitamente para trasladarse sus habitantes al lugar donde se emplaza hoy la pujante Santa Fe de la Vera Cruz.. En 1949, don Agustín Zapata Gollán, un prestigioso profesional santafesino, exhumó lo que quedaba de aquella antigua ciudad y puso en evidencia una reliquia arqueológica al hallar el poblado con sus trazas originales, sus primitivas calles, manzanas y viviendas destacándose la plaza central, con el cabildo, sus iglesias, con especial interés la Iglesia de la Orden Franciscana donde yacían los restos de los habitantes muertos. También pueden observarse restos encontrados durante las excavación en el Museo del Sitio y todo el parque cuenta con óptimas instalaciones para que el turista disfrute a pleno esta maravilla histórica. El lugar cuenta con buenos alojamientos y lugares para comer. Todos los años se celebran dos acontecimientos: en el mes de julio, la Fiesta de la Yerra, en la cual se conmemora la primera marcación de ganado en el Río de la Plata ocurrida en el año 1.576 y en noviembre la Fiesta de la Doma, festejando la fundación de Santa Fe.
A pocos kilómetros de Cayastá, transitando por la ruta provincial N† 1, se encuentra la localidad de Helvecia a orillas del río San Javier, lugar que se considera un excelente pesquero, especialmente del afamado “amarillo”. La villa está ubicada en un lugar pintoresco y ofrece al turista una excelente oferta hotelera y gastronómica, basada en pescado. Continuando por la ruta 1 hacia el norte aparece la ciudad de San Javier, importante centro de turismo aventura, caza, pesca y safaris fotográficos. Estas actividades tienen lugar en las incomparables islas, lagunas y bañados que se hallan diseminados por sus alrededores. También cuenta con un rico pasado cargado de historia que puede apreciarse en el Museo Parroquial. Y viajando 80 kilómetros hacia el sur de la Reserva Provincial Cayastá encontramos la capital provincial, ciudad que ofrece una variada gama de posibilidades al turista que van desde el rubro espectáculos, como cine y teatro, hasta la visita a uno de los principales zoológicos de fauna autóctona que existen en el país. La peatonal permite realizar un interesante paseo de compras que se puede combinar con la concurrencia a alguno de los muchos ligares históricos que pueden visitarse como museos, iglesias o construcciones de valor por su arquitectura y por haber sido la vivienda de algún personaje de nuestra historia. La costanera es un paseo obligado por las vistosas construcciones que se erigieron en su trayecto y en varias pequeñas localidades muy cercanas hay balnearios y otras alternativas para el que busca tranquilidad.
Cómo llegar
La Reserva Provincial Cayastá está situada sobre la ruta provincial N† 1 a unos ochenta kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz y a sólo 1,5 kilómetros de Cayastá. Desde el norte – Reconquista, Resistencia – nos aproximamos al área por la mencionada ruta 1 . Los que provienen del sur del país deberán tener como primera meta la capital santafecina. La ruta nacional N† 19 acerca a la ciudad de Santa Fe a los que vengan desde Córdoba y Cuyo.
Problemas de conservación
La infraestructura que posee el área protegida que analizamos puede considerarse suficiente por contar con un alambrado que la separa de la ruta 1, otro que hace lo propio respecto al parque arqueológico, cuenta con cartel sobre la ruta de acceso y personal de vigilancia. No obstante la caza y la pesca furtiva siguen siendo amenazas importantes para la unidad de conservación. Otro tanto ocurre con la extracción de leña. El perjuicio que provoca el efecto de insularidad, que más se siente en las áreas de superficie pequeña, no es acuciante dado que en los alrededores, si bien hay muchos campos afectados a las actividades agropecuarias, también los hay con parches de vegetación nativa y la zona de por sí es poco apta para el usufructo de la tierra por las grandes extensiones inundables.
Bibliografía
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Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodríguez

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