El Urutaú - El Ave del Espanto


El Urutaú, El Pajaro Fantasma

El urutaú de los guaraníes o kacuy de los quechuas, es el ave del “espanto” ya que al escuchar su canto, pueden sentir el peor de los escalofríos.


Como es de suponer un ave tan extraña y con un canto tan notable (“la música del urutaú”, según Neruda) dio origen a multitud de leyendas y mitos no sólo en nuestro país sino en cada punto de Sudamérica donde vive. De la misma manera en cada región le aplican una serie de curiosos nombres comunes que hacen referencia a alguna de sus características.


André Thevet, un viajero francés que estuvo en Brasil en el siglo XVI señalaba: “Entre todas las aves de esta tierra, existe una que los salvajes no matarían ni aun lastimarían por nada en este mundo … Dicen estas pobres criaturas que ese canto les hace recordar a los seres queridos que fallecieron. Este pájaro sería un enviado de los muertos, trayendo buena suerte para sus amigos que aún viven y desventura para sus enemigos”.

La voz “urutáu” proviene del tupí “(g)u(y)rá”, ave, y “táu”, fantasma, duende. A diferencia del Brasil en la Argentina la palabra se hizo aguda: urutaú. Estrictamente el Nyctibius griseus, sería el “urutaú-i”, o urutaú chico.

El urutaú aparece en la ciencia de la mano de Gmelin en 1789 como Caprimulgus griseus basándose en el “engoulevent gris” de Buffon. El nombre francés engoulevent significa “traga viento” y según dice Buffon lo prefirió como nombre genérico de estas aves antes que otros como chotacabras, sapo volador, o cuervo de noche, porque éstos introducen confusión sobre la verdadera naturaleza de estas aves. En cambio “engoulevent” con ser un nombre provinciano y algo vulgar describe bien al que con “el gaznate abierto al máximo, vuela con un murmullo sordo al encuentro de los insectos, de los que hace presa y que parece engullir por aspiración”.

EL CANTO DEL URUTAÚ:

Sobre su canto dice Azara que es un “alarido alto, espacioso y muy melancólico, y lo repite con pausas toda la noche; haciendo creer a los bobos, que llora la ausencia del sol, porque comienza cuando éste se pone y acaba quando sale”, pero bien dice que “su canto es de alegría, porque sin sol vive y come”. Recordemos que el nombre del género Nyctibius [= que vive de noche] le fue dado por Vieillot porque va “noctu victum quaerens” [= durante la noche, en busca de comida].

Sanchez Labrador opina que “el canto y voz lúgubre de estas aves espanta, porque varias veces por la noche levantan su voz triste; parece que forman las voces que entran en composición de su nombre, urutaú, pero en un tono muy pausado” Y menciona el nombre mbayá de “nabopenaga naga” [= pájaro que sopla] debido a su canto que parece provenir de un instrumento de viento. Algunos incluso lo comparan con un oboe.}


Para von Ihering su canto, entre melancólico y fúnebre, es considerado poético, por unos, o agorero por otros y fue la más impresionante voz nocturna que escuchó en la naturaleza.

Dice Cruz Rolla: “Llena el silencio de los montes el eco de sollozos desgarradores que se agudizan en la sombra hasta producir angustiosa desazón”.

Lucio V. Mansilla, que tuvo un urutaú como mascota, afirma que “tiene costumbres extrañas: apenas sale el sol hunde su enorme cabeza en el pescuezo y fija sus redondos ojos en él; unos ojos traslúcidos, amarillentos, como un topacio en bruto, y así permanece horas enteras extático, como magnetizado, cataléptico o deslumbrado.”

“Declina, se pone, se oculta completamente el soberbio monarca de los cielos, y el urutaú sale en el acto de su inmovilidad; se agita, se estremece, se encrespa, como un papagayo que siente aproximarse la fresca lluvia en día canicular, y recién comienza y repite, hasta el cansancio, con marcadas intermitencias o intervalos isócronos, sus acentuadas y uniformes modulaciones”.

Al igual que Mansilla, Azara tuvo uno cautivo en su habitación: de día permanecía posado en una silla con los ojos cerrados y el cuerpo vertical, pero de noche volaba dando vueltas por el cuarto. Lo alimentaba con pelotillas de carne picada cruda y al acercársele abría la boca desmesuradamente y emitía un “¡guá!”, pero nunca lo oyó cantar.

En nuestra provincia es muy difícil encontrarlo ya que se suele camuflar muy bien entre los troncos de los árboles y si lo pasamos, nunca nos daríamos cuenta hasta escuchar su canto.





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